Los primeros 100 días de la presidencia de Donald Trump han traído buenas y malas noticias. La buena noticia es que, aunque lo ha hecho de forma caótica, Trump está gobernando más como un republicano ortodoxo pos-Reagan de lo que se esperaba. La mala noticia es que él está gobernando más como un republicano ortodoxo de lo que se esperaba.
La idea de reconstruir la infraestructura estadounidense se ha desvanecido. El proteccionismo comercial parece desganado. Pero la desregulación sigue siendo un objetivo.
Al anunciar el plan tributario, la Casa Blanca reforzó, en un aspecto esencial, nuestras experiencias con la presente administración. Es difícil imaginarse que otro gobierno hubiera anunciado radicales reformas del sistema tributario en un documento de una página tan incompleto como éste. Sería risible si no fuera tan perjudicial para la reputación de EU como un competente formulador de políticas.
El plan debiera ser básicamente un cadáver al llegar al Congreso, en gran parte porque, para empezar, no está ni siquiera vivo.
Sin embargo, la única página publicada por la Casa Blanca la semana pasada contiene ideas muy similares a las anunciadas por el entonces candidato Trump.
Esto nos permite reconsiderar el análisis publicado por el Centro de Política Tributaria (TPC, por sus siglas en inglés) en octubre. Comencemos con los efectos sobre el déficit fiscal. Según el TPC, el plan incrementaría el déficit federal (aun después de considerar los efectos macroeconómicos beneficiosos) en un poco menos del 3 por ciento del producto interno bruto (PIB) mientras esté en vigor.
Pero, según el FMI, EU ya está experimentando un déficit estructural de la administración pública del 4 por ciento del PIB, el cual se pronostica se elevará a un poco menos del 6 por ciento del PIB a principios de la década de 2020.
Con la adición de los propuestos recortes tributarios, pudiera surgir un déficit estructural de la administración pública de más del 8 por ciento del PIB en la década de 2020. Esto causaría un explosivo aumento de la deuda. No se debería permitir que eso sucediera, sobre todo porque la deuda neta de la administración pública de EU es actualmente más del 80 por ciento del PIB, un aumento frente al 45 por ciento de antes de la crisis y mucho menor cuando Reagan llegó al poder.
El déficit estructural debe reducirse, no aumentarse. Sin embargo, este impulso fiscal no pretende ser temporal y ocurriría también cuando el desempleo alcanzara el 4.5 por ciento de la fuerza laboral. Sería del tipo equivocado, en el momento equivocado.
Sin embargo, el secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, incluso ha sugerido que, en combinación con otras políticas administrativas, los recortes de impuestos podrían elevar el crecimiento tendencial estadounidense al 3 por ciento, de la actual tendencia ligeramente por debajo del 2 por ciento.
Tal aumento en el crecimiento ayudaría. Pero es muy improbable, por razones explicadas por Jason Furman, el expresidente del Consejo de Asesores Económicos. Para que esto suceda, él argumenta, estaría lejos de ser suficiente que la declinación de la participación en la fuerza laboral se revirtiera. También habría que aumentar el crecimiento de la producción por hora del 1.2 por ciento, alcanzado en la última década, al 2.8 por ciento. Esa tasa de crecimiento de la productividad ha sido extremadamente rara en el pasado durante cualquier periodo prolongado.
La cuestión es entonces si estos enormes recortes tributarios podrían compensarse en otras áreas. El ajuste del impuesto fronterizo al impuesto de sociedades actualmente parece ser una idea muerta. Así es que la única solución sería implementar grandes recortes en el gasto. Reducir el gasto en, digamos, un 2.5 por ciento del PIB significaría un recorte en el gasto federal de alrededor del 12 por ciento. En muchas áreas, el gobierno federal desaparecería.
Los republicanos pos-Reagan alcanzaron a su base con una campaña concentrada en asuntos culturales, mientras que legislaban para el 1 por ciento en el tope. Eso es "pluto-populismo". Trump agregó gastos de infraestructura, proteccionismo comercial, y apoyo a Medicare y al seguro social. Pero él también planea cumplirle a ese 1 por ciento.
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Financial Times