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Misión imposible: las claves de Trump para lidiar con Kim Jong-un

El presidente estadounidense no la tendrá fácil en la negociación con el líder norcoreano y tendría que hacer alianzas con países a los que ha hecho enojar.

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La decisión de Donald Trump de sentarse con el líder norcoreano Kim Jong-un muestra carácter. El presidente estadounidense adora los extravagantes giros de trama que confunden tanto a sus críticos como a sus seguidores.

Estar de acuerdo con esta reunión era cuestionable. Es algo que los presidentes anteriores se negaron a hacer y con razón: es una concesión que exigía algo valioso desde el otro lado. Trump no lo ha asegurado, y parece haber actuado impulsivamente. Esto no es alentador, pero la decisión ya se tomó y lo que importa ahora es aprovecharla al máximo.

Eso requerirá que Trump sea menos Trump.

Su administración merece crédito por organizar un estricto régimen de sanciones globales que está cobrando un precio real en Corea del Norte. Sus amenazas intemperantes han empujado a los líderes chinos a adoptar sanciones más duras de lo que podrían haber hecho de otra manera. Sin embargo, Kim también tiene razones para sentirse envalentonado: ganó una reunión cara a cara con un presidente estadounidense en funciones, un golpe que ni su padre ni su abuelo lograron sin comprometerse mucho más allá de una pausa en las pruebas nucleares. Trump, impresionado por sus propios logros, no debe asumir que su adversario ha sido intimidado.

El presidente también sería inteligente en aplacar su confianza inexplicable de que posee habilidades únicas para hacer negocios. Olvida el hecho de que los intentos de Trump de negociar acuerdos que desafían las convenciones sobre el comercio, las armas de fuego, la inmigración, la paz en Oriente Medio han quedado en nada. El hecho es que Corea del Norte es un problema endemoniadamente complicado que no se puede resolver con gestos audaces para la cámara.

Trump necesita desechar su desconfianza en los expertos y, en la medida de lo posible, su negativa a estudiar y prepararse. El alejamiento de los diplomáticos del Departamento de Estado parece haber dejado a la administración luchando por elaborar una estrategia de negociación. Muchos planes y expertos dentro y fuera del gobierno están disponibles. La Casa Blanca debería, como mínimo, asignar una persona para organizarlos en un marco coherente antes de la cumbre.

¿Cuál debería ser el objetivo? Las posibilidades de alejar a Kim de sus armas nucleares, a un costo que Estados Unidos pueda pagar, siguen siendo escasas o inexistentes. La alianza con Corea del Sur no debe ser negociable. A corto plazo, lo mejor que Estados Unidos puede esperar es una congelación completa y verificable de los programas nucleares y de misiles de Norcorea, con la promesa de continuar hablando sobre la desnuclearización total. Trump debería entablar negociaciones sabiendo esto, y entendiendo a partir de ahora el valor de cada concesión para no pagar en exceso.

El presidente de Estados Unidos también tendrá que coordinarse estrechamente con las naciones a las que ha enojado en un grado u otro, específicamente, los vecinos de Corea del Norte: China, Rusia, Corea del Sur y Japón. Sus propios intereses deberán tenerse en cuenta para que cualquier acuerdo sea sostenible. Es más probable que un marco multilateral produzca un acuerdo duradero que las conversaciones bilaterales.

Kim dirige una nación que está diplomáticamente aislada, económicamente arruinada, militarmente más débil que Estados Unidos y, a largo plazo, amenazada por la exposición al mundo exterior. Aun así, Trump no debe subestimar al hombre de 34 años al suele llamar "Little Rocket Man". Kim ha consolidado el poder, supervisado avances dramáticos en los programas de armas de Norcorea, y consiguió que Occidente lidie con él en sus propios términos. Trump sería tonto tratarlo a la ligera.

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