No hay duda de que los hechos alternativos tan amados por la Casa Blanca de Donald Trump indican que el discurso inaugural del presidente fue acogido con sinceros aplausos alrededor del mundo. El discurso fue observado atentamente. La reacción preponderante entre los amigos de EU fue de incrédulo horror. En los anales de la política moderna, este discurso fue verdaderamente "significativo". El poder blando que EU había acumulado durante décadas se esfumó en tan sólo 17 minutos.
Vladimir Putin, el presidente de Rusia, respaldó a Trump. También lo hizo el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien ha celebrado la victoria del presidente apropiándose de más territorio palestino. Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, promete ser tan leal a Trump como le ha sido Putin.
Orbán anhela atención. Si se va más allá de los autoproclamados "hombres fuertes" es verdaderamente difícil escuchar una descripción positiva del nuevo líder del mundo libre.
El problema para otros países — tal vez más para los aliados tradicionales que para los adversarios — es que no se puede ignorar a Trump. EU es la única superpotencia del mundo. Su papel como eje del orden geopolítico no puede desaparecer con sólo desearlo. Washington es el punto de referencia para la política exterior de todos los demás.
Así es que han transcurrido largas jornadas en las que los responsables políticos del mundo entero deliberan sobre cómo lidiar con un presidente con tan tenue comprensión de la historia o de las realidades estratégicas. Una primera impresión proveniente de los ministerios de relaciones exteriores de países aliados es que el nacionalismo económico de Trump amenaza con fragmentar el sistema de comercio internacional abierto. Y su afán de intimidar a México representa una seria advertencia para sus antiguos amigos.
La indiferencia hacia las antiguas alianzas de seguridad firmemente establecidas invita a otros a llenar el vacío: Rusia en Europa del Este y en el Medio Oriente; China en el Sureste Asiático. Los aliados que alguna vez se sintieran seguros ahora se sienten vulnerables. ¿Cuánto tiempo transcurrirá antes de que Japón, por ejemplo, considere tener su propia fuerza de disuasión nuclear?
Theresa May, la primera ministra del Reino Unido, está en Washington esta semana con la esperanza, si no con la convicción, de que no hay que interpretar fielmente lo que Trump dice cuando pisotea los principios y valores que han sustentado el liderazgo estadounidense de la posguerra. El presidente, un entusiasta vocero del Brexit, le ha prometido un acuerdo comercial.
Que los líderes británicos permanezcan cerca de quien ocupe la Casa Blanca es un principio rector imperecedero. Muchos todavía palidecen ante el afán con el que Tony Blair se congració con George W. Bush en 2001. Aunque terminó mal para el Sr. Blair, todavía sigue siendo válida la noción de que vale la pena sacrificar un poco de dignidad para ser el primero de la línea en Washington.
La trillada presunción es que el Reino Unido puede servirle de Grecia a la Roma de EU, en esta ocasión guiando al basto e inculto Trump hacia políticas más inteligentes. La primera ministra tiene más que perder que sus predecesores. La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea (UE) destruye el pilar europeo de su política exterior. Ella no puede darse el lujo de ver que el pilar estadounidense colapse en el Atlántico.
Todavía no ha habido ninguna muestra de que el nuevo presidente cambiará de opinión sobre algo importante. Shinzo Abe, el primer ministro de Japón, fue el primer líder mundial en reunirse con Trump después de las elecciones de noviembre. Una de las primeras decisiones del Presidente al asumir el cargo fue ignorar los argumentos de Abe de salvar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés).
Europa está mayormente a la expectativa. La canciller alemana Angela Merkel dice que espera tener "intercambios respetuosos" con el Presidente, aunque sobre la base de compromisos compartidos con lo que Trump ve como valores más bien insignificantes como la democracia, la libertad y el Estado de derecho. Por su parte, él ha escogido encasillar a la Sra. Merkel con Putin.
Lo que une a todos estos amigos y enemigos — incluyendo al Sr. Putin — es la opinión de que el presidente estadounidense demostrará ser una fuerza de peligrosa inestabilidad.
También te puede interesar:
Trump autoriza muro fronterizo
México se prepara para confrontación con el equipo Trump
Trump inicia la aplicación de medidas proteccionistas
Financial Times