Un rincón del Bosque de Chapultepec vibró con esa voz como corno; áurea, dulce, grave e incitadora. La poeta cantó, habló, y obsequió su Hecatombe, un centenar de versos que escribió en 2014 y dedicó a Roberto Bolaño -según ella, el primer novelista del siglo XXI, gracias a 2666-. Fue Juan Villoro quien -el sábado pasado- entonó por primera vez la traducción del poeta argentino Ezequiel Zaidenwerg, que aquí se cita.
Hecatombe
Hablaste de una hecatombe espiritual
El sacrificio de cien bueyes
En ofrenda al oráculo
El dios de la verdad
La poesía y la música
Hablaste de una canción
La cruzada de los niños
La muerte y la montaña
En un empalme helicoidal
Ahora nosotros los indignos
Reveladores no solicitados
Ponemos todo patas arriba
Pagamos y nos vamos
Y hablamos de esta
Infiltración
Canonización
Celebración apocalíptica
Escupimos semillas nos lavaos bien las manos
Esparcimos harina de cebada
Ante el altar de tu libro
El mundo que es todos los mundos
Y la lira quebrada de Apolo
Y la sierra curva del sacrificio
Hablamos del círculo de hierro
Una hecatombe sagrada en tu nombre
Aunque no mueran todos a la vez
Metódicamente en intervalos de tres minutos
Un centenar de cohetes al final
En cámara lenta un estallido a la vez
Para que la boca de los espectadores asombrados
Permanezca alerta el tiempo necesario
En cuanto a las cifras de los bueyes 3 X 100
Un ritual de trescientos minutos
Un poema de muerte perpetua
Que supere a los griegos
En el distrito de la musa
Estos bueyes son como pájaros
Transitivos casi sin ensayar
De largas patas grises como elefantes
Con tristes gestos espasmódicos
Cada uno un poema un águila de alas desplegadas
Con una falda multicolor
Subida hasta el rostro
Envuelta entre las alas
De risas inflamadas
Los bueyes son terneros
Que retozan en el polvo
Suspirando por el leñador
Cuya hacha estaba viva
Sus lágrimas se evaporan
Como sudor en la nuca de un jornalero de la frontera sur
Donde no hay fronteras
Donde bardos y asesinos raspan las suelas
Encriptadas de zapatos incriminadores
Y los corazones que se resquebrajan escriben
Sobre su Santa Teresa
Una ciudad en forma de vestido
Con el pecho perforado
Que riega varitas de sangre
Un retablo de su santa ropa sucia
Extremidades blancas
Pies blancos
Que brincan juegos indiscretos
Pellejo pálido
Muslo fajado estremecido sobre el asador
Bajo la lámpara lunar
Un cuerno suena y se propaga
Somos esclavos renacidos
El berrido de los
Bueyes anudados como una exhibición de fieras
Alrededor del cuello de un gigante
Somos su orgullosa cabeza
Que estalla como una burbuja
En una jeringa dorada
Somos los bueyes del sol
Que arrojamos camisas en llamas
En dirección más peligrosa
El abrigo de un poeta
Es la piel con bolsillos de abismo
Cortados en verso yámbico
Su cuchillo es un juguete que hace girar en espiral el universo
que marca el cielo curvo
una trilogía de números que sella un cráneo electrificado
Él ensancha su torso huesudo
Se zambulle en el estanque de la fuerza vital
Y desata para siempre
Un centenar de coronas de laurel
Levántate Roberto
Alza tu ballesta
Levántate por el centro
Baila sobre las aguas
Un baile lento que haga temblar la tierra con tu furia extasiada
Patti Smith
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
After Office