Por Richard Waters
Para comprender por qué Google acaba de pagar tres mil 200 millones de dólares por una compañía que fabrica termostatos y detectores de humo, sólo hay que fijarse en sus intentos anteriores de inventar el "hogar inteligente".
Fueron algo más que simples lecciones objetivas de lo que no se debe hacer. Los anteriores esfuerzos, aunque fallidos, resaltaron el alcance de las capacidades de Google, y por qué, después de la adquisición de Nest Labs esta semana, parece haber logrado una importante ventaja en un nuevo mercado tecnológico que casi no se ha inventado aún.
El primer intento de Google, hace cinco años, se materializó en un servicio de Internet llamado PowerMeter. Éste era un servicio en línea para supervisar el uso de energía del hogar. Y sucedió que la mayoría de las personas tenía mejores cosas que hacer que estar al tanto de su consumo de energía en un sitio web.
Luego vino una plataforma de software conocida como Android@Home, la cual estaba dirigida a otros fabricantes que quisieran construir la parte "inteligente" de los objetos con conexión a Internet en el hogar. El primero de estos productos estaba destinado a ser un foco LED que se podía encender mediante una aplicación en un teléfono inteligente. El fabricante abandonó la idea incluso antes de que se estrenara.
Un servicio de Internet y una plataforma de software fueron muy buenas ideas en la medida de lo posible, lo que faltó en todo esto fue una pieza de hardware inteligente realmente útil. O, para ser más precisos, un producto fácil de usar y atractivo para el consumidor que reuniera un grupo de prestaciones con una intuitiva interfaz de usuario: software, hardware y servicio en línea trabajando al unísono para facilitar de alguna forma la vida en el hogar.
¿Entonces a quién acudir sino a Tony Fadell, el hombre cuyo camino hacia la fama incluye haber sido el inventor principal del iPod así como el fundador de Nest? El reproductor de música de Apple fue el dispositivo que estrenó la revolución moderna de hardware para el consumidor: aunque agradable de por sí, no hubiera llegado muy lejos sin el software y la tienda en línea que le dieron vida al negocio de la música digital.
Fadell pasó a integrar sus conocimientos del iPod en el termostato de Nest, incluso hasta el control tipo rueda para programar la unidad (aunque Honeywell ha lanzado una demanda alegando que el control circular copia injustamente uno de sus propios inventos). El termostato de Nest utiliza los pronósticos meteorológicos en línea e información de sus sensores acerca de los movimientos del usuario para estimar la mejor temperatura a fijar.
Aquí es donde entra Google. Aunque se necesita a un visionario como Fadell para idear todo esto, el dispositivo en sí no representa nada. En una entrevista con el Financial Times, el fundador de Nest fue franco acerca de lo que se requiere: 80 por ciento del trabajo detrás de los productos de su compañía se destina a construir y mantener la infraestructura de la que dependen.
Existen pocas infraestructuras mejores que la de Google.
Y no es solamente el tamaño de sus centros de datos ni sus redes de banda ancha: la compañía de Internet también puede encontrarse en una buena posición para convertir la información recopilada por los dispositivos de Nest en inteligencia valiosa.
Para esto, puede aportar dos activos. Uno es la gran riqueza de información de Google. El combinar los datos de Nest con la información de sus otros servicios promete darle a Google una visión sin igual de las preferencias de los usuarios, no sólo la temperatura a la que el usuario desea despertarse, sino cuánto tiempo se toma desayunando antes de irse al trabajo y qué camino sigue para llegar a éste.
El otro activo clave es la habilidad necesaria para hacer uso de todos estos datos, mediante el desarrollo de algoritmos que los convierten en la inteligencia que se utiliza para informar a los servicios de utilidad. Si Google pudiera anticipar cuándo el usuario se dispone a salir de casa en la mañana, podría informarle acerca de las condiciones recién actualizadas para el viaje, y garantizar que su hogar se encuentre debidamente protegido.
Indudablemente van a surgir preocupaciones acerca de la privacidad. Pero un hogar inteligente que realmente comprenda y responda a las necesidades del usuario pudiera aplacar esas preocupaciones. Y si Google intentara utilizar los datos del hogar para enviar anuncios más pertinentes, entonces eso sólo sería parte integral del compromiso tácito que sus usuarios ya aceptaron hace mucho tiempo.
Al menos esa es la teoría. Aún hay mucho por probar para que funcione. Hacer que los objetos domésticos "inteligentes" sean atractivos no será tarea fácil: los usuarios de los detectores de humo de Nest hablan con menos entusiasmo acerca de los productos que acerca de sus termostatos.
Google también debe demostrar que puede ganar buen dinero al incursionar más en el hardware, donde los márgenes de ganancia son menores. Pero si logra que todas las partes del hogar inteligente funcionen como un todo, mientras además ofrece nuevos dispositivos exitosos, puede alcanzar un éxito difícil de igualar.
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