El periodista Ramón González Férriz bautizó al Mayo Francés como "la revolución divertida" porque sus protagonistas fueron hedonistas que sólo quisieron ver arder al mundo. No supieron —dice— qué cabeza pedir, qué sistema derrocar ni qué nuevo orden instaurar: la rebelión bastó por sí sola para ellos.
Ningún movimiento social del 68 derribó sistemas. En Checoslovaquia, el régimen soviético endureció sus mecanismos de control. En Francia, la derecha controló el Congreso. En México, el PRI continuó con su hegemonía pese a la Masacre Estudiantil de Tlatelolco. Y en Estados Unidos, el conservador Richard Nixon se convirtió en presidente. La batalla política se perdió; la cultural no. Por ese motivo es que —como sugiere Mario Vargas Llosa— la mejor forma de entender las repercusiones de esta insurrección juvenil y romántica es a través del arte y la cultura.
Cine
El 18 de mayo de 1968 se suspendió el Festival de Cannes en solidaridad con el movimiento. Un grupo de jóvenes directores se opuso a que continuara el certamen. Entre ellos estaban Jean Luc-Godard, François Truffaut y Roman Polanski.
"Nosotros hablamos de solidaridad con los estudiantes y los trabajadores, y ustedes hablan de primeros planos o tiros de cámara. Son unos idiotas", dijo a sus colegas un muy indignado Godard, quien vivió de cerca los disturbios. Su casa estaba en el Barrio Latino de París: el ojo del huracán de las protestas. Ya no quería ver su nombre en sus películas. Abogó por el cine colectivo y comenzó a filmar como Grupo Dziga Vertov. Salió de gira con los Beatles, y filmó un documental sobre los Rolling Stones.
"La creación de grupos anónimos como Vertov o ARC fue una una invitación: el anonimato de los cinétracts, equivalente al de los carteles de mayo, con los que comparten técnicas sencillas e impacto visual, puede entenderse desde esta perspectiva como un modo de afirmar la posibilidad de cualquiera para utilizar el medio cinematográfico", señalan Amador Hernández y David Cortés en el ensayo Cine y mayo del 68 (2009). El crítico y director Hervé Le Roux observa: "la voluntad que anima el cine en torno a mayo del 68 es salir del estudio y dejarse afectar por las influencias de la calle como lugar de encuentros, espacio de lo imprevisto, medio ambiente de la política". De cierto modo, concluye, el Mayo Francés detonó el inicio del cine documental como género.
Música
Entre 1967 y 1968, el rock vivió algunos de sus momentos más álgidos: los Beatles lanzaron el Sargento Pimienta, The Doors debutó en Los Ángeles, David Bowie irrumpió en la escena musical, Led Zeppelin anunció su formación, Jimi Hendrix lanzó sus únicos tres discos y Pink Floyd se inició en la ola sicodélica y el avant-garde.
La generación a la que pertenecían era la de los estudiantes del Mayo Francés: jóvenes inmersos en la paranoia nuclear y en la Guerra Fría; enemigos de la Guerra de Vietnam y el racismo contra los negros. En París ardían las universidades; en San Francisco los jipis abrazaban el LSD y el amor libre. La contracultura, por fin, había encontrado su himno: el rock and roll. Y de ambos lados del Atlántico, los aires de libertad soplaban al ritmo de los Rolling Stones, que invitaban a las nuevas generaciones a la insatisfacción con lo que el sistema les ofrecía. El ex vocalista de Genesis, Peter Gabriel, resume aquellos tiempos de la siguiente manera: "las canciones ya no trataban de hombres que hallaban mujeres, sino de hombres que hallaban ideas".
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Las canciones ya no trataban de hombres que hallaban mujeres, sino de hombres que hallaban ideas."
La comunidad artística y estudiantil se fusionó como nunca con el rock: Pink Floyd fue fundado por estudiantes de arte y arquitectura de Cambridge, y The Velvet Underground estableció una estrecha relación con Andy Warhol.
"Fue en los 60 —explica González Férriz en La Revolución Divertida (2012)— cuando la música de masas se convirtió en asunto político, al igual que lo hizo el sexo, en gran medida gracias a la difusión masiva de la píldora anticonceptiva. Fue también cuando muchos jóvenes occidentales se organizaron para mostrar su desdén por el capitalismo de las grandes empresas y se dejaron seducir por el orientalismo y otras filosofías que prometían mundos diferentes". Eso explica los viajes a la India de los Beatles y los Stones, el interés de Bob Dylan por el budismo y la atracción que tendrían las bandas punk de los 70 por las culturas arábigas, caribeñas y del Norte de África. El rock —asegura— se desarrolló a la par de muchos otros bastiones de esta generación: el feminismo, el sincretismo religioso, el pop, la lucha por los derechos civiles, la liberación sexual y la visibilidad de la juventud.
Al igual que muchos músicos de la escena rock, los protagonistas de estas revueltas —dice González Férriz— despreciaban toda idea de poder, detestaban la política formal y aspiraban a la libertad. Los 60 perduran —agrega— porque el sistema de relaciones culturales que se estableció en ese tiempo es el medio en el que se vive ahora.
Gráfica y fotografía
El cartel político apareció en la Primera Guerra Mundial, pero fue hasta el Mayo Francés que éste adquirió dimensiones artísticas. ¿La razón? Quienes los elaboraban eran estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de París, no propagandistas.
"La Internacional Situacionista —el colectivo que inició las protestas— fue el movimiento de las artes más radical de la segunda mitad del siglo XX. Fuente ideológica de la revuelta de París del 68, el movimiento fue condenado al olvido. Pero su revolución continúa en el lenguaje artístico, pues fue el precursor de la estética de todo lo que hoy se considera punk y anarquista. Fueron ingenieros de la ética, estética y retórica de la calle, la huelga, la ocupación, las barricadas, el graffiti. No cabe duda: los límites fueron transgredidos. Se trataba de irrumpir en el espacio público, bajo la premisa, para el espectador, de que 'ver implica participar'", explica el diseñador español Javier Abrego en La revolución del arte (2018).
El cartel del Mayo Francés no sólo emitía un mensaje político, sino artístico: los inicios del cartel moderno, considera la historiadora del arte Patricia Badenes en La estética de las barricadas (2006). "La traducción artística de estos tiempos convulsos —explica— no podía ser otra que una diversificación enorme de estilos, conceptos, actitudes y finalidades. Las barreras tradicionales entre las disciplinas artísticas comenzaron a difuminarse y las reglas se hicieron obsoletas. Los objetos se convirtieron en conceptos: la tierra fértil para el arte contemporáneo".
Más de mil 200 piezas invadieron las calles parisinas. Decenas han sido subastadas. La casa Artcuriel vendió uno —La belleza está en la calle— en 3 mil 380 euros. Entre los compradores figuran particulares e instituciones, como la Biblioteca de Harvard. Además, la Escuela de Bellas Artes de París inauguró recién una exposición con todos estos carteles: Images en Lutte, que estará abierta hasta el 20 de mayo.
El registro fotográfico del movimiento que incendió al mundo hace 50 años es recuperado en una muestra de más de 300 instantáneas que tomó Gilles Caron durante las protesta —que apenas duraron seis semanas. Estará abierta hasta el 28 de julio en el Hôtel de Ville de París, el mismo lugar en el que una pareja se besó en 1950 y, sin querer, se convirtió en el símbolo del amor y la paz en una Europa que sólo conocía baños de sangre.