Patrick Kramer introduce una aguja en la mano de su cliente e inyecta un microchip del tamaño de apenas un grano de arroz. "Ahora eres un cyborg", dice después de poner una bandita sobre la pequeña herida que queda entre el dedo pulgar e índice del paciente.
El brasileño de 34 años prevé utilizar el chip, parecido a los que se instalan en millones de gatos, perros y ganado, para realizar tareas como abrir puertas o almacenar una tarjeta de negocios digital.
Kramer es el CEO de Digiwell, una startup fincada en Hamburgo, Alemania y se dedica a lo que algunas personas llaman tecnología para 'hackear' tu propio cuerpo.
El doctor afirma que ha aplicado alrededor de 2 mil de estos chips en los últimos 18 meses, tres de ellos en sus propias manos: uno para abrir la puerta de su oficina, otro para guardar su información médico y el último para compartir su información de contacto.
Digiwell es una de las varias compañías que ofrecen servicios de este tipo a un mercado de casi 100 mil cyborgs a nivel mundial.
"La cuestión ya no es si tienes un microchip, ahora es más sobre cuántos chips quieres", dijo.
La empresa consultora Gartner identifica a la biotecnología conocida como la de 'hágalo usted mismo' en un grupo de cinco tendencias tecnológicas –que van desde inteligencia artificial hasta el blockchain– con el potencial de tener éxito.
El potencial del 'perfeccionamiento humano', que incluye desde implantes hasta extremidades biónicas y conexiones cerebrales parecidas a la de una computadora, producirá 2 mil 300 millones de dólares para 2025, mientras industrias del sector salud, militar, deportiva y manufactura empiezan a probar los beneficios de los chips.
"Éste es apenas el inicio de esta tendencia", asegura Oliver Bendel, profesor de la Universidad de Ciencias y Artes Aplicadas Northwestern en Suiza.
Un ejemplo de esta tendencia es Moon Ribas, una bailarina española quien se colocó un chip en el brazo que está conectado con sensores sísmicos. El circuito le permite saber de cualquier movimiento de este tipo en todo el planeta.
Ribas utiliza este circuito para una pieza llamada 'Esperando por terremotos'.
Está el caso de Neil Harbisson, un artista con discapacidad visual de Irlanda del Norte, que tiene un sensor que funciona como si fuera una antena en su cabeza y le permite 'oír' los colores, mientras que Rich Lee, de Utah, en Estados Unidos, ha gastado más de 15 mil dólares en el desarrollo del 'Lovetron 9000', un ciborg sexual que vibra y está diseñado para ser implantado en la pelvis.
Lee aún no ha vendido (o usado) un Lovetron 9000, pero se ha implantado imanes en las puntas de sus dedos para recoger metales, dos microchips en sus manos para mandar mensajes por celular y un sensor biotérmico en su antebrazo que mide la temperatura.
"Somos los primeros usuarios, pero mientras la tecnología se populariza más, habrá cada vez más usos para todos los clientes", aseguró Lee.
El costo de los chips de Digiwell van desde los 40 hasta los 250 dólares, más el costo por el proceso de inyectarlo, por el que Kramer cobra otros 30, ya sea en su oficina en Hamburgo o mientras está de viaje.
Sus clientes, hasta el momento, incluyen a un abogado quien busca tener acceso inmediato a los expedientes de sus clientes sin tener que usar una contraseña, un adolescente sin brazos quien usa el chip en su pie para abrir puertas y una persona de la tercera edad que sufre de la enfermedad de Parkinson y quien alguna vez se desmayó enfrente de su casa después de pasar dos horas tratando de abrir la puerta de su domicilio.
Ahora, con el chip, el anciano puede entrar a su casa sin ningún problema.