Los rescatistas batallaron con los escombros de los edificios colapsados en un desesperado intento por liberar a docenas de personas, incluyendo a una cantidad desconocida de niños atrapados en una escuela, después de que el segundo terremoto en dos semanas en México causara las muertes de más de 200 personas.
Los trabajadores de emergencia en los 39 edificios colapsados en la Ciudad de México -donde el terremoto tuvo sus efectos más letales- pausaban periódicamente para levantar sus puños cerrados.
Esa señal reconocida como una petición de silencio -que permite que los rescatistas escuchen un llamado, la voz de un niño, un sonido amortiguado- se ha convertido en un símbolo emotivo de esperanza en una capital donde se cierne un sentimiento de tragedia.
Una de las escenas más terribles se vio en la Escuela Enrique Rébsamen, una escuela de kindergarden, primaria y secundaria en el sur de la ciudad, donde muchos temían que habían muerto al menos 21 niños y cuatro adultos cuando los pisos superiores se cayeron sobre los talleres de arte y las oficinas administrativas.
Rescataron a once sobrevivientes de los restos, mientras desesperados familiares observaban y esperaban conforme continuaba la búsqueda de los desaparecidos.
El terremoto del martes se produjo a las 13:14 horas, en el aniversario del peor desastre provocado por un terremoto en la Ciudad de México hace 32 años, que causó la muerte de al menos nueve mil 500 personas cuando se desplomaron cuadras enteras de la ciudad.
Un ejército ciudadano de voluntarios fue movilizado para ayudar a los militares, los trabajadores de protección civil y los trabajadores de rescate de la policía a retirar los escombros en baldes, carritos de compras y carretillas en una carrera para llegar a sobrevivientes enterrados vivos, o para desenterrar a los muertos.
Los residentes se unieron formando cadenas humanas para desplazar los escombros o suministrar herramientas, medicinas, alimentos y otros tipos de ayuda.
"Aquí somos todos ciudadanos. Es un rescate de ciudadanos", dijo Adolfo Tovar, un ingeniero civil en un chaleco fluorescente quien estaba ayudando a coordinar un rescate en el sitio donde se había desplomado un edificio de apartamentos de cinco pisos.
El edificio, situado en un vecindario en el sur de Coyoacán, estaba totalmente aplastado, sus anteriores pisos parecían hechos de cartón y la estructura parecía un pastel de milhojas.
"Hemos detectado a cinco personas con el equipo de fibra óptica", dijo un trabajador de rescate con un casco color naranja y gafas protectoras. "No podemos permitir que usen maquinaria pesada para demoler el edificio. Eso los mataría. Lo vamos a hacer a mano. Estamos aquí y no nos hemos movido y no nos vamos a mover".
México recibió muchas condolencias y ofertas de ayuda. El presidente estadounidense Donald Trump, quien reaccionó tarde al mayor terremoto de México en un siglo, que mató a casi 100 personas y devastó a los pobres estados sureños de Oaxaca y Chiapas el 7 de septiembre, dejó a un lado su retórica antimexicana y tuiteó: "Dios bendiga al pueblo de la Ciudad de México. Estamos con ustedes y estaremos allí para ustedes". El Papa Francisco dijo que estaba orando por México.
El magnate de telecomunicaciones, Carlos Slim, el hombre más rico de México, ofreció donar 5 pesos por cada peso donado al esfuerzo de rescate, junto con los bancos que también ofrecieron hacer donaciones similares.
El martes, el presidente Enrique Peña Nieto declaró tres días de duelo nacional después de cancelar una vista a las partes devastadas por el terremoto en Oaxaca.
Luis Felipe Puente, jefe nacional de protección civil, registró 223 muertos, 93 de ellos en la Ciudad de México, 69 en Morelos, 43 en el Estado de Puebla, 13 en el Estado de México, cuatro en Guerrero y uno en Oaxaca.
Los mexicanos, ya acostumbrados a los terremotos en su país sísmicamente activo y propenso a desastres naturales, utilizaron las redes sociales para difundir mensajes pidiendo ayuda, para informar a los familiares de los sobrevivientes y para pedir donaciones.
Financial Times