¿Y si los Beatles hubieran sido mujeres?
Lo dijo el mismo John Lennon: "¿Mujeres con guitarras? ¡Ja! ¡Eso jamás funcionaría!".
Hace exactamente medio siglo, el mundo fue un hervidero de cambios. Y el final de la primera banda de rock integrada exclusivamente por mujeres: las Liverbirds.
La historia de las Liverbirds —contada, en parte, por Julia Sneeringer en A Social History of Early Rock and Roll In Germany— comienza en 1962, con tres adolescentes sin mucho futuro reunidas en la mesa de The Cavern, un bar de Liverpool famoso por su cerveza barata y por presentar lo mejor de algo que muchos ya llamaban La Invasión Británica.
Sin el permiso de sus padres, las primas Mary, Verónica y Rita McGlory se bebieron varias pintas de cerveza frente cuatro chicos de "aspecto afeminado" —según Mary— que tocaban lo mismo que todas las bandas de la ciudad: rock and roll. No eran canciones originales; salvo una, que tenía un coro repetitivo: Love, love me do, you know I love you...
Ya algo ebrias y haciendo mofa de las agudas voces de los chicos, las primas cantaron y bailaron. Al acabar el show, preguntaron al mesero el nombre de los chicos.
— No me digan que no los conocen. Son la sensación de Liverpool: ¡The Beatles!
— ¿Pero cómo se llaman?, replicó Mary.
— Sé que el de lentes es John; el de la batería es Pete. No recuerdo el de los demás.
Los otros dos nombres estaban en el cartel de la entrada: Paul y George.
Mary McGlory era católica en un país protestante. Hija de un comerciante marítimo y una conductora de tranvías. Con sus vinilos de Del Shannon o de Chuck Berry, sorteaba los días en los que sus padres discutían por las deudas.
La mañana después de ver a los Beatles —cuenta Dave Salam en Life After Dark: A History of British Nightclubs & Music Venues— una idea se pegó en su cabeza como sanguijuela: formar una banda. Llamó por teléfono a sus primas. Ellas creyeron, en un inicio, que se trataba de sumarse como coristas a un grupo de hombres. Pero cuando supieron el plan, la llamaron loca.
La necedad de Mary rindió frutos. En cuestión de semanas, las chicas estaban reunidas en una habitación con dos guitarras, un bajo y una batería. Se las ingeniaron para conseguir el dinero y comprar los instrumentos más baratos en el Hessy's Music Centre, la tienda a donde acudían todos los jóvenes que querían formar su propia banda.
Sólo un obstáculo se presentó en su camino: no sabían tocar una sola nota.
En Liverpool —dice Salam— circulaba una revista llamada The Mersey Beat, en la que los jóvenes se anunciaban para integrar una banda de rock. Mary la compró y halló lo siguiente en la última página, en un diminuto recuadro: Valerie Gell and Sylvia Saunders, guitar players.
Valerie tenía conocimientos básicos en compases, acordes y armonías. Sylvia era baterista por oído. Los ensayos eran clases donde todas enseñaban y aprendían lo que podían. En seis meses, compusieron un puñado de canciones, grabaron un demo casero y consiguieron algunas tocadas en Liverpool. Se cambiaron el nombre a The Liverbirds, en alusión al ave mitológica de la bandera de su ciudad. Mary sabía que debían tener un buen nombre si querían competir con grupos como The Rolling Stones y The Kinks.
La cantante Irene Green se sumó a la banda. Las primas de Mary renunciaron porque sus padres las amenazaron con retirarles el habla para siempre.
Con el tiempo, recuerda Sneeringer, las Liverbirds se hicieron amigas de los Kinks, quienes subían como la espuma mientras ellas soportaban rechazos de los clubes y las disqueras. Los Kinks las invitaron a Londres para "conocer gente". A ellos les encantaba el sonido de las guitarras de las chicas; se las pidieron prestadas para grabar You Really Got Me, que entonces era un demo sin mucho chiste. A cambio, los Kinks las invitaron a grabar un cover de Chuck Berry, Reelin and Rockin, con Mick Jagger en las maracas.
El viaje a Londres funcionó. Un agente de nombre Henri Henroid les ofreció una temporada de seis semanas en el Star-Club de Hamburgo, el mismo lugar donde los Beatles se hicieron famosos. Las Liverbirds comenzaron a sonar fuerte. Todas desobedecieron a sus familias.
Para que pegaran en la radio, alguien en Alemania les aconsejó "hacer la voz más grave". Se hicieron peinados de hongo y se vistieron como Paul, Ringo, George y John. En la prensa británica se rumoró que Brian Epstein estaba interesado en ellas. Antes de salir al escenario, el Star-Club las presentaba como "die weiblichen Beatles".
En Hamburgo vivieron sus mejores años. Cinco para ser exactos. Grabaron dos discos, Star-Club Show 4 y More of Liverbirds, y agotaron los boletos de todos sus conciertos. Los asistentes se llegaban a contar en cientos.
En 1967 Sylvia quedó embarazada y se casó por orden de sus padres. Un año después, justo cuando Yamaha las había invitado a una gira por Japón, Valerie se enteró que su novio había quedado tetrapléjico tras un accidente automovilístico. Pudo haber elegido el rock, pero terminó casándose para cuidarlo. Sin ella, que era la más docta en conocimientos musicales, las Liverbirds se separaron. Mary se casó tiempo después con el productor musical alemán Frank Dostal, con quien tuvo dos hijos. Él ya murió y de ella no se sabe mucho. Valerie murió hace un par de años; The Guardian la recordó con un breve obituario en su página web.
La música de las Liverbirds fue recopilada en 2010 en el álbum From Merseyside to Hamburg - The Complete Star-Club Recordings. Recientemente, fueron añadidas a Spotify, donde cuentan con 307 oyentes al mes.
Las Liverbirds fueron una esperanza para la música pop femenina.
Ha llegado el momento de soplar el polvo del olvido.