En la curva del codo de México se encuentra el Istmo de Tehuantepec, la franja de tierra más delgada del país, donde el Atlántico y el Pacífico están separados por apenas 200 km. Los vientos del oeste mueven las turbinas generadoras de electricidad, en el exuberante suelo crece el limón, el mango y otros cultivos, y es el corazón de una vibrante cultura indígena zapoteca.
Pero es también el hogar de algunas de las comunidades más pobres de México. Un poderoso terremoto en 2017 provocó una enorme devastación apenas cuatro años después de que un huracán azotara el Istmo simultáneamente desde ambas costas.
Ahora, Andrés Manuel López Obrador, o AMLO, el favorito en las elecciones mexicanas del 1 de julio, tiene la mirada puesta en la puerta de entrada al sur profundo de México. Quiere revitalizar un corredor ferroviario a través del Istmo y que podría funcionar como un mini Canal de Panamá, abriendo un atajo hacia el Atlántico.
El plan no es novedoso en lo absoluto: los rumores sobre la reactivación de un corredor comercial en esta zona se han escuchado durante décadas. Pero Gerardo Esquivel, un economista graduado de Harvard y experto en desarrollo, quien es uno de los asesores económicos de López Obrador, considera que China es el paso lógico para hacerlo realidad.
China está invirtiendo en corredores comerciales que abarcan 65 países bajo su iniciativa Un cinturón, Una Ruta, además de estar aumentando las inversiones en América Latina más allá de su enfoque tradicional en las materias primas.
"Es el tipo de proyecto en el que China seguramente querrá invertir, porque son proyectos de infraestructura a largo plazo con rendimientos claramente positivos", dice Esquivel. Se prevé que el proyecto cueste 7 mil millones de dólares tan sólo en el primer año y requiera una combinación de fondos públicos y privados.
Esquivel describe el corredor como un proyecto emblemático, que no sólo proporcionará una ruta alternativa para permitir que las mercancías eviten el Canal de Panamá, el cual se encuentra más de 2 mil km al sur, sino que también les dará a las empresas una razón para ubicarse en la decaída región sur de México.
De 2014 a 2016, México captó más de 40 acuerdos de inversión chinos valorados en más de 4 mil millones de dólares, según un estudio del Atlantic Council. El grupo de estudio dijo que era "una cantidad extraordinaria considerando que no había obtenido más de cinco acuerdos el año anterior".
Pero hay un inconveniente: China tiene un historial algo triste de inversiones en la infraestructura mexicana. Beijing intentó impulsar otro gran proyecto hace cuatro años -un enlace ferroviario de alta velocidad que conectaría la Ciudad de México con la ciudad de Querétaro-. El presidente Enrique Peña Nieto se vio obligado a cancelar un contrato adjudicado a un consorcio encabezado por China Railway Construction Corp-vergonzosamente apenas dos días antes de una visita a Beijing- después de fuertes críticas por la falta de transparencia. Luego se supo que la mansión de la familia, llamada la Casa Blanca, del presidente había sido pagada por un contratista que era miembro del consorcio de trenes encabezado por la compañía china.
Ése es exactamente el tipo de escándalo de corrupción y amiguismo que AMLO está prometiendo erradicar.
López Obrador querrá anunciar el Corredor Transísmico "el primer día de su gobierno", dice Esquivel. Sugiere que Carlos Slim, el magnate de las telecomunicaciones con grandes intereses en la infraestructura, también podría estar interesado; se asoció con López Obrador en la regeneración del centro histórico de la ciudad durante el mandato de cinco años de AMLO como alcalde de la Ciudad de México.
Sin embargo, Marcelo Ebrard, quien dirige la campaña de López Obrador en el norte de México, dice que espera que los inversionistas estadounidenses sean los más interesados: "EU es nuestro socio principal", dice.