La semana pasada fue un punto de inflexión en la batalla "neoliberal" que supuestamente se libra por el alma de América del Sur. También es una alerta para los autoproclamados radicales en el resto del mundo que malinterpretan el uso de esa funesta palabra en la región.
Neoliberal es un término cargado. Acuñado en la década de 1930 para describir un camino intermedio oscuro entre el liberalismo y el socialismo, ganó popularidad mundial en la década de 1980 para describir las políticas de libre mercado de Augusto Pinochet, el dictador chileno.
Desde entonces, se ha degenerado a ser un término peyorativo para describir cualquier acción considerada reaccionaria, desagradable o cruel. Lo que puede incluir los programas del Fondo Monetario Internacional en América Latina, los neoconservadores de Washington, la austeridad española, o simplemente dar patadas a un perro.
Tomemos a Mauricio Macri, el presidente "neoliberal" de Argentina, como ejemplo.
La semana pasada, trató de obtener una ventaja en la larga batalla de su país con los acreedores "holdout", su última jugada en una serie de reformas supuestamente impopulares, incluyendo una devaluación y el alza de los precios de la energía, que le han dado niveles de aprobación sorprendentemente altos.
Por el contrario, el partido gobernante de los Trabajadores de Brasil se reunió el miércoles para discutir cómo rescatar a su país de la crisis económica sin "recurrir al neoliberalismo". La referencia en punta implicaba evitar reformas socialmente impopulares, aunque hasta ahora las medidas asumidas sólo han empeorado la recesión y el grave escándalo de corrupción que posicionan a Dilma Rousseff como la presidenta más impopular de Brasil.
En América Latina, neoliberal, al igual que muchos términos peyorativos, ha sido devaluado por el mal uso —tal vez debido a su resurgimiento en otros lugares. Entre 2008 y 2015, de acuerdo con una búsqueda entre notas de prensa en Factiva, su uso en la prensa en idioma inglés se ha triplicado. Por lo general, los usuarios son partidarios de Bernie Sanders en EU y Jeremy Corbyn en el Reino Unido.
En América Latina, sin embargo, atacar al neoliberalismo se ha convertido en una conveniencia política, un insulto instintivo. En ningún sitio es más claro que en Venezuela, donde, la semana pasada, el partido socialista en el poder utilizó un bombardeo en medios sociales para recordar a los ciudadanos que el 16 de febrero se celebró el 27 aniversario de un programa de ajustes "neoliberales" impopulares conocidos como el "Paquetazo".
La advertencia tácita era que Venezuela hoy está en crisis, en el borde del incumplimiento, que sufren de hiperinflación y corrupción endémica.
Pero si no fuera por el presidente socialista, Nicolás Maduro, y su último triste esfuerzo de reforma, la situación sería aún peor. El FMI podría prestar Venezuela el dinero que necesita.
Vale la pena preguntarse por qué la palabra tiene tanta resonancia, especialmente dado que un ajuste doloroso, o neoliberal, será probablemente un tema de América del Sur este año conforme el auge de los productos básicos se ralentiza, las economías se frenan y los déficits se amplían.
Una de las razones radica en los dolorosos programas de ajuste de los años 1980 y 1990. Estos sentaron las bases para el auge económico de 2000. Sin embargo, su traumático costo social también dio forma al discurso político posterior, incluyendo el odio a la palabra neoliberal.
Los tiempos, sin embargo, han cambiado. La derecha política es más consciente de las preocupaciones sociales. Muchos sudamericanos también reconocen que el impulso chino a la bonanza de precios de los productos básicos ha terminado.
Por otra parte, después de las conquistas sociales de la última década, tienen una mayor participación en el sistema. Naturalmente, quieren que el sistema esté bien administrado. A los políticos que llevan demasiado tiempo en el poder, que presiden administraciones de corrupción y no pueden proporcionar buena gerencia, se les ha mostrado la puerta de salida.
El neoliberalismo se ha convertido en un hombre de paja. Por el contrario, la verdadera guerra por el alma de América del Sur se encuentra en la lucha contra la corrupción y la impunidad legal. En Miami, los miembros de la burguesía exiliada de Venezuela parecen apenas ganarse la vida conduciendo los taxis Uber, mientras los privilegiados y enriquecidos miembros del gobierno pasean en limusinas.
También te puede interesar:
¿Propósitos superiores u objetivos terrenales?
Desaparición de campos de golf en Japón ilustra la "Abeconomía"
Defensores del cannabis abogan por mercado de cáñamo
Financial Times