"La mayoría de los pilotos están entrenados para evitar estos sistemas de tormentas, nosotros estamos entrenados para entrar en ellos", dice Byron Pederson mientras vuela un King Air B200 hacia una nube monzónica a más de 20 mil pies de altura sobre Maharashtra, India.
En el pequeño avión vamos cuatro, Pederson en la cabina con Shahzad Mistry, el copiloto al que instruye, yo detrás de ellos, tratando de no vomitar sobre la computadora que registra los datos meteorológicos, y a mi izquierda Prakash Koliwad, director de Kyathi Climate Modification Consultants, la compañía de siembra de nubes responsable de este vuelo.
Una vez dentro de la cumulonimbos Pederson ordena disparar, Mistry va soltando la carga: 24 bengalas, 12 en cada ala, rellenas de cloruro de sodio (sal de cocina pulverizada con potasio) que al accionarlas liberan millones de partículas de sal en la nube. Las moléculas de agua son atraídas hacia la sal, se adhieren a las partículas y forman gotas de lluvia.
Estamos en septiembre, todavía temporada de monzones en el suroeste de la India, pero apenas han caído unas lloviznas. Maharashtra es uno de los estados más grandes y ricos del país, abarca Mumbai y otras ciudades importantes además de vastas extensiones de tierras de cultivo. Al igual que otras regiones agrícolas indias, atraviesa su tercer año consecutivo de sequía. Más del 80 por ciento de sus siembras dependen de la lluvia para el riego y la producción agrícola ha caído casi un tercio desde 2013. Las consecuencias son dramáticas, mil 300 agricultores, abrumados por las deudas, se han suicidado en Maharashtra en los últimos seis meses.
En julio, el ministro estatal de Hacienda, Eknath Khadse, contrató a Koliwad para llevar a cabo un programa de siembra de nubes de 4.5 millones de dólares en tres meses, la mayor campaña de este tipo intentada en la India. "Nuestra situación es grave", dice Khadse. "No hay ninguna otra tecnología disponible en el mundo para traer más lluvias. Tenemos que intentarlo".
Koliwad contactó a Weather Modification Inc. (WMI), la mayor compañía mundial en siembra de nubes. El CEO de WMI, Patrick Sweeney, desarrolló un programa quinquenal de transferencia de tecnología con Koliwad que ahora está en su primer año. Pederson y personal de WMI están entrenando a pilotos, meteorólogos y técnicos de radar Doppler de la India para sembrar nubes.
La siembra de nubes ha sido motivo de controversia desde que fue inventada por Vincent Schaefer en 1946. Siendo químico de General Electric, Schaefer creó la primera tormenta de nieve en un congelador de laboratorio. La prensa predijo que la siembra de nubes podría hacer milagros, desde sofocar incendios forestales hasta asegurar blancas Navidades. Pero pronto surgieron las dudas sobre el impacto de manipular la naturaleza.
Con todo, las preocupaciones de que la siembra de nubes pudiera "robar" agua de una zona para hacer llover en otra se han disipado. Los nubarrones se regeneran continuamente y liberan sólo una parte de su humedad cuando llueven, lo que significa que no puede "exprimirse" toda la humedad de una nube. "En todo caso, el área hacia la que se desplaza la nube podría recibir más precipitación a causa de la siembra de nubes, no menos", explica Dave Reynolds, meteorólogo de la National Oceanic and Atmospheric Administration.
Lo que yo presencié en la India fue la técnica higroscópica, usada en regiones de clima cálido para aumentar la lluvia, dispersar la niebla y limpiar cielos contaminados. Hay otro método, usado durante los inviernos, que siembra nubes "orográficas" para producir nieve. Esta siembra en climas fríos libera partículas de yoduro de plata, que atraen las gotas de agua como si fuera hielo, y produce copos. Es más fácil medir el éxito de la siembra de nieve que la siembra de lluvia, pero Reynolds señala que incluso los resultados de los estudios con nieve varían significativamente. "Los datos son todavía escasos. Hay muy pocos absolutos en la ciencia de las nubes. Lo que sí sabemos es que no hay dos nubes iguales", dice. Esto dificulta controlar y replicar los resultados de los estudios. Pese a la incertidumbre, la industria va en aumento.
De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, más de 52 países están implementando operaciones de siembra de nubes, hace cuatro años eran 42. Hay incluso un emergente mercado de lujo para la siembra de nubes, una empresa europea, por ejemplo, cobra un mínimo de 150 mil dólares para garantizar buen clima en una boda, hace que las nubes lluevan los días previos al evento.
El costo de la siembra de nubes es insignificante en comparación con el de la sequía, afirma Koliwad. El gobierno de Maharashtra ha gastado 750 millones de dólares para cubrir el impacto de la sequía en los últimos tres años, la siembra de nubes cuesta una fracción de eso. "La lluvia es vida. Y con el cambio climático, la lluvia es cada vez menos fiable. Si podemos monitorearla, pronosticarla, gestionarla y mejorarla, entonces podemos sobrevivir", agrega.
Patrick Sweeney, quien ha sembrado nubes en 31 países de seis continentes, advierte que su industria "debe ser vista como gestión del agua a largo plazo, y no una solución inmediata a la sequía". "Si no tienes nubes, puedes contratar todos los sembradores de nubes del mundo y aún así no tendrás lluvia". Y muchos están dispuestos a contratarlo para una variedad de proyectos. WMI está negociando contratos con los gobiernos de Asia, Sudamérica y Oriente Medio que podrían duplicar sus ingresos en 2016 (hoy de 20 millones de dólares anuales). También tiene competencia, hay 34 compañías privadas en el orbe que modifican el clima, pero en la siembra aérea de nubes su principal rival es el gobierno chino, que gasta cientos de millones al año para limpiar la contaminación en las ciudades y aumentar la lluvia para la agricultura.
El ministro de Hacienda de Maharashtra, Khadse, está contento con los resultados de la primera fase del programa. Según las autoridades locales, produjo 950 milímetros de lluvia en las áreas sembradas, "lo suficiente para mantener vivos algunos de nuestros cultivos", dice. "Pero entendemos que un proyecto como éste sólo puede tener éxito en el largo plazo". Desde esta visión largoplacista, la siembra de nubes no tiene que tener éxito el 100 por ciento del tiempo, basta que funcione parte de las veces, cuando las nubes deciden cooperar. Para Neil Brackin, presidente de WMI, la industria no necesita la certeza científica del 99.99 por ciento para tener éxito. Compara la siembra de nubes con un medicamento de última generación que todavía está en desarrollo: "Si padeces una enfermedad grave y te ofrecen un medicamento que tiene una probabilidad de funcionar del 60 por ciento, o incluso un 20 por ciento, ¿lo aceptarías? Probablemente sí".