A primera vista, el contexto económico del primer discurso de Jerome Powell en la reunión anual de Jackson Hole como presidente de la Reserva Federal (Fed) difícilmente pudiera parecer más benigno.
El consumidor estadounidense está resurgiendo; el crecimiento económico se está manteniendo a un ritmo anualizado de más del 4 por ciento; el desempleo está alrededor de los mínimos de los últimos 50 años; y la política fiscal está lista para proporcionar un impulso adicional durante la segunda mitad del año.
Las reuniones recientes en Jackson Hole, auspiciadas por la Fed de Kansas City, han estado llenas de conversaciones acerca de banales expansiones económicas, de una inflación persistentemente inferior a lo que se esperaba y de los límites de los poderes para impulsar el crecimiento de los bancos centrales. Esta vez, en cambio, es probable que el debate se centre en las medidas que debe tomar Powell para evitar que se arraigue una exuberancia excesiva.
Los riesgos que enfrentará Powell cuando se dirija a economistas y a colegas del banco central el viernes son graves.
El presidente de la Fed heredó una bien definida y predecible estrategia de su predecesora Janet Yellen para controlar gradualmente el estímulo. Pero, a medida que avanza el año, Powell tendrá que comenzar a tomar ciertas decisiones importantes propias conforme establece planes para la próxima etapa en la salida de la Fed de la política monetaria de la poscrisis.
Entre las preguntas claves están: ¿Dónde se encuentra el supuesto nivel neutral de las tasas de interés que ni reprime ni impulsa el crecimiento?; ¿Es necesario elevar las tasas a un territorio restrictivo?; ¿Cómo debería la Fed considerar la amenaza de excesos financieros?; y ¿Cuándo debería el banco central dejar de reducir su balance de billones de dólares?
Al mismo tiempo, Powell está teniendo que navegar por una escena política cada vez más agitada, con un presidente que está resultando cada vez más dispuesto a públicamente criticar a su propio candidato designado por elevar las tasas de interés a medida que se acercan las elecciones de mitad de período.
Esas potencialmente explosivas condiciones políticas se volvieron evidentes de nuevo el lunes después de que Donald Trump revelara, en una entrevista con Reuters, su frustración con Powell por continuar con la estrategia de un aumento gradual de las tasas de interés de Yellen.
"No estoy entusiasmado con su alza de las tasas de interés, no. No estoy entusiasmado", comentó Trump.
El presidente se quejó de que, a medida que progresaban las batallas comerciales, otros gobiernos recibían un apoyo más generoso de sus bancos centrales. "Estamos negociando muy poderosa y fuertemente con otras naciones. Vamos a ganar. Pero durante este período de tiempo, la Fed me debería dar algo de ayuda", él agregó.
Los funcionarios de la Fed insisten en que no se dejan influir por consideraciones políticas. Pero Steve Moore, un exasesor de la campaña de Trump, expresó que el banco central mantenía la política demasiado endurecida y que "es difícil ver dónde está la inflación que tanto preocupa a la Reserva Federal". El presidente, agregó, quería ver salarios más altos, y la preocupación era que el banco central los contendría con tasas más altas.
Tim Duy, un profesor de la Universidad de Oregon, señaló que la Fed actualmente se encuentra en un punto peligroso. En el pasado, en una etapa similar del ciclo económico, el banco central estadounidense acabó endureciendo demasiado la política monetaria, él argumentó, ya que subestimó los efectos retardados de las alzas pasadas de las tasas. El aplanamiento de la curva de rendimiento, el cual algunos consideran como un posible presagio de una desaceleración del crecimiento, pudiera estar proporcionando señales de advertencia, agregó Duy.
Los analistas anticipan que Powell y sus colegas continúen endureciendo gradualmente su política siempre que no resulte en efectos perjudiciales para EU.