Según las reglas de la Ciudad de México las cuales han sido diseñadas para reducir la contaminación, el Ford Explorer del año 1994 de José debería de dejar de circular un día a la semana y todos los sábados. En vez, él le paga 500 pesos (27 dólares) a un mecánico amigable que entonces lleva el coche a un amigable centro de verificación de vehículos para su prueba semestral obligatoria de emisión de gases. Y, problema resuelto.
"Yo creo que los mecánicos vierten una mezcla de agua y disolvente de pintura en el tanque para reducir los gases de escape", afirma José abiertamente, aunque ha pedido que utilicemos este seudónimo en lugar de su verdadero nombre. Él supone que el mecánico sólo gana 100 pesos y utiliza el resto para pagarle al personal del centro de verificación para hacerse de la vista gorda.
Es un soborno bastante barato, pero como dice José, este negocio depende del volumen. "Es una costumbre generalizada, especialmente si tienes un coche de 15 ó 20 años. Si tu coche tiene más de 10 años, siempre tienes que pagar. Yo diría que 60 por ciento de los vehículos que pasan la prueba pagaron al menos 500 pesos".
Esto tal vez suene poco notable dentro de las historias de los numerosos sobornos — o "mordidas" como se dice en México — si no fuera por el hecho de que la calidad del aire en la abultada capital ha alcanzado los niveles más bajos en 15 años. La Comisión Ambiental de la Megalópolis ha declarado contingencias ambientales seis veces desde mediados de marzo debido a los niveles de ozono. Una de ellas, el 15 de mayo, fue la primera ocurrida en un domingo en 30 años. La emergencia ha producido una fuerte reacción: los periódicos han publicado numerosas fotografías de la nube de contaminación, acompañadas de gráficas detallando el daño que causan las partículas venenosas. Las restricciones de circulación se han endurecido y los niveles de ozono llegaron a niveles tan altos que las autoridades de la ciudad estuvieron a punto de declarar una contingencia de nivel dos que hubiera prohibido temporalmente la circulación de 50 por ciento de los automóviles.
Ése sería el peor castigo en una ciudad donde el medio de transporte que utilizas es un indicador de tu clase social. La mayoría de los habitantes de clase media se insultarían si se les pidiera que utilizaran el metro (la mayoría nunca lo han hecho) y se estremecen de la idea de usar los autobuses. Uno pensaría que los mexicanos, los cuales trabajan las horas más largas en la OCDE, evitarían viajes épicos tales como el de 90 minutos que realicé el otro día en un intento de recorrer 4 km. Moviéndome a paso de tortuga, no pude cambiar de velocidad o asumir el estoicismo que muestran los mexicanos durante los embotellamientos diarios en la ciudad.
Yo normalmente me transporto en bicicleta. No es tan terrible como suena pero sí tengo que estar al tanto de lo que está pasando y esperar que no esté inhalando demasiado veneno. Pero los mexicanos están comprando coches tan rápidamente como el séptimo fabricante automotriz en el mundo los puede producir. Las ventas domésticas de automóviles alcanzaron niveles récord en abril, cerca de 25 por ciento superiores que en abril de 2015, y ya comenzaron las obras de construcción de carreteras de dos niveles.
El consumo doméstico es el motor del crecimiento económico por lo que no hay un incentivo oficial para disuadir a las personas de comprar automóviles fabricados en México junto con productos asociados como la gasolina. ¿Cuál es el resultado de todo esto? Una triple amenaza de congestión, contaminación y — según los estimados gubernamentales que indican que se han falsificado las pruebas de emisión de gases de 1.7 millones de coches —corrupción.
Pero por ahora la contaminación está poniendo a prueba a los funcionarios. Se han establecidos nuevas regulaciones para acabar con la corrupción en las pruebas de emisión de gases. Es una pequeña pero extensa prueba del deseo del gobierno de erradicar los sobornos, alguna vez descritos como un fenómeno "cultural" por el Presidente Enrique Peña Nieto. La ley para implementar un sistema anticorrupción está atorada en el Congreso.
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