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Si vas a Huamantla, visita el Museo del Títere

En Huamantla está la guarida del títere. Con 450 piezas exhibidas, el Museo Nacional del Títere Rosete Aranda cuenta con una rica historia. Uno de sus fundadores dio funciones con sus muñecos a Porfirio Díaz, Francisco I. Madero y Antonio López de Santa Ana.

En Tlaxcala todo es pequeño. La población apenas rebasa el millón de habitantes. Sus carreteras son angostas. La que lleva a Huamantla es un buen ejemplo de ello. Hay que utilizarla para encontrar un tesoro poco conocido por el resto de la República: el Museo Nacional del Títere Rosete Aranda.

Ubicado en el centro, el recinto consta de 16 mínimas salas. Existe gracias a una familia que dedicó tres generaciones a preservar el oficio de la imaginación.

Armando Rosete Rivera, director de la institución, es nieto de Leandro Rosete, quien dio funciones con sus muñecos artesanales de personajes históricos como Porfirio Díaz y Francisco I. Madero. Francisco Rosete, su padre, prefirió dedicarse a la ciencia, pero conservó la colección de la familia, que convoca cada año a cientos de turistas.

"En julio, que fue la temporada de vacaciones, tuvimos un total de 2 mil 589 visitantes y en la primera quincena de agosto 2 mil 350. Tenemos registrados de Francia, Brasil, Alemania, Italia, España, Argentina y varias ciudades de Estados Unidos", detalla Rosete Rivera.

Una plaza de unos dos metros de largo es la primera pieza que asombra al curioso viajero. Es una maqueta perfecta. Finos hilos sostienen al encierro, al picador y al matador. Se pueden escuchar los oles de los aficionados que llenan el coso.

"Tenemos unos 450 títeres exhibidos, pero el acervo es de 730 piezas. Hay 250 que están en comodato, pertenecientes a la familia de Eli de Gortari. Con ellas se montaron dos salas", cuenta el director de este conmovedor reino.

La mayor parte de los ejemplares proviene de donaciones de visitantes al Festival Internacional del Títere "Rosete Aranda", que se realiza cada año. En éste tendrá lugar entre el 12 y el 25 de octubre. Un buen plan de viaje para el otoño.

MUNDO DE ENSUEÑO

Como buena historia infantil, el origen del museo llegó de una fantasía. Comienzo de los años 90. México se instala, dicen, en el primer mundo. El dinero abunda. Los deseos, misteriosamente, se hacen realidad. La gobernadora Beatriz Paredes consigue recursos para darle forma a su sueño. Construye el museo. Se inaugura el 9 de agosto de 1991. Desde entonces hasta la fecha aumenta el asombro de turistas de todas las edades.

Muchos de estos personajes ya no actúan en funciones públicas. Eso sí, son testimonio de una época de esplendor, cuando la compañía fundada por Leandro Rosete era famosa. Dice su nieto que llegó a tener más de 5 mil piezas, más de 250 obras para guiñol. "Ofreció funciones privadas a Benito Juárez en Palacio Nacional; a Porfirio Díaz en el Castillo de Chapultepec, así como a Francisco I. Madero y Antonio López de Santa Ana". Asegura que para pasar un buen rato en medio de las balaceras, también divirtieron a los soldados de Francisco Villa y Emiliano Zapata.

Su fama rebasó las fronteras. "Llegaron a dar funciones en España. En Madrid ofrecieron La verbena de la Paloma. Fueron aplaudidos durante 10 minutos. Fue una de las pocas veces que la compañía tuvo que salir a dar las gracias porque regularmente nunca lo hacían", recuerda con cierta nostalgia.

Entonces tenían más de 100 empleados, 35 manipuladores y un reparto que se dedicaba a desenredar los hilos. Ahora los muñecos tienen un alto valor económico.Un títere puede costar hasta 300 mil pesos.
El museo será sometido a una restauración integral. El proyecto es coordinado por la UNAM y el gobierno de Tlaxcala. Está encaminado a convertir al recinto en uno de los mejores del mundo, aunque para Rosete Rivera ya lo es.

"Gente que nos ha visitado lo ha comparado con los que existen en Austria, Japón o China, porque ilustra todas las técnicas de manipulación: hilo, guante, guiñol, varilla y tenemos títeres de todos los continentes", afirma.

Hace una melancólica pausa. Le invade el sentimiento por aquellos días en los que estos actores divirtieron a medio mundo. Esos tiempos se han ido para siempre. "Era como una magia para los niños que los títeres se movieran como autómatas, como actores reales", exclama.
En Huamantla todo es pequeño, menos el pasado de estos muñecos.

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