Monterrey

Robert G. Papp: ¿Hay lugar para la diplomacia en el nuevo desorden mundial?

La Organización de Naciones Unidas (ONU), ha demostrado ser casi impotente a la hora de abordar los conflictos en curso.

Los recientes eventos como las guerras en Ucrania y en Medio Oriente, así como las tensiones en el Mar del Sur de China y el asalto ecuatoriano a la embajada mexicana muestran una profunda ruptura en la capacidad de diálogo y las prácticas diplomáticas tradicionales.

Esto es indicativo de relaciones cada vez más disfuncionales entre los actores internacionales, además pone en evidencia el aumento de la desinformación como herramienta de política estatal y el uso ampliado de las organizaciones internacionales como espacios para imponer determinadas posturas y no como espacios para negociaciones genuinas.

La Organización de Naciones Unidas (ONU), por ejemplo, ha demostrado ser casi impotente a la hora de abordar los conflictos en curso. En tanto que en el Consejo de Seguridad integrado por Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido como miembros permanentes, se vetar cualquier resolución propuesta por un adversarios o simplemente que no se alinee a sus intereses.

Por otra parte, naciones del llamado “Sur Global” levantan la voz con mayor determinación al seno de esta organización con pocos efectos prácticos. Ciertamente la diplomacia en la ONU funciona en algunos niveles, pero falla rutinariamente donde más importa.

Como ejemplo del fracaso de la diplomacia, podemos ver que aún no se ha logrado ningún diálogo significativo para resolver la guerra en Ucrania, muy por el contrario, el nivel de antagonismo entre la OTAN y Rusia ha alcanzado tal tensión que hace casi imposible imaginar el despliegue de una diplomacia genuina que lleve a un compromiso entre las partes y se reconozca el sufrimiento humano de las poblaciones y la realidad que viven los efectivos militares sobre el terreno.

Al mismo tiempo, los medios de comunicación reproducen las opiniones de sus gobiernos y “replican” las narrativas existentes sin intentar llegar más allá en la búsqueda de soluciones a temas de interés común. Continuamente se plantean tópicos sobre los derechos humanos y la democracia, mientras la muerte y la destrucción continúan con toda su fuerza.

En las últimas semanas, el conflicto de Oriente Medio bien podría haberse expandido más allá de Gaza hasta convertirse en una guerra a gran escala que involucrara a Irán y otros actores estatales y no estatales.

Un solo error, como un mal cálculo con un ataque con misil, fácilmente podría habernos llevado a una gran conflagración, no obstante, en los últimos días se ha hablado alentadoramente de un compromiso diplomático más amplio. Sin embargo, hasta ahora, la diplomacia se ha expresado más con drones, misiles y bombas que con propuestas genuinamente destinadas a dar lugar a soluciones significativas y duraderas.

El asalto de la policía ecuatoriana a la embajada de México en Quito es otra clara manifestación de que se están abandonando, flagrantemente, las prácticas diplomáticas existentes desde hace mucho tiempo.

Ecuador ha tenido sus propias experiencias históricas tanto de ataques armados a sus embajadas como de la amenaza de tales acciones, como en 2012 cuando Ecuador dio asilo al fundador de Wikileaks, Julian Assange por sólo mencionar la más reciente.

Sin embargo, a principios de abril decidió violar todas las normas diplomáticas enviando policías armados a la embajada mexicana. Incluso ahora, en lugar de disculparse por su error, el gobierno ecuatoriano está reaccionando a la legítima denuncia de México ante la Corte Internacional de Justicia demandando también a México ante el mismo tribunal por dar asilo en la sede diplomática a su exvicepresidente: ¿Dónde está la diplomacia?

En las clases de relaciones internacionales, nos enorgullecemos de hablar sobre la importancia de la diplomacia en la resolución de conflictos.

De hecho, nuestros estudiantes tienen un gran interés en aprender sobre organizaciones internacionales, objetivos de desarrollo sostenible, organizaciones no gubernamentales (ONG) y otras formas de cooperación y diálogo. Hablamos extensamente sobre modelos “liberales” y “constructivos” de relaciones internacionales que enfatizan el diálogo y la cooperación global que nos dan una esperanza real para el futuro colectivo de la humanidad.

Sin embargo, muy a menudo recordamos las escuelas “realistas” tradicionales de relaciones internacionales, que se centran en el poder y en las acciones de los Estados-nación para promover sus propios intereses por encima de todo.

Si bien las diferencias entre estas escuelas son objeto de largos y a menudo tediosos debates, la naturaleza agresiva y violenta de las naciones en un mundo caracterizado por la anarquía sobre la cooperación, tal como la interpretan los realistas, parece estar regresando con fuerza.

En resumen, el aumento en el uso de la fuerza, la rigidez ideológica y la falta de voluntad de llegar a acuerdos han reemplazado en gran medida a la diplomacia en las situaciones de conflicto actuales.

Necesitamos encontrar el camino de regreso a simplemente hablar, y en especial a escuchar realmente a aquellos con quienes no estamos de acuerdo. Sólo así podremos evitar aún más conflictos que tal vez ya no podremos controlar.

El autor es Doctor por la Universidad de Columbia, Estados Unidos, consultor, conferencista y experto en política internacional y asuntos globales, actualmente Director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey.

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