"Lo único que cambiaría de Estados Unidos sería a su presidente". A sus 13 años, Jonathan está plenamente consciente de la retórica anti inmigrante que ha crecido en la tierra de la Libertad desde que Donald Trump asumió el protagonismo de la vida política norteamericana. Ahora que el magnate ocupa la Casa Blanca, este habitante de Nueva York e hijo de inmigrantes mexicanos lo dice sin rodeos: "no quiero quedarme aquí".
Jonathan vive en Bushwick, uno de los barrios más peligrosos de Nueva York. El 65 por ciento de sus 114 mil habitantes es de origen latino y su nivel de desempleo es el segundo más alto de Brooklyn, según estadísticas del gobierno local.
Pero Estados Unidos siempre tiene dos caras. Bushwick también es un vibrante rincón al que acuden los turistas para admirar lo mejor del street art neoyorquino. Hipsters y artistas se han mudado aquí en busca de rentas más baratas. Jonathan pasa sus días entre estas calles. Su vida en el barrio no es sencilla, pero sabe que si regresa a México se reducirán sus oportunidades de convertirse en diseñador de videojuegos.
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Muy cerca de él viven otras dos mexicanas: Jamie y Jennifer. Ambas buscan el sueño americano. Jamie quiere ser cantante, compositora o arquitecta; Jennifer, médico. Junto con Jonathan y decenas de niños más integran una misma familia, la de Still Waters in a Storm, una escuela que, desde hace 10 años, ofrece clases gratuitas de música, escritura, literatura y latín a los hijos de inmigrantes de habla hispana, muchos de ellos ilegales.
"En Still Waters todos hemos pasado por algo similar y, pese a ello, permanecemos aquí, juntos, en paz, como en una familia", dice Jamie, de 13 años. Su madre limpia departamentos y su padre trabaja en el mantenimiento de rascacielos. El nuevo presidente de Estados Unidos no le da miedo: "Donald Trump can suck my balls", escribe por correo electrónico.
UN MODELO EDUCATIVO DISTINTO
Still Waters in a Storm –que puede traducirse al español como Aguas Tranquilas en una Tormenta– fue fundada en 2007 por Stephen Haff, un antiguo profesor de escuelas públicas que renunció a su trabajo de cubículo para salir a las calles y atender a la minorías. No le importa si éstas son legales o ilegales. "Dejé el sistema de educación pública porque no estaba de acuerdo con la forma en la que se trataba a los niños. Las pruebas sólo miden una parte de sus capacidades. Nadie estaba interesado en sus historias o en sus sentimientos", comenta. Cientos de estudiantes de habla hispana ingresan a los colegios sin saber inglés, lo cual limita sus posibilidades de integrarse a la sociedad estadounidense.
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La escuela no se anuncia en periódicos ni revistas. Su publicidad corre de boca en boca. A Haff le interesa mantener la vocación popular del proyecto.
"Las voces de los inmigrantes son la gran sinfonía nacional de este país; excluirlas sería traicionarnos. Lo que ha hecho hermoso a Estados Unidos es su diversidad cultural. Y aunque Nueva York es la ciudad más inclusiva de esta nación, la realidad es que a los migrantes se les sigue segregando en los barrios pobres", afirma.
MOLINOS, TRUMP Y ALGO MÁS...
Ante la intolerancia, la imaginación. Eso es el Proyecto Quijote, un programa en el cual 20 niños traducen al inglés el libro cervantino para adaptarlo a una serie de cómics y canciones que después serán interpretadas en inglés, español y lenguaje callejero. El objetivo de estos talleres, explica Haff, es la comprensión y autocomprensión del individuo, algo fundamental para que los chicos no se sumen a las pandillas y aprendan a respetar a quienes son diferentes a ellos.
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Jennifer forma parte de este proyecto. Tiene 13 años y 12 los ha vivido en Estados Unidos. Se siente más americana que mexicana. Su padre es ayudante de albañil y su madre trabaja en la limpieza de departamentos. No le gustaría regresar a México. Se identifica con El Caballero de la Triste Figura porque en su vida real imagina situaciones fantásticas. Tiene sus propios molinos que combatir. Si Dios le concediera un poder especial, erradicaría la pobreza. Nueva York no es la ciudad que muestran las postales.
Jamie admira al Quijote por una razón muy parecida. Cree que su vida es una ilusión. No conoce México, aunque le han hablado de él. Admite que se muere de ganas por pisar el país en el que nacieron sus padres, pero entiende que, por ahora, no hay dinero para pagar el vuelo. A veces se identifica con el incondicional Sancho Panza. Como él, quiere ayudar a los suyos.
Cuenta Haff que los niños a menudo se identifican con su país natal o con el de sus padres. Ellos dicen: "yo soy mexicano" o "yo soy ecuatoriano", aunque hayan nacido en Estados Unidos. Al mismo tiempo, muchos de ellos se molestan si sus familias les sugieren un posible regreso a sus ciudades de origen. Por desgracia, asegura, los chicos han asimilado el discurso xenófobo de los últimos meses, al grado de creer que son seres inferiores o indeseables. "Luchan por sentir que pertenecen a la sociedad; mi trabajo es darles ese lugar".
Entre los escritores que han trabajado con Still Waters in a Storm se encuentran Salman Rushdie, Peter Carey, Sandra Newman, Michael Ondaatje y Mary Gaitskill. También han brindado su apoyo músicos como el violinista Joshua Bell y el fundador de The Police, Sting, quien subastó uno de sus bajos en beneficio de la organización en 2015.
El resultado: cientos de niños que, como Jamie, Jennifer y Jonathan, han encontrado en las artes un nuevo horizonte por el cual luchar.
Una placa de bronce de la Estatua de la Libertad tiene grabadas las siguientes palabras: "Dame a tus cansados, a tus pobres, a tus masas apiñadas que anhelan respirar libres". Still Waters in the Storm seguirá llevando a la práctica ese lema hasta que los tiempos se lo permitan.