En un día no lejano, es posible que te encuentres trabajando en un rascacielos.
Conforme los diseñadores de ciudades — que cuentan con cada vez menos espacio — construyen hacia arriba en su búsqueda de más espacio para oficinas, y los arquitectos y desarrolladores ambiciosos compiten para tener propiedades emblemáticas, muchos de nosotros nos encontraremos trabajando en las nubes.
El Financial Times se trasladó del primer al último piso del Shard en Londres, el edificio más alto en Europa occidental que mide 310 metros de altura. Queríamos saber cómo sería trabajar en un rascacielos y qué se necesitaba para operar una superestructura 24 horas al día.
Para Alina Artamonova, una asistente de 23 años de edad quien recibe a los visitantes en la plataforma de observación en el piso 72, trabajar en el cielo es emocionante y meditativo. "Siento mucha paz aquí en lo alto. Te impulsa a pensar en tu vida… y en lo que quieres hacer con ella algún día", afirmó.
Según algunos pronósticos, la vida laboral se llevará a cabo en edificios cada vez más altos y con mayor densidad, aun cuando la tecnología continúa facilitando el trabajo a distancia.
"Somos una especie social y nuestro principal talento es vivir y trabajar con las personas que nos rodean", dice Edward Glaeser, un economista de Harvard. "Los rascacielos van a facilitar ese aspecto".
Pero, ¿qué significa para los humanos que trabajan en esos edificios, y cuál es el beneficio de ocupar estas propiedades elevadas?
Los primeros rascacielos concebidos en el siglo XIX en Nueva York y Chicago, "les proporcionaron a los dueños de las fábricas y a sus trabajadores un espacio más humano y más eficiente" que las plantas de baja altura a las que reemplazaron, argumentó el Profesor Glaeser en su libro "El triunfo de las ciudades" en 2011.
Los edificios elevados evolucionaron en EU en respuesta a la urbanización al igual que por los avances en la tecnología en el sector de construcción y de ingeniería, especialmente con respecto a los elevadores.
A finales del siglo XX, impulsados por la globalización y la migración de los trabajadores hacia las ciudades, el resto del mundo acogió a los rascacielos.
Actualmente, el edificio más alto del mundo es Burj Khalifa en Dubái de 828 metros de altura, seguido por la Torre de Shanghái (632 metros) y la Torre Abraj Al-Bait en La Meca (601 metros).
Hong Kong, Nueva York, Tokio y Chicago encabezan la lista de Emporis de las ciudades con el mayor número de rascacielos. Sin embargo para 2025, según la consultoría McKinsey, más de la mitad de las 500 compañías más grandes del mundo tendrán su sede — a menudo en rascacielos — en mercados emergentes.
Jason Barr, profesor adjunto de economía en la Universidad de Rutgers-Newark y autor de "Building the Skyline" (Construir el horizonte), dice que los edificios altos envían un mensaje que comunica que los países o regiones están "abiertas a los negocios".
En EU, los jóvenes quieren vivir y trabajar en los centros de las ciudades, afirma Jaana Remes, una socia de McKinsey Global Institute, en San Francisco. Tal vez los rascacielos no parezcan una opción obvia para trabajadores jóvenes, pero piensan que pueden atraerlos si combinan modernos espacios de trabajo compartidos y el prestigio de estar ubicados en un lugar emblemático.
El Profesor Glaeser piensa que la idea de que la tecnología podría volver obsoletas a las ciudades al permitir que más personas trabajen a distancia, no implica que una debe sustituir a la otra. La tecnología y las ciudades se complementan, asevera el profesor. Trabajar en edificios de gran altura seguirá impulsando la productividad.
Sin embargo, Richard Florida, profesor y director del Martin Prosperity Institute en la Facultad de Negocios Rotman en la Universidad de Toronto, es un poco más cauteloso: "¿Qué tipo de medioambiente impulsa la innovación, las nuevas empresas "startup" y las industrias de alta tecnología? ¿Puedes nombrar una instancia, sólo una, en que este tipo de creatividad esté ocurriendo en una oficina en un edificio de gran altura ubicado en un distrito de rascacielos? La respuesta es claramente, no".
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Financial Times