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Lino Montes, un medallista desamparado

Pese a la falta de apoyo, el deportista yucateco, Lino Montes consiguió una medalla mundial histórica para México y ahora tiene puesta su mente en Tokio 2020.

Estaba mareado, adormecido y tenía dolor en las articulaciones.

Sufrió calentura, síntoma de un resfriado que hasta el momento no se le ha curado. Lino Montes recuerda que cuando que levantó los 167 kilos de la barra olímpica la noche del pasado 29 de noviembre –en los Campeonatos Mundiales de Halterofilia que se celebraron en Anaheim, Estados Unidos– no sabía lo que pasaba. Fue hasta que David Carrillo –su entrenador– le gritó que si alcanzaba a controlar el peso le aseguraba subir al podio, en la modalidad de envión, en la categoría de -62 kilogramos.

"Saqué fuerzas de no sé dónde y pude controlar la barra. Luego escuché la aprobación de los jueces que validaron el levantamiento e inmediatamente el grito de alegría de mi entrenador. Fue la competencia más difícil de mi vida porque estaba enfermo, pero también la más satisfactoria, porque gané una medalla histórica para México", cuenta Montes sobre la plata que se colgó, la segunda presea –tras la plata obtenida por Bredni Roque (-69 kilos) en Houston 2015– para la delegación mexicana en el certamen.

Montes dice que el resfriado fue la última de una serie de dificultades que padeció en el año que duró su preparación. No recibió apoyo económico de la Federación Mexicana de Levantamiento de Pesas (FMLP) ni de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) durante la mayor parte de sus entrenamientos; sólo al final, ambos organismos ayudaron para que viajara a Anaheim. "No soy futbolista o boxeador para gozar de patrocinadores. Es difícil recibir ayuda cuando te dedicas al levantamiento de pesas, porque no es un deporte popular en el país. Tampoco cuento con nutriólogo, psicólogo o el resto de un equipo interdisciplinario. Sólo tengo a mi entrenador y así pude ganar una medalla mundial. Estoy seguro que si contara con ese apoyo podría ganar una presea olímpica".

Tampoco tenía dinero para comprar sus suplementos alimenticios que –sostiene– son vitales para un levantador de pesas, porque complementan su dieta. Un amigo que trabaja en una oficina de gobierno se encargó de darle el dinero para adquirirlos. "Conoce mi historia y lo que padecí, por eso decidió ayudarme. Su única condición fue que no revelara su nombre, porque no quiere el reconocimiento".
Montes nació en Tekanchen, un pueblo a hora y media de distancia de Mérida, Yucatán. Es el mayor de seis hermanos. En su niñez fue campesino, al igual que Melquíades, su padre. Sembraba arroz, calabaza y cacahuate.

Emigró con sus tíos a Texak –otra localidad rural de Yucatán– a los 14 años. Dice que era rápido y practicó pruebas de velocidad en una pista de atletismo. Los entrenadores le dijeron que era bajo de estatura (mide 1.53 metros) para ser velocista, pero observaron que era fuerte. Le dijeron que tenía condiciones físicas para el levantamiento de pesas. "Me presentaron a mi primer entrenador, William Balam, con el que empecé a practicar. Los primeros días no me gustaba, pero conforme pasaron las semanas me enamoré de la disciplina".

Se presentó en la Olimpiada Nacional de Sonora de 2004, en la que se llevó el título en la división de -56 kilos. Ocho años después, a los 23 años, hizo su debut en Juegos Olímpicos, en Londres 2012, en los que alcanzó el sexto lugar. Cuatro años después no calificó a Río 2016, debido a que Roque –quien se quedó con el cuarto lugar en la justa veraniega– lo superó en el torneo preclasificatorio. Recuperado del golpe anímico, logró su clasificación a los Campeonatos Mundiales.

"La medalla mundial me ayudará a impulsar mis metas a mediano plazo, que son subir al podio en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla el año que entra, los Panamericanos de Lima en 2019 y los Mundiales de Turkmenistán 2018 y Tailandia 2019. Pero mi meta final es la medalla olímpica. La idea es conseguirla en este ciclo. Si no lo logro, competiré hasta París 2024", dice el yucateco.

Montes se siente orgulloso de sus logros, porque siempre soñó con ser alguien exitoso que sirviera de ejemplo para otros jóvenes mexicanos. Cuando se le pregunta si se convertiría en entrenador cuando termine su etapa como atleta de alto rendimiento, lo piensa.

"No lo haría", responde. "Es difícil ser entrenador porque es mal pagado. Tengo esposa y dos hijos, quiero darles estabilidad económica. Definitivamente me dedicaría a otro oficio".

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