Hace 200 años, apenas en la mayoría de edad, Mary Shelley escribió una novela inmortal: Frankenstein o el moderno Prometeo. La criatura que cobra vida a partir de cadáveres surgió de la imaginación de una mujer cuya existencia estuvo marcada por la muerte.
Su madre, la filósofa y escritora Mary Wollstonecraft, falleció por complicaciones del parto. Su hermana Fanny, la hija que Wollstonecraft tenía antes de casarse con el filósofo, escritor y periodista William Godwin, se suicidó. Tres de los cuatro hijos que tuvo con el poeta Percy Shelley murieron a temprana edad. En un naufragio, Percy perdió la vida y ella quedó viuda a los 25 años.
"Para colmo, la primera esposa de Shelley se suicidó. Tantas muertes cercanas tuvieron que afectar necesariamente su vida y su trayectoria", dice la escritora Beatriz Rivas.
"Pero no solo la muerte tuvo que ver con su obra, también la manera en la que fue educada por su padre, un filósofo de perfil liberal, y por su madre, una destacada feminista. Mary creía en el amor libre y no confiaba en la institución matrimonial: lo demostró cuando inició su relación con su marido, un hombre casado", agrega la autora de Todas mis vidas posibles.
Que Mary aprendió a leer en el cementerio, frente a la tumba de su madre, o que conservó el corazón de su esposo en su escritorio, son versiones no comprobables. En lo que sí coinciden sus diversos biógrafos, como la argentina Esther Cross, autora de La mujer que escribió Frankenstein (Emecé, 2013), una obra novelada, es en que ella escribió su famoso texto por una apuesta con Lord Byron.
"Mary Shelley captó el miedo de su época con una sensibilidad extraordinaria", advierte Cross. "Cada época tiene un miedo propio. Cuando ella estaba escribiendo Frankenstein había otros escritores preocupados por el tema de la ciencia y la ética, de la presencia de la vida en la muerte y la muerte en la vida. Los avances de la ciencia traían aparejados algunos recelos. Por ejemplo, la gente confiaba en los médicos pero también les temía".
Las historias sobre ladrones de tumbas tenían cierta popularidad en la Inglaterra del siglo XIX y se publicaban en revistas como Blackwood Magazine. En el prólogo a la tercera edición de Frankenstein, la misma Shelley comenta que Lord Byron y Percy Shelley hablaban sobre los experimentos del profesor Erasmus Darwin y la posibilidad de dar vida a la materia inerte, comparte Cross.
Abordó, dice la escritora Ana Clavel, el conflicto angular respecto al ser y destino del hombre. "Eso es lo que revela el monstruo al increpar a su creador por haberlo arrojado a un mundo inhóspito y cruel. Se anticipó a la filosofía existencialista y al estado 'de yecto', el hombre como un ser caído. De ahí su vigencia".
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Se anticipó a la filosofía existencialista y al estado ‘de yecto’, el hombre como un ser caído. De ahí su vigencia”
Mary Shelley tiene una visión desencantada, "pero sobre todo, visionaria", agrega la autora de Territorio Lolita. A la distancia, tanto el lado amoroso como el lado monstruoso de la artista inglesa permanecerán, sostiene. "Ahí radica la complejidad y riqueza de su humanidad y de su obra".
La escritora Ana García Bergua asegura que Shelley creó un arquetipo a partir de la angustia por la muerte. "El monstruo de Franken-stein ha trascendido su época y se ha popularizado como una especie de advertencia frente a la búsqueda de la inmortalidad y la soberbia del ser humano en el afán de dominar a la naturaleza. Muchos monstruos nos acosan ahora, terribles encarnaciones del peligro advertido por Mary Shelley".
La autora de El limbo bajo la lluvia destaca que descubrimientos científicos como la electricidad y teorías seudocientíficas de su época, entre ellos el mesmerismo, fascinaban a la joven escritora. "El reto que lanzó Lord Byron aquella noche de tormenta de 1816, fue escribir una novela gótica de horror. Ella fue más lejos al adaptar el tema del Golem a las teorías científicas que apenas empezaban a desarrollarse".
García Bergua reconoce que en el arquetipo del monstruo castigado por la misma sed de vida que lo creó y cuya existencia está condenada desde el principio, permanecen tanto el lado amoroso como el monstruoso de la obra de Mary Shelley.
La literatura era su profesión y, a la vez, su salvación, concluye Esther Cross. "Ella comparó la trama de El último hombre con su situación personal mientras escribía la novela. Ya viuda, alejada de sus compañeros del movimiento romántico -algunos habían muerto, todos de forma prematura-, se consideraba la última sobreviviente de una raza. Cuando Percy murió ahogado le comentó a una amiga que la muerte de su marido se parecía a lo que había escrito tiempo antes en su novela Matilda. Para ella vida y literatura estaban enlazadas desde distintos puntos de vista. Las conexiones entre Frankenstein y su historia personal son muchísimas, claro, pero ella nunca dijo nada sobre eso".
Su apasionante vida inspiró a la directora iraní Haifaa Al Mansour, quien estrenará el 25 de mayo en Estados Unidos una cinta biográfica de Mary Shelley protagonizada por Elle Fanning, en el año en que se celebran dos siglos de la publicación de su obra maestra, un texto que combina, como en la vida, los extremos del amor y el terror.