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Lejos, un desenlace para el aeropuerto

El anuncio de la cancelación del aeropuerto en Texcoco dista mucho de ser el punto final en la historia de esa gran obra de infraestructura.

OPINIÓN

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Estamos muy lejos de haber llegado a un desenlace en el tema del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).

Quien crea que tras la consulta y la decisión de Andrés Manuel López Obrador de cancelar el proyecto de Texcoco ya se definieron las cosas, se equivoca.

En el caso de Santa Lucía no hay un proyecto. Se trata apenas una idea muy general y muy cuestionada.

El problema principal es el de la seguridad aeronáutica para dos operaciones comerciales intensas y simultáneas como serían la de un nuevo aeropuerto asentado allí y la del actual.

Es probable que en la medida que se hicieran estudios serios, el propio equipo de López Obrador se convenciera de las dificultades de poner un aeropuerto comercial en ese lugar.

La problemática de seguridad no sería para Santa Lucía, sino para el espacio aéreo de la Ciudad de México, incluyendo el aeropuerto actual.

Ni los más aventurados van a arriesgarse a que agencias internacionales recomienden que no se usen los aeropuertos de la CDMX, cualquiera que sea, por razones de seguridad.

Si se confirman las previsiones de MITRE y otras agencias especializadas, lo más probable es que nunca se construya un aeropuerto en Santa Lucía.

La salida será muy simple: posponer el proyecto mientras se hacen los estudios y al final no hacerlo, justificándolo, por ejemplo, por insuficiencia presupuestal.

Pero ¿entonces qué hacer con la saturación actual que padece el AICM?

Estirar la liga. Desde el inicio de esta administración se habló de que el aeropuerto de la capital ya estaba saturado.

De hecho, eso se viene diciendo desde el final de la administración de Zedillo. Y hasta ahora, ha existido la manera de ampliar la capacidad operativa.

Las restricciones tienen que ver con las operaciones de despegue y aterrizaje.

Bueno, pues en 2012 se realizaron 349 mil 877 operaciones, un promedio de 959 operaciones al día.

En 2017, el número efectuado fue de 414 mil 386. Esto significa 1 mil 135 operaciones diarias.

Es decir, en 5 años se encontró la manera de sumarle 176 operaciones por día. Si hay capacidad de realizar hasta 61 operaciones por hora, entonces se sumaron casi 3 horas diarias a su operación.

Todavía se podría sumar un poco más, estirando los horarios y generando capacidad para aumentar el volumen de los despegues y aterrizajes.

Obviamente, se requerirían adaptaciones adicionales para poder dar salida o entrada a un mayor número de pasajeros.

La otra opción, de corto plazo, para absorber la demanda adicional es el aeropuerto de Toluca.

Aunque el número de pasajeros movilizados en ese aeropuerto bajó en 80 por ciento de 2008 a 2017, las operaciones realizadas no descendieron.

En 2008, se hicieron 96 mil 801 y en 2017 fueron 101 mil 186. Es decir, en 11 años hubo un crecimiento de 4.5 por ciento, la mayor parte, de aviación privada.

El promedio diario por día es de 277 despegues y aterrizajes. Considerando un uso de 16 horas al día apenas son 17 por hora.

Planeando un crecimiento hasta 30 operaciones por hora, habría oportunidad de casi duplicar su uso.

En términos de pasajeros, simplemente con regresar al nivel que tuvieron en 2008, con casi 4 millones, habría un espacio para 3.3 millones adicionales, aunque sus directivos señalan que la capacidad es para llegar a 8 millones de pasajeros anuales.

Es decir, aun si no se construye Santa Lucía, en el corto plazo habría capacidad para que, vía el AICM y Toluca, se permitiera hacerle frente a la demanda incremental de pasajeros para los próximos años, aun si no fuera en las condiciones óptimas.

Subrayo el tema del corto plazo porque considero que no sería imposible que el gobierno de AMLO, en algún momento, optara por regresar al proyecto de Texcoco, siempre y cuando no implicara recursos fiscales.

Si las instalaciones de Texcoco no se desmantelan ni el predio se utiliza para otros propósitos, quedará viva la posibilidad de revivir el proyecto en algún momento.

Los estudios que se han hecho desde hace muchos años no dejan lugar a duda que la mejor opción aeroportuaria, económica y social es un aeropuerto único en Texcoco, con un gran proyecto de rehabilitación urbana en los terrenos del AICM.

Esa va a ser siempre una posibilidad de la cual echar mano, tanto por parte del gobierno federal como por el de la Ciudad de México.

El tema central es la política.

La decisión de cancelar el proyecto de Texcoco por parte de AMLO no tuvo como factor determinante la preferencia por Santa Lucía sino la necesidad de establecer un "aquí mando yo", frente a los empresarios mexicanos y extranjeros.

Esta circunstancia política es coyuntural. En la medida que el gobierno llegue y avance, es probable que las necesidades políticas estratégicas de AMLO ya sean otras y que eventualmente, como parte de ellas, estuviera la posibilidad de la reconsideración de Texcoco.

AMLO no es un gobernante de posiciones irreductibles.

Él toma decisiones en función de las coyunturas políticas y tiene gran habilidad y astucia para hacerlo.

Se le critica por el doble discurso que a veces tiene, pero en ciertas circunstancias, eso se trata de una cualidad que le permite ajustar su estrategia.

Los primeros acercamientos con los contratistas del NAIM fueron exitosos en el sentido de evitar los litigios.

La mayor parte de los empresarios, según la información que trascendió, aceptaron que se aplique la cláusula de terminación anticipada de contrato y se proceda al finiquito de la obra.

Se rechazó la idea que difundió días atrás AMLO, sobre que les asignaría un volumen de obra equivalente en Santa Lucía.

La realidad es que esa idea era improcedente pues violaba todas las normas legales en materia de obra pública.

Ahora, las empresas involucradas saben que AMLO les debe un favor, y que, en el curso del sexenio, pueden tener oportunidad a acceder a otros contratos que se liciten.

Ese estilo de gestión de AMLO es el que me hace pensar que no es imposible que, en algún momento, Texcoco resucite.

Claro que esa circunstancia no será en el corto plazo, pues se daría la imagen de que AMLO cedió a las presiones, cuando lo que quería fijar era la preeminencia del poder político sobre el poder económico.

Los mercados financieros algo vieron, pues la recuperación de la bolsa, que en una semana regresó a los niveles que tenía antes del anuncio de la cancelación del proyecto de Texcoco, mostró que no se percibió la decisión como el anticipo de un desastre… como algunos lo leyeron en un primer momento.

Queda la incógnita de si AMLO generará polarización durante su mandato como lo hizo en la campaña y como lo ha hecho en diversos momentos durante la transición.

O si gradualmente veremos a un político en el que va a dominar el sentido pragmático y conciliador.

Como López Obrador tiene las dos facetas, no tenemos nada seguro respecto a lo que vaya a suceder.

Sin embargo, creo que los desafíos cotidianos del gobierno van a ir serenando el temperamento del político.

El aeropuerto dio lugar a la primera gran tormenta política, antes de comenzar su administración. Sin embargo, insisto, estamos lejos de haber visto el desenlace de este drama.

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