A mediados de 2012, Trump envió este mensaje en Twitter: "El concepto del calentamiento global fue creado por y para los chinos para reducir la competitividad del sector industrial en EU".
Además de ser una aseveración totalmente absurda, es sorprendente lo mucho que se parece a las declaraciones paranoicas de los nacionalistas chinos, quienes culpan a la CIA y al malvado e imperialista EU de todos sus males.
Los oficiales chinos — mostrando una paciencia admirable — han señalado en las últimas semanas que las discusiones globales sobre el cambio climático fueron iniciadas por la administración del presidente Reagan en la década de 1980 cuando China no había reconocido la existencia de la contaminación en su país.
Gracias a la elección de Trump, quien sigue sin estar convencido por la abrumadora evidencia científica de la existencia del cambio climático antropogénico, China ha surgido como el líder global en la búsqueda de soluciones para el calentamiento global y el medio ambiente. Nadie está más sorprendido por esta nueva responsabilidad que China mismo.
Hace menos de una década, el gobierno chino seguía negando que las nubes ácidas de smog que cubrían la mayor parte del país tenían algo que ver con el desarrollo industrial.
Impulsados por las negaciones y propaganda del gobierno, los habitantes de Beijing insistían en que la bruma sulfurosa que envolvía la capital era simplemente "neblina", a pesar del hecho de que la ciudad está construida sobre un desierto.
El gran cambio en la política y las percepciones públicas en China fue impulsado, irónicamente, por las acciones del gobierno estadounidense. En 2008, la embajada de EU en Beijing decidió instalar un monitor del aire en el techo y comenzó a publicar actualizaciones de los niveles de contaminación cada hora a través de su cuenta de Twitter.
Inicialmente el gobierno chino reaccionó con amenazas, afirmando que los mensajes eran "ilegales". Pero eventualmente, Beijing sucumbió a la presión y comenzó a monitorear y publicar los niveles de contaminación por sí mismo.
Desde entonces, los líderes autoritarios chinos se han dedicado cada vez más a detener el envenenamiento desenfrenado del medio ambiente, incluso hasta llegar al punto de declarar una "guerra en contra de la contaminación".
Esta devoción militante por el ambientalismo ahora se ha extendido al tema del cambio climático en el planeta, que antes era concebido por los chinos de línea dura como un complot estadounidense para "contener a China" e impedir que alcanzara su potencial como una fuerza industrial (¿suena familiar?).
Esto no significa que los líderes de China se hayan vuelto completamente suaves y verdes. Beijing sigue insistiendo en las "responsabilidades comunes pero diferenciadas", lo que significa que los países que se industrializaron antes, como EU y Gran Bretaña, tienen una mayor obligación de abordar el tema del cambio climático. Pero el cambio más importante en comparación al pasado es que los gobernantes de China realmente quieren reducir las emisiones, sin tomar en cuenta lo que EU o cualquier otro país decida hacer al respecto.
Según los conocedores, el presidente Xi Jinping mismo realmente desea proteger el medio ambiente. Otro factor clave es la realización del partido comunista de que reducir los exagerados niveles de contaminación en el país es crucial para la sobrevivencia política.
Desde las protestas de la Plaza de Tiananmén, el Estado autocrático ha sobrevivido debido a su reputación de competencia, especialmente con respecto a su manejo de la economía y su habilidad para elevar los estándares de vida. Pero la economía se ha estado desacelerando y el enorme costo del crecimiento desmedido se ha vuelto dolorosamente evidente.
Algunos en China han comenzando a cuestionar la legitimidad de un gobierno no elegido que no puede proveer aire respirable. El problema más peligroso en este momento son las clases medias y altas que pueden comprar agua y alimentos importados que no han sido envenenados pero que aún tienen que respirar el mismo aire que todos los demás en el país.
El temor a perder su legitimidad y poder es la motivación primordial de los gobernantes de China para asumir el papel de líder global en la reducción de emisiones y del cambio climático. Pero también reconocen que tienen una enorme oportunidad.
Si pueden canalizar la urgencia creada por los exagerados niveles de contaminación hacia encontrar soluciones tecnológicas para controlar el cambio climático entonces acabarán controlando dichas tecnologías y los beneficios económicos que conllevan. Ésa es ahora la base de la política industrial en China.
Así que lo opuesto del mensaje de Twitter de Trump, de hace cuatro años, es verdad. Gracias a su escepticismo con respecto al cambio climático antropogénico, el sector industrial estadounidense se quedará atrás y la economía verde del futuro probablemente se desarrollará en China.
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Financial Times