Demasiada financiación es algo muy peligroso. La crisis financiera mundial se lo demostró a cualquiera que tenga ojos. Pero la investigación económica ha estado poniéndose al día y ha comenzado a demostrar de formas matizadas cómo el crecimiento financiero puede dañar la economía de un país.
En su nuevo informe sobre la estabilidad financiera mundial, el Fondo Monetario Internacional añade más combustible a la hoguera fúnebre que es la reputación de la industria financiera por hacer "la obra de Dios", como proclamó el jefe de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, en 2009, un año después de que las finanzas mundiales estuvieron a punto del colapso.
En una sección enfocada en la deuda de los hogares, el FMI establece estadísticamente lo que podríamos haber imaginado: un aumento de la deuda de los hogares puede impulsar el crecimiento económico a corto plazo, pero, de tres a cinco años después, disminuye el crecimiento más que lo que habría disminuido si no hubiera ocurrido un aumento de esta deuda. Además, aumenta considerablemente el riesgo de una crisis bancaria.
Surgen dos preguntas: ¿Es creíble esta conclusión? Y ¿cómo se explica esto?
La respuesta a la primera pregunta es que sí es creíble, porque corrobora una serie de estudios recientes sobre los peligros del crecimiento financiero. El propio FMI ha establecido previamente que el desarrollo financiero puede mejorar la prosperidad de un país en la etapa inicial -una economía moderna necesita servicios financieros- pero cuando alcanza cierto tamaño, cualquier desarrollo posterior, en promedio, destruye la riqueza.
Pero es importante reconocer que no todos los tipos de financiación son iguales. También la OCDE ha mostrado la conclusión general de que más allá de cierto punto, más financiación es económicamente perjudicial.
Pero cuando los investigadores separaron distintas formas de financiación, descubrieron algo importante y fascinante: los peores efectos provienen de las finanzas bancarias y del crédito que se extiende a los hogares. Eso corrobora los nuevos resultados del FMI. (La OCDE encontró que también el crédito empresarial puede reducir el crecimiento, pero no tanto como los préstamos a los hogares).
Los efectos son grandes: el costo de un exceso de financiación sobre la prosperidad y la subsistencia es significativo. ¿Cómo puede suceder esto, especialmente cuando la propia industria insiste en que contribuye al crecimiento de la economía mediante el aumento del acceso al crédito?
La respuesta podría ser que así es precisamente como perjudica a la economía más amplia. Los estudios del Banco de Pagos Internacionales señalan que el crecimiento financiero envía recursos hacia actividades que producen bienes que pueden fácilmente comprometerse a cambio de créditos.
Dichas actividades, como la construcción de casas, suelen tener un menor crecimiento de la productividad. También la asignación de mano de obra puede estar distorsionada, en parte porque la gente talentosa se va al sector de las finanzas y se aleja de otros sectores. Por último, los mayores balances pueden crear más inestabilidad al amplificar las fluctuaciones en el valor real en que se basan las reclamaciones financieras.
¿Qué significa todo esto para la política?
En primer lugar, significa que administrar la financiación es sumamente problemático, en parte porque es difícil que los políticos se opongan al crédito fácil a los hogares. Peor que eso, los sistemas políticos democráticos con frecuencia recurren a la expansión del crédito como un sustituto para la creación de prosperidad real. Sin un continuo crecimiento del endeudamiento de los hogares, la modesta recuperación ocurrida desde la crisis podría haber sido aún más decepcionante.
En segundo lugar, como mínimo, las autoridades deben definir activamente la forma en la que se ofrece la financiación: mucha mayor financiación al mercado bursátil y de valores, y muchos menos préstamos bancarios, sería un buen paso.
Y, en tercer lugar, no hay excusa para no tomar medidas para que el sistema financiero sea más seguro. Las pruebas demuestran claramente que se necesita responsabilizar a los inversionistas de las pérdidas, a través de mayores requisitos de capital, regulaciones de recapitalización, o "bail-in", aplicadas de forma consistente y una mayor tolerancia de las reestructuraciones.
Si eso lleva a menos economías intensivas en créditos, como amenazan a menudo los financieros, entonces que así sea. Incluso puede ser una ventaja.
Financial Times