Burger King, la represión, la guerra, las instituciones, la explotación del mundo capitalista... Estos son los temas críticos que gritan las paredes intervenidas por Banksy. Por eso es paradójico que los stencils de este artista callejero que vive en el anonimato hayan llegado a alcanzar el millón de dólares en subastas.
En 2013, algunos de sus cuadros se vendieron en Central Park. Costaban 60 dólares. Como no firma su obra, las ganancias del día sumaron apenas unos 420. Incluso hubo regateo. Más tarde, en subasta, Kids On Guns y Winnie the Pooh alcanzaron los 214 mil dólares. Y sus billetes falsos de 10 libras, en los que el rostro de Lady Di sustituye al de la reina Isabel, se venden en eBay entre 500 y mil dólares cada uno.
En su página de Internet, el grafitero dice que de niño siempre soñó ser un personaje de Robin Hood, y aunque nunca se imaginó que su papel en la trama sería el de las monedas de oro, su trabajo ha servido también para fines filantrópicos. No Ball Games (No juegos de pelota) fue pintada sobre la pared de una tienda en Tottenham Green. En ella, un par de niños juegan con el señalamiento que impide la actividad en la calle. Con el pretexto de que la pieza no era bien apreciada in situ, el grupo Sincura la removió en 2009, la subastó y el dinero de la venta fue destinado a la caridad.
El subversivo pintor ha querido acercar su obra a la gente, por eso sus stencils aparecen de la noche a la mañana en ciudades donde su mensaje político pueda incomodar más a los gobiernos: en Cisjordania plasmó una paloma de la paz vestida con un chaleco antibalas y un blanco en el pecho; y un mural con la imagen de las Torres Gemelas fue borrado por la policía de Nueva York bajo las órdenes del antiguo alcalde Michael Bloomberg.
Se cree que Banksy creció en Bristol, donde aparecieron sus primeros trabajos. Sólo se han publicado dos entrevistas con él en una década, y cada año surge una nota falsa sobre su captura -la más reciente, el 20 de octubre- o sobre su verdadera identidad. Simon Hattenstone, reportero de The Guardian, logró hablar con él y lo describe como un hombre rubio con un diente de plata y un arete. Sin embargo, suele ocultarse bajo un disfraz para "trabajar". Con una barba postiza, sombrero y vestimenta de trabajador del Museo de Historia Natural de Londres, logró colgar una pieza suya en el recinto.
Muchos stencils callejeros le han sido atribuidos, pero despejar la duda es fácil, ya que el original documenta sus piezas en su sitio web.
Más allá del mito, Banksy ha logrado trascender la fugacidad de su arte a través de publicaciones y películas como la que dirigió él mismo: Exit Through The Gift Shop (2010), un documental en el que el francés Thierry Guetta captura cómo las calles se fueron convirtiendo en "galerías".
EN TERRITORIO ZAPATISTA
México ya fue lienzo del artista sin rostro. En 2001, Chiapas recibió a un equipo de futbol del club deportivo amateur Easton Cowboys and Cowgirls, que envía a sus equipos a realizar partidos en comunidades en conflicto. Los contrarios eran integrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El portero del plantel inglés era Banksy. Pero desde entonces diseñaba mejor de lo que atajaba y varias cabañas tienen sobre ellas a jugadores con pasamontañas y frases como "a la libertad por el futbol".
Las paredes fueron la primera escala en un camino de promoción que se ha apoyado en diversas plataformas. Banksy escribió Wall and Piece (The Random House Group), un libro en el cual el autodenominado "vándalo profesional" expone todas sus creaciones hasta 2005. "La gente que maneja las ciudades no entiende el grafiti porque piensa que nada tiene el derecho de existir a menos que genere una ganancia. Pero si sólo le das valor al dinero, entonces tu opinión carece de valor", sentencia en uno de los primeros párrafos.
Sin embargo, tanto las prácticas que envuelven su tráfico en el mercado, como el éxito comercial que ha tenido, para algunos, dejan lugar a suspicacias.
"Banksy acabó siendo el umbral del street art que se ha comercializado muchísimo y se convirtió en una estrategia de mercado, vendiendo sus gráficas y haciendo una película", observa Guillermo Santamarina, curador en jefe del Museo de Arte Carrillo Gil. "No sabemos si él se queda con el dinero. Durante mucho tiempo se decía que él no existía, que hubo un original y luego se reprodujo como una estrategia corporativa. La leyenda no se acaba todavía".
Lo cierto es que las producciones de este creador son de acceso público y el anonimato ha añadido intriga, curiosidad y precio a su trabajo. Pero también la duda sobre si el artista, que se mantiene "prófugo" y generando piezas, se ha dejado seducir por el mismo sistema que critica.
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