Hay pocas ideas verdaderamente innovadoras: perfeccionar lo que alguien más ya ha intentado suele ser el modus operandi. Con la fórmula correcta, como Google en las búsquedas o Facebook en las redes sociales, los resultados pueden ser espectaculares, incluso aunque otras compañías ya hayan intentado recorrer el mismo sendero. La obsesión por construir una mejor ratonera puede dejar campos enteros sin explorar.
Ésta es una razón más para reflexionar sobre el significado de Elon Musk. Rara vez alguien puede ganar una ventaja en un mercado tecnológico que se puede medir en términos de años. Lograrlo en dos nuevos mercados al mismo tiempo es inaudito. Sin embargo, ese tipo de liderazgo pone un gran estrés en el modelo de negocios y de financiación de los pioneros.
Esta semana, "Muskworld" (el mundo de Musk) brindó una demostración perfecta de los altibajos que acompañan su estilo de pensamiento expansivo.
Primero vino el tan esperado lanzamiento de Falcon Heavy (Halcón Pesado), un enorme cohete de SpaceX, propiedad de Musk. No importa que haya ocurrido cuatro años después de lo prometido: aun así, tiene una gran ventaja sobre los cohetes de elevación superpesada de la competencia.
SpaceX ha seguido un modelo clásico de capital de riesgo. Para proteger su objetivo final de llevar a los seres humanos a Marte, Musk es inflexible en cuanto a mantener su compañía privada. Los inversionistas de riesgo parecen satisfechos con el progreso: SpaceX ha recaudado 1.6 mil millones de dólares y la recaudación de fondos más reciente la valoró en 21 mil millones, el doble de lo que se estimó que valía hace dos años.
La otra parte de los fondos de SpaceX ha provenido de los clientes del Falcon 9 de la compañía, que ha pasado rápidamente de ser una maravilla -el primer cohete de capital privado que llegó al espacio a inicios de la década- a ser un caballo de trabajo. SpaceX se recuperó de una explosión hace menos de un año y medio para lograr 18 lanzamientos exitosos en 2017.
El Model 3 de Tesla, el primer intento de un coche eléctrico para el mercado de masas fabricado por la otra compañía que dirige Musk, es también un vehículo adelantado a su tiempo. Al igual que Falcon Heavy, usó productos de menor escala para llegar a este punto. Musk incluso logró realizar un beneficio brevemente de esos coches anteriores, antes de volver a tener pérdidas con el nuevo modelo.
Pero no tuvo el lujo de mantener Tesla como compañía privada, y ha necesitado enormes inyecciones de efectivo de los mercados públicos para llegar hasta aquí.
Estas empresas gemelas produjeron un poderoso efecto de halo. Fue plenamente visible esta semana, en la forma de un Tesla Roadster rojo, con un astronauta falso al volante, orbitando alrededor de la Tierra.
Pero este halo seguramente no permanecerá en su lugar. La sacudida de esta semana en los mercados bursátiles fue un recordatorio de que se acerca el fin de la era del capital barato; y ésa ha sido una mercancía que Musk ha aprovechado a gusto. Pero lo que es más importante aún, cada trimestre que el Model 3 se retrasa en el cronograma es otro trimestre que socava la ventaja de Tesla.
Sus logros técnicos -ya sea en baterías, transmisiones eléctricas o el avance hacia la conducción autónoma- se ven rápidamente correspondidos por una industria automotriz que ahora compite por los coches eléctricos.
Tal vez haya conquistado el espacio, pero el tiempo es una mercancía que ni siquiera Musk puede controlar. El director de Tesla dijo a Wall Street esta semana que por el momento no piensa abandonar el cargo de director ejecutivo, una posibilidad prevista en su último plan de remuneración personal de largo alcance. Pero si los retrasos se alargan mucho más, incluso los accionistas de Tesla podrían desear que él se una al viaje de su coche hacia el cinturón de asteroides.