México se ha cansado. El procurador general del país lo dio a entender la semana pasada en una conferencia de prensa sobre los 43 estudiantes "desaparecidos", presuntamente asesinados por la policía en Iguala el mes pasado. Su comentario sin escrúpulos – "Ya me cansé" – se convirtió en un hashtag de tendencia en Twitter, ya que captura íntegramente lo que tantos mexicanos sienten.
Enrique Peña Nieto, el presidente telegénico de México, también parece cansado. Sus dificultades se multiplican. Los precios del petróleo están cayendo, y el crecimiento económico sigue siendo difícil de alcanzar, a pesar de una serie de reformas económicas radicales. También existe una creciente protesta por su mediocre respuesta a las desapariciones.
Estos problemas nacionales están haciendo eco en el extranjero. El lunes, manifestantes mexicanos se enfrentaron con la policía en Acapulco, donde el ministro de petróleo de Arabia Saudita, Ali al-Naimi, asistirá a una conferencia de energía. Beijing ha protestado sobre la cancelación abrupta de México de un contrato de 3.7 mil millones de dólares ganados por un consorcio chino para construir un tren bala de alta velocidad.
La cancelación fue precedida el fin de semana por revelaciones de que una mansión de la esposa de Peña Nieto pertenecía a una empresa mexicana atada al grupo chino. "La compañía está extraordinariamente sorprendida por la decisión de México", dijo la estatal China Railway Construction Corp.
La impresión de un gobierno a la defensiva no se beneficia del hecho de que Peña Nieto, quien todavía no ha visitado Iguala, ha viajado a Beijing para conversaciones comerciales. Su renuencia a lidiar con el problema también está en contraste con sus primeros 21 meses en el cargo cuando, con gran habilidad política, empujó leyes que abrieron el sector energético a la inversión privada y el aumento de la competencia en las telecomunicaciones.
Hoy, sin embargo, el gobierno parece "desorientado", dice Luis Rubio, analista político, y en riesgo de perder dos de "sus activos más importantes: el aspecto de la eficiencia, y la iniciativa". Inevitablemente, las preguntas han surgido sobre lo que significan los alborotos por su ambicioso programa de reformas.
Hay dos cuestiones claves aquí. La primera es por qué Iguala cristalizó la inquietud pública, cuando México a menudo parece anestesiado ante la violencia. La respuesta corta es que los 43 estudiantes no fueron víctimas de una guerra entre criminales; eran adolescentes inocentes.
Peor aún, se encontraron con su destino en manos de la policía en connivencia con bandas narcotraficantes y el alcalde de la localidad. El Estado fue, por tanto, su asesino. Peña Nieto, al deslindarse del problema adjudicando que era un problema local en lugar de un asunto nacional, no asumió responsabilidad por el problema.
La segunda cuestión es lo que el incidente sugiere sobre el futuro de las demás reformas del gobierno. A pesar de que Iguala se encuentra en el estado de Guerrero, una región atípica tradicionalmente asociada con la anarquía, ilustra la diferencia entre desear "menos violencia" y lograr menos violencia – al igual que existe una brecha entre la aprobación de leyes que declaran "la liberalización de los mercados energéticos" y la realidad de lograr tales objetivos.
Una requiere la politiquería en el Congreso, área en la que Peña Nieto destaca. La otra requiere una administración transparente, de liderazgo activo y buen ejemplo – es por ello que los vínculos entre su esposa y la empresa china son potencialmente tan perjudiciales.
Es poco probable que los inversores extranjeros, acostumbrados a operar en México, cambien de planes. Pero el terreno político podría cambiar el juego para Peña Nieto. Nadie espera que pueda resolver los problemas de seguridad de México de la noche a la mañana. Pero los mexicanos esperan la claridad del propósito y una estrategia de seguridad, a la par de iniciativas económicas, que a la larga harían que los incidentes como Iguala fuesen imposibles.
Peña Nieto podría acelerar la reforma judicial y las reformas a la policía. Los candidatos a las elecciones locales podrían ser examinados adecuadamente para reducir las garras de la delincuencia organizada. Esto sería impopular entre las élites locales, pero mostraría la seriedad del gobierno.
"Requerirá atención extraordinaria, pero ésta es una oportunidad para que Peña Nieto muestre su liderazgo", dice Duncan Wood del Centro Woodrow Wilson en Washington DC. "La inacción, combinada con la continua debilidad en la economía, sólo puede dañar la causa del gobierno".
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