No sabemos nada de lo que Donald Trump y Vladimir Putin acordaron en su conversación privada de dos horas. Pero las alabanzas que Trump le dedicó al exagente de la KGB en público fueron asombrosas.
El presidente estadounidense finalizó la conferencia de prensa conjunta -la muestra más obsequiosa jamás hecha por un presidente estadounidense a un homólogo ruso- gritando "una verdadera cacería de brujas" (en referencia a la investigación de la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses) mientras salía de la sala. Comenzó y terminó con la política doméstica en mente.
Cuando se le preguntó si Rusia tenía parte de la culpa del declive de las relaciones, Trump respondió: "Creo que la investigación de (Robert) Mueller es un desastre para nuestro país".
No mencionó la anexión de Crimea por parte de Rusia, el envenenamiento de ciudadanos británicos en suelo británico, o el hecho de que el propio jefe de inteligencia de Trump comparara los ciberataques rusos con los momentos previos a los ataques del 11 de septiembre.
Michael Hayden, un exdirector de la CIA, dijo que las quejas en la CIA, el Departamento de Estado y el FBI fueron sin duda audibles. Otros no fueron tan amables. John Brennan, otro exdirector de la CIA, tuiteó que el comportamiento de Trump fue "completamente traicionero".
Incluso aunque las probabilidades de juicio político a Trump siguen siendo bajas, ha puesto al mundo occidental en una crisis existencial. Fue apenas el miércoles pasado cuando llegó a Bruselas para la cumbre de la OTAN. Desde entonces, ha transitado un camino de masacre diplomática con los aliados más cercanos de Estados Unidos.
Acusó a Angela Merkel, la canciller alemana, de ser "cautiva" de Rusia. Ha descrito a la Unión Europea como un "enemigo" principal de Estados Unidos. Debilitó la posición de Theresa May, la primera ministra de Gran Bretaña, durante una visita de trabajo al Reino Unido. Pero no ha prodigado más que alabanzas al líder autocrático de Rusia.
Sólo Putin escapó de las críticas de Trump. Los resultados del viaje de cinco días de Trump es una OTAN en crisis y un genuino reinicio de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, todo a favor de Putin.
¿Qué sucederá después? La primera preocupación se relaciona con la preparación de la OTAN. El principio clave de este organismo es que un ataque a uno de sus miembros es un ataque a todos.
El Artículo 5 de la OTAN tiene como propósito funcionar como un elemento de disuasión para los posibles adversarios. Nadie sabe qué le dijo Trump a su contraparte ruso en privado. Pero es probable que Putin se sienta muy envalentonado por los acontecimientos de la semana pasada.
¿Cuáles son las probabilidades de que Trump acuda en ayuda de un país báltico si Putin lanza una de sus guerras híbridas? ¿Cuáles son las posibilidades de que Putin intensifique los ciberataques contra democracias como Alemania y el Reino Unido y, por supuesto, Estados Unidos?
Trump ha dejado la OTAN preguntándose si cuenta realmente con un socio del otro lado del Atlántico. Le está ofreciendo a Rusia el equivalente a una 'portería vacía'.
La segunda preocupación es la longevidad de la investigación de Mueller. La mayor parte de las respuestas de Trump a las preguntas directas sobre la injerencia de Rusia en las elecciones estadounidenses fueron quejas sobre los críticos domésticos, desde el Partido Demócrata hasta el equipo de Mueller y los medios de comunicación.
Pero comentó que había recibido negaciones muy categóricas de Putin, así como una "idea muy interesante" para la colaboración conjunta entre Estados Unidos y Rusia para investigar las acusaciones de injerencia electoral.
Es difícil exagerar la ironía de la sugerencia de Putin. Asimismo, es difícil comparar cualquier cosa al hecho de que un presidente estadounidense dude de la palabra de sus propias agencias de inteligencia, mientras se encuentra al lado del principal adversario geopolítico de Estados Unidos. El futuro de la alianza occidental se encuentra ahora en grave duda. Trump se ha asegurado de que así sea.