Luis Felipe Lomelí (México, 1975) escribe a mil voces por palabra. A esa velocidad, el escritor jalisciense explora y juega con diversas voces narrativas para aproximar al lector, asegura, a la violencia que tiene lugar en Monterrey, sin caer en la cursilería ni abusar del dramatismo porque Indio Borrado, su más reciente novela, no deja sitio a los desaciertos.
"José Agustín fue quien me habló de la importancia de las voces narrativas. A otros escritores y a mí nos dijo qué voces y en qué momento eran efectivas. No nos explicó bien por qué, pero así funciona, y de allí se me quedó la idea de jugar con las voces en mis textos. Por eso experimenté en mi novela. Lo importante era que los lectores no pensaran que soy un chavito jugando a escribir".
Editada bajo el sello de Tusquets, Indio Borrado narra la historia de El Güero, un pandillero adolescente que de pronto se debate entre dos realidades: la realidad violenta que lo rodea a él y a su familia, y la realidad mágica poblada de leyendas, mitos y demás cosmogonía que componen el imaginario colectivo de Monterrey; la ciudad que ama y odia al mismo tiempo.
"La forma determina el fondo y para tratar ciertos temas la novela es perfecta. En mi caso, la historia comenzó como un cuento, pero poco a poco se fue convirtiendo en novela, sobre todo por las imágenes yo quería integrar a la narración", asegura el ganador del Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés.
Con una formación multifacética, Felipe Lomelí es doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid, además de haber cursado la maestría en Ecología y la licenciatura en Ingeniería Física, áreas que reflejan su impacto en el quehacer literario de un escritor inconforme desde la primera frase del Indio Borrado.
"La física y las matemáticas me ayudaron a elaborar un diagrama y llevar el control de la secuencia al interior de mi historia. La ecología me permitió hacer alusiones con respecto al lugar donde se desarrolla la narración, en Monterrey, así que todo me ha sido útil. De alguna u otra manera todo ha servido para enriquecer mis textos", destaca quien es considerado, junto con Augusto Monterroso, el autor del cuento más corto en español, por El inmigrante.
"Desde muy joven supe que quería contar historias. La ciencia aún no es capaz de explicar nada de lo que realmente no es importa. La rabia, la impotencia, eso que sólo se desentraña en la literatura y que, como dijo Gadamer: la literatura está por decir lo que no tiene palabras, lo que está más allá del lenguaje".