Culturas

Selección rusa 'le saca filo a la hoz'

El pase a octavos de final deja atrás una costumbre rusa de primeras rondas; en la era soviética el futbol formó parte de la plataforma del Politburó, todo cambió en el 90.

COPA MUNDIAL

RUSIA 2018

Ayer Rusia rompió con una tradición de amarguras. El 3 a 1 sobre Egipto en su segundo partido de la justa futbolística hizo recordar los ya lejanos Mundiales de la segunda mitad del siglo XX, cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) era un equipo de temer.

El poderío de la hoz y el martillo no fue producto de la casualidad, sino de una férrea política de Estado en la que el deporte era un vehículo para demostrar la superioridad del modo de producción de comunista frente a las economías capitalistas, aseguran en entrevista expertos consultados por El Financiero.

Al comenzar el campeonato, Rusia ocupaba el último lugar de la cadena alimenticia del futbol. El depredador soviético se había quedado sin dientes. Este año, la Selección rusa llegó a su propia Copa del Mundo en el lugar 70 del ranking de la FIFA, por debajo de países como Panamá o Nigeria. Las viejas glorias de aquella maquinaria roja que lideró Lev Yashin y que obtuvo el cuarto lugar en Inglaterra 1966 apenas permiten avizorar un posible retorno a la grandeza.

El surgimiento de la fuerza

Entre 1920 y 1940, la liga soviética impuso reglas poco ortodoxas. En una clara analogía a la noción comunista del trabajo, se estableció que el campeón no sería el equipo que obtuviera más victorias o más puntos, sino aquél que disputara la mayor cantidad de partidos y que incluyera a sus jugadores en labores comunitarias, explica Mario Alessandro Curletto en Futbol y poder en la URSS de Stalin (2018).

La gente siempre tenía dos clubes campeones: el "oficial" y el "verdadero", que usualmente se definía por medio de los cálculos que hacían los mismos aficionados, y su coronación se celebraba en secreto para no levantar sospechas de complot ante el servicio secreto.

Según Curletto, durante toda la era soviética los clubes fueron propiedades estatales. En la nación de los gulags y los trabajos forzados ganar no era lo más importante: el triunfo era visto como un estereotipo capitalista. Los futbolistas más reconocidos —dice— a menudo eran los que ejercían labores políticas o los que practicaban otros deportes.

Lev Yashin se inició como portero del equipo de hockey de la fábrica de herramientas para la que trabajó durante la Segunda Guerra Mundial. En vida fue condecorado con la Orden de Lenin y la Orden Bandera Roja, dos de las distinciones más importantes del gobierno soviético.

Con los enormes avances en medicina científica y los amplios presupuestos en materia deportiva, el régimen socialista granjeó la mejor época del futbol ruso, sostiene el historiador y experto en movimientos de izquierda, Carlos Illades.

Los deportistas, agrega, no cobraban por practicar una disciplina, pues sus gastos eran cubiertos por sus sindicatos para que ellos pudieran dedicarse de lleno al alto rendimiento. "El deporte era un proceso educativo y social de largo plazo, un sistema de scouting en el que había más contacto con la comunidad".

El Mundial entre líneas

El objetivo del presidente Vladimir Putin al aceptar la organización del Mundial de 2018 nunca fue deportivo, sino político, considera Illades.

Entre los planes del ex agente de la KGB y actual cinta negra en judo nunca figuró la idea de fabricar una selección de altos vuelos, sostiene el doctor en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Alejandro Salgó. Sí, en cambio, hubo la intención de enviar un mensaje entre líneas a los líderes occidentales: "Rusia ya no es la Unión Soviética, tampoco se adherirá a todos los acuerdos internacionales, pero aún así es capaz de organizar la gran fiesta del futbol bajo las reglas capitalistas".

Poco le importó a Putin que la Liga Premier rusa sea una de las competencias que menos dinero produce en Europa. Sus ingresos alcanzan apenas los 703 millones de euros por temporada, casi la misma cantidad que genera el Manchester United en Inglaterra en el mismo periodo de tiempo, según la consultora Deloitte.

Si antes el futbol ruso era materia de Estado y reflejo de la disciplina del régimen comunista, hoy es un deporte frágil que todavía sufre los embates de la disolución de las URSS, ocurrida en diciembre de 1991, afirma Illades.

Mientras que de 1958 a 1990 los soviéticos clasificaron a siete de los nueve Mundiales que se celebraron, y fueron una potencia temible a la par de Brasil, Alemania o Italia, a partir de la caída de los muros Rusia sólo ha clasificado a tres de los últimos seis Mundiales que se han organizado -el actual no se cuenta porque los anfitriones se clasifican en automático.

Cuando la URSS llegó a su fin, el sistema de juego y el talento de los jugadores quedó repartido en 15 países, como Estonia, Lituania, Ucrania o Bielorrusia, observa el autor de El futuro es nuestro.

"Rusia es un Estado multiétnico, pero no ha sabido traducir su diversidad cultural al futbol. La disolución de la URSS provocó que hubiera menos capacidad de selección de jugadores. Se perdió el alto grado de organización que tanto caracterizó al régimen y que siempre se reflejó en el deporte. El futbol fue uno de los medios que utilizaron los sistemas socialistas para demostrar su superioridad frente a los países capitalistas", añade.

“Rusia 2018 es la fiesta de Vladimir Putin. Un festejo de Rusia para los rusos”.

Alejandro salgó
Doctor en Ciencias Políticas

De Rusia para Rusia

La inauguración de la gran fiesta del futbol estuvo marcada por la ausencia de los principales líderes de Occidente. Ninguno de los cuatro grandes —Theresa May (Reino Unido), Angela Merkel (Alemania), Donald Trump (Estados Unidos) y Emmanuel Macron (Francia)— asistió a la ceremonia de apertura en Moscú.

"Posiblemente ni siquiera fueron invitados. Tomemos en cuenta que Rusia 2018 es la fiesta de Vladimir Putin. Un festejo de Rusia para los rusos", asegura Salgó.

Detrás de la Copa del Mundo hay un interés por parte del gobierno ruso de demostrar que ya son pocos los vestigios que quedan de la era soviética, afirman los entrevistados. Pero es innegable que aún existen vicios políticos del régimen comunista, como la falta de rendición de cuentas, el burocratismo y la corrupción, observan.

De la era Rómanov a la de Putin, Rusia está acostumbrada a la mano dura de sus gobiernos. Y esto se debe, dice Salgó, a su orografía: al carecer de defensas naturales, ha sido invadida por mongoles, polacos, suecos, franceses y alemanes. Esta indefensión ha provocado que la sociedad rusa necesite de una figura autoritaria que mantenga al margen a los enemigos.

"Las decadentes economías occidentales repudian a Putin, pero en realidad él es el hombre que necesita Rusia en estos momentos -concluye Salgó-: alguien que imponga autoridad dentro y fuera del país, pero que al mismo tiempo sea capaz de brindarle al mundo la imagen de una Rusia renovada".

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