Ésta no es una buena semana para los inversionistas en compañías de petróleo o carbón.
Todo comenzó con manifestaciones en capitales de todo el mundo, donde decenas de miles de personas marcharon para exigir más medidas para luchar contra el cambio climático. Las actividades continuarán con una cumbre de la ONU en Nueva York el martes, en la cual Barack Obama, el presidente de EEUU, se reunirá con más de 120 líderes nacionales para establecer qué tipo de acción piensan tomar con respecto al clima.
Probablemente nada de esto afecte el precio de la acción de una empresa minera de carbón como Peabody Energy, o de una petrolera de calibre mundial como ExxonMobil. Pero sí marca el inicio de 15 meses potencialmente incómodos para la industria de los combustibles fósiles con miras a la reunión de la ONU en París en diciembre del próximo año, donde los líderes se han comprometido a firmar un acuerdo global para frenar los gases de efecto invernadero que impulsan el cambio climático.
La reunión de Nueva York no forma parte de las negociaciones formales para la reunión de París. Se supone que refuerce el proceso forzando a los líderes a concentrarse en lo que hay que hacer antes de finalizar un acuerdo en Francia.
La última vez que tantos jefes de estado se reunieron para hablar de acciones a tomar en pro del clima fue en 2009 en Copenhague, donde no pudieron desarrollar un plan efectivo.
Si la historia sirve de guía, el acuerdo de París no debería tampoco llegar a ningún lado: la ONU ha intentado negociar un acuerdo climático mundial significativo desde 1992. Desde entonces, las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero que emiten las centrales, fábricas y automóviles del mundo, han subido un 50 por ciento.
Mucho ha cambiado desde Copenhague, sin embargo, por lo que muchas grandes empresas de energía están prestando debida atención a las conversaciones de París. Varias de ellas han enviado ejecutivos a la cumbre de Nueva York, incluyendo la empresa china Sinopec.
Por un lado, el pánico de la crisis financiera global que fue el telón de fondo de la conferencia de Copenhague ha disminuido, incluso si la recuperación no es sólida.
Por otra parte, China ha cambiado. El mayor emisor mundial de dióxido de carbono rehusaba a comprometerse a cualquier acción con respecto al cambio climático en las negociaciones de Copenhague, que se inició sin ningún acuerdo entre Beijing y el segundo mayor emisor, EU. Ahora, un nuevo liderazgo en Beijing ha prometido acabar con la contaminación del carbón que asfixia sus ciudades, mientras que el país se ha convertido en el mayor inversor del mundo en energías renovables.
China invirtió más en energías renovables que el conjunto de Europa en 2013, la primera vez que esto ha sucedido. El total de China fue de 56 mil millones de dólares, según la ONU, muy por delante de los 48 mil millones de dólares de Europa y los 36 mil millones de dólares en EU.
El presidente Obama ha mostrado un nuevo interés en hacer del clima un distintivo de su presidencia. Los severos límites de emisiones impuestos a las plantas de carbón de EU que se pusieron en marcha en junio todavía enfrentan una multitud de desafíos legales, pero es poco probable que sean las últimas acciones con respecto al clima que el Sr. Obama tome.
EU y China ya han iniciado conversaciones detalladas con vistas a París, por lo que muchas personas cercanas a las negociaciones creen que hay una probabilidad mucho mayor de que se llegue a un acuerdo.
Uno de los mayores cambios desde la reunión en Dinamarca, sin embargo, tiene que ver con la economía, no la política.
Desde entonces, el costo de los paneles solares ha caído en un 80 por ciento, mientras que los costos de energía eólica han disminuido en un 15 por ciento, por lo que estas formas de energía son las más baratas en ciertas partes del mundo.
Eso ha impulsado otro nuevo fenómeno: el auge de un movimiento de desinversión en el combustible fósil el cual sostiene que los inversores deben estar conscientes de que la mayor parte de las reservas de carbón, petróleo y gas de las empresas que cotizan en bolsa tienen que permanecer en el suelo si el mundo ha de evitar un potencialmente peligroso aumento de 2 grados centígrados de calentamiento a nivel global con respecto a la era preindustrial.
El más reciente integrante al movimiento es el Rockefeller Brothers Fund, nacido de la vasta riqueza acumulada de la Standard Oil.
Este movimiento llevó a ExxonMobil y a Shell a tomar la inédita medida este año de informarles a sus inversores que hay poco que temer. Una creciente población mundial significa que la demanda de combustibles fósiles se mantendrá alta durante décadas, dijeron, y la inmensa infraestructura energética existente significa que incluso si los gobiernos deciden fortalecer sus medidas en pro del clima, se necesitarán décadas para sentir cualquier efecto que pudieran acarrear.
Ésta es una consideración importante, al igual que el hecho de que pocas inversiones ofrecen el rendimiento, la escala y el crecimiento de la renta variable que ofrecen el petróleo y el gas, un hecho señalado elocuentemente en un trabajo reciente de Nathaniel Bullard del grupo de investigación de Bloomberg New Energy Finance.
Así que el movimiento climático podría enfrentar una batalla cuesta arriba, pero los próximos 15 meses todavía podrían resultar interesantes.
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