Culturas

Rafael Pérez Gay y el oficio de la memoria

En 'Arde, memoria: Antología personal' el periodista y escritor reúne un compendio, hecho por él mismo, de sus cuentos más entrañables.

Cesare Pavese escribió, en su Oficio de vivir, el 10 de octubre de 1935: "Esta noche, bajo las lunares rocas rojas, pensaba en que gran poesía sería mostrarse al dios encarnado en este lugar, con todas las alusiones de imágenes que semejante trato consentiría. Al punto me sorprendió la conciencia de que ese dios no existe, de que yo lo sé, estoy convencido de ello, y por lo tanto otros podrían hacer esa poesía, pero no yo". Pavese acaba de cumplir 27 años. Viviría 15 más; en 1950 ejercería la metafísica forma de morir: el suicidio.

Rafael Pérez Gay se acerca peligrosamente a los 60, como él dice, sin ironía. No es casual que haya elegido a Pavese para el comienzo de su texto introductorio de Arde, memoria. El escritor italiano, uno de los más grandes del siglo XX, le escribió –escribe Pérez Gay- a su fatal amor (Constance Bowling) esta línea: Life is many days. Algo tan sencillo, simple y demoledor. Muchos días. Rafa, desde el prólogo se pone melancólico, Esquilo sostuvo que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Ha renunciado a lo que nunca tuvo: una vida célebre. Siguiendo a Pavese, dejó para otros la gran poesía. Ha vivido, sin smoking, le gustaban las muchachas, el futbol y algunos libros (claro, los de Pavese). Dice Lobo Antunes: son muchas cosas las que pasan a los hombres.

Si Pavese escribió sobre el oficio del poeta (una vieja edición de Bruguera reclama un espacio aquí, primera edición, 1980), Pérez Gay no se avergüenza –como otros- del oficio más lindo, el de periodista. "A mucho orgullo", subraya. El reportero, fiel a la regla artesana, pregunta en medio de este infierno para los reporteros, en medio de esta carnicería: ¿Qué pasa con este ejercicio en México? ¿Qué pasa, Rafael? Pérez Gay responde:

"Los periodistas muertos en México son una de las mayores vergüenzas de las que pudiéramos dar cuenta no sólo los gobiernos y el Estado, sino la sociedad misma. Creo que no ha habido otro momento en la vida mexicana más riesgoso para ejercer el periodismo. Quienes vivimos en la Ciudad de México, casi te diría que hacemos nuestro trabajo sin mayor problema, por eso aquí podría parecer una exageración, pero no lo es...".

(Hay) un tipo de enfermedad en la cual la muerte se acerca y te mira, sí cambia tu vida de muchas formas. Cambia la forma en que coleccionas los días, en que te fijas en las frases, en que cosas que parecería que van y vienen ya no vienen, solamente van

José María Pérez Gay
Escritor y periodista

En el interior de la República, agrega, en lugares como Reynosa, Tamaulipas, como Nayarit, ejercer el periodismo es un riesgo que está cerca de la muerte. Pensamos que la violencia tendría que disminuir. El gobierno de Peña Nieto intentó sacar de los medios la noticia que la violencia subía. Por desgracia, el año 2017 fue uno de los más violentos. ¿No ha terminado? La pregunta llega, como daga, a la herida. La respuesta no puede ser simple ni sencilla:

"Los políticos mexicanos deben sin duda repasar y revisar por qué tenemos tantos muertos, por que la violencia se ha desatado una vez más de este modo y mientras eso se averigua, tenemos que hacer algo fundamental: la despenalización de las drogas. Y en especial de la mariguana. Nuestras cárceles están llenas de jóvenes que fueron arrestados con un guato de mota, no puede ser, ¡mientras que en California tienen la gran fiesta verde! Bueno, eso es lo que pienso de los periodistas muertos, de la despenalización de las drogas, me parecería que disminuiría en cierto sentido la violencia".

Giorgio Bassani, en El Jardín de los Finzi-Contini, escribe tres líneas que amplían la atmósfera en la que Arde, memoria llega a la vida de Pérez Gay: "Cada día más. Un sollozo reprimido y basta. Un peso en el corazón, imposible de compartir con ninguna otra persona del mundo".

Todo parece marchar bien cuando el tren del presente se va dando, de estación en estación, como los años, como los registros cumplidos, así como se hacen los deberes, con más dejarse llevar que imponer un sello a los atardeceres y a las despedidas.

Pero hay algo que el mismo autor reconoce como punto de quiebre, como vuelta de tuerca en la existencia: la enfermedad, esa prima cercana de la muerte que hace revalorar la vida:

"Un tipo de enfermedad en la cual la muerte se acerca y te mira, sí cambia tu vida de muchas formas. Cambia la forma en que coleccionas los días, en que te fijas en las frases, en que cosas que parecería que van y vienen ya no vienen, solamente van. De modo que el momento de la enfermedad, un momento que al parecer nadie de nosotros podrá evitar, -enfermedades largas o cortas- sí, sí te cambia la forma de asistir, de estar y de vivir y de tener un lugar en el mundo".

Entonces, Rafael Pérez Gay, entonces, Rafael: ¿Sí son muchas las cosas que pasan a los hombres? Contesta, sin sentirse entre las cuerdas: "Claro, van ocurriendo durante mucho tiempo, y la forma en la que uno interpreta, ve, sigue lo que le pasa a un hombre, puede ser, uno, la literatura; dos, la vida misma; y tres, un camino en el paso del tiempo y de los años que nos conduce hacia lo irremediable…".

16 de octubre de 1935, Pavese en su Oficio de vivir (la misma edición vieja y maltratada de Bruguera): "Hasta ahora he revelado una tendencia a ensalzar en la vida más bien las facultades estéticas gozadoras que las activas renovadoras. Esto es, una incapacidad para dar el gran paso renovador, después del cual podría, está claro, juzgar y gozar la vida como me plugiera".

¿Es posible escribir una biografía en cuatro párrafos?, se pregunta Pérez Gay. Y se responde: estaría bien que así fuera. Valdría, pues, para acompañar el lanzamiento de esta antología de vida, recordar el texto de Cortázar que el mismo Rafael cita en La burbuja y otras noticias del futuro, uno de los textos que conforman este tomo:

Sé que me acordaré del ruido de un wáter en alguna habitación lejana de hotel su triste catarata de bolsillo, su inevitable recurrencia.

La memoria, después de todo, se consume en la fogata del precario y confuso recuerdo.

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