El Fondo Monetario Internacional (FMI) actualmente reconoce que el programa acordado en 2010 fue tremendamente irreal. ¿Hay un camino para la conversión de Grecia en una exitosa economía autofinanciada en la eurozona? ¿Qué se necesitaría para encaminarla? Son preguntas relevantes sobre su difícil situación económica y las terribles relaciones con sus socios.
Tampoco tiene mucho que ver con lo que está pasando, que implica una actitud de "extender y fingir".
La eurozona finge que Grecia no está incumpliendo, Grecia finge que llevará a cabo reformas y ambos buscan ganar tiempo. ¿Cómo sería un ajuste de cuentas honesto?
Un punto de partida debe ser el más reciente análisis de sostenibilidad de la deuda del FMI y se puede resumir en: nos gustaría pedir disculpas por el desastre que hemos ocasionado.
Incluso el alivio de la deuda impuesto en 2011-12 fue insuficiente, a menos que se creyera en la verosimilitud de "los extremadamente ambiciosos objetivos de crecimiento, el superávit fiscal y la privatización", propuestos por el gobierno griego, con el apoyo de sus socios de la eurozona. Pero, los hechos posteriores muestran que estos objetivos eran inalcanzables.
El FMI reporta que "en todas las áreas de políticas clave -fiscal, estabilidad del sector financiero, mano de obra y mercados de productos y servicios- los actuales planes de políticas de las autoridades no están a la altura de lo que se requeriría para lograr sus ambiciosos objetivos".
Argumenta, que Grecia no logrará un sostenido superávit fiscal primario de 3.5 por ciento del PIB. El ajuste fiscal adicional de 4.5 por ciento del PIB necesario no sucederá; sería difícil en cualquier lugar. En un país que posee un disfuncional sistema de impuestos y gestión, en medio de una gran depresión es imposible. En cambio, el FMI asume un superávit primario de 1.5 por ciento del PIB.
Además el FMI ha rebajado su tendencia de crecimiento de largo plazo a 1.25 por ciento anual y supone que las tasas de interés de la deuda en la eurozona con categoría triple A subirán de los niveles actuales, conduciendo a un alza en las tasas a la deuda oficial griega de la eurozona.
Por último, supone que Grecia tendrá que pagar una tasa inicial de 6 por ciento cuando se reincorpore al mercado.
En conclusión, la deuda es insostenible en términos de las acciones y de los fondos necesarios para pagarla.
Para hacer que la deuda sea sostenible -sin la reducción de su valor nominal, que los miembros de la eurozona quieren evitar- es necesario que haya significativas extensiones de la madurez, aplazamientos de pagos adicionales y una fijación de las tasas de interés oficiales a no más de 1.5 por ciento.
Los miembros de la eurozona tendrían que compensar al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) -fondo de rescate de la Unión Europea (UE)- por las pérdidas ocasionadas por la fijación de tasas de interés de los préstamos griegos. Este ajuste de cuentas es muy pesimista, en lugar de ser fantasiosamente optimista.
Pero, ¿es demasiado pesimista y requiere medidas inmediatas?
El argumento que apoya el hecho de que es demasiado pesimista se basa en que, con unas modestas mejoras y con un renovado apoyo por parte del Banco Central Europeo, la economía griega y su posición en relación a la deuda podría terminar mejor de lo previsto.
De ser así, los términos bajo los que Atenas podría pedir préstamos al sector privado mejorarían enormemente. El argumento de que la eurozona puede esperar es que los pagos de servicio de la deuda sobre la deuda oficial son tan favorables que no es necesario tomar ninguna medida actualmente.
Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas alemán apoya la política de "esperar". Considerando estas incertidumbres, ¿qué se debe hacer?
Hay tres opciones realistas.
La primera, seguir quizá por décadas, repartiendo dinero para mantener al sistema griego funcionando e insistir en que se acaten objetivos que pudieran conducir a la sostenibilidad, pero que no se lograrán.
Segunda, acabar con este patrón de comportamiento admitiendo que los superávit primarios no son realistas. Además, las reducciones permanentes en el actual valor de la deuda deben ser negociadas con reformas moderadas y sólo después de su logro.
La tercera opción, rechazada hasta ahora por el pueblo griego y la eurozona, es aceptar que no puede prosperar dentro de la eurozona.
Si la demanda interna se recuperara, el déficit exterior comenzaría de nuevo a elevarse. ¿Quién financiaría eso? Si nadie lo hiciera, el financiamiento del déficit exterior sería la restricción vinculante. Grecia podría verse atascado en una depresión permanente.
Hay sólo dos maneras plausibles de evitar esta situación: transferencias permanentes o una enorme depreciación real.
Esta última no puede producirse rápido en la eurozona.
La opción de la salida de Grecia de la eurozona, o "Grexit", podría resurgir.
Mientras tanto, el FMI tiene que decidir su propia posición. Ahora ha retado a la eurozona. Alemania quiere que el FMI se involucre, pero no quiere sus demandas sobre la deuda. Por lo que Berlín debe tomar una decisión.
Si el FMI no recibe las concesiones que busca, está moralmente obligado a 'retirarse' del desastre griego. Debería hacerlo, quizá no salve a Grecia, pero puede salvarse a sí mismo.
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Financial Times