Financial Times

¿Por qué el cambio climático le ‘pega’ más a los pobres?

Los choques climáticos, que han aumentado por el calentamiento global, se sienten aún más en los países tropicales con bajos ingresos, pero tomar acciones frente a este impacto tiene tres grandes obstáculos.

"Tal como suceden las cosas en el mundo, el derecho es un tema del que tratan sólo los que son iguales entre sí por su poder, en tanto que los fuertes imponen su poder, tocándoles a los débiles padecer lo que deben padecer". Esta frase de la 'Historia de la guerra del Peloponeso' de Tucídides es la filosofía de la administración de Donald Trump.

Por lo tanto, dos de sus asesores, HR McMaster y Gary Cohn, escribieron en mayo que: "El mundo no es una 'comunidad global' sino una arena donde las naciones, las figuras no gubernamentales y las empresas se enfrentan y compiten por obtener la ventaja".

Esta perspectiva amoral acarrea serias implicaciones. En ninguna otra área son los efectos secundarios globales más significativos y la cooperación más vital que en el clima. La inacción garantiza que los pobres, de hecho, sufrirán.

Ésta es la conclusión de un capítulo sobre el impacto económico de los choques climáticos en la más reciente edición de las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Los impactos negativos más grandes de los choques cuya frecuencia ha aumentado debido al calentamiento global se sienten en los países tropicales. Casi todos los países de bajos ingresos son tropicales. Sin embargo, estos países son los menos capaces de protegerse a sí mismos.

Por lo tanto, son víctimas inocentes de cambios por los cuales no tienen responsabilidad alguna. Al evaluar estos riesgos, se debe partir de la proposición de que el calentamiento global antropogénico (causado por el hombre) es una realidad. La industria intelectual dedicada a negarla está bien financiada y es ruidosa. Pero sus argumentos son muy poco convincentes. La física subyacente es innegable.

Además, la conexión empírica entre las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero y la temperatura es inequívoca. Si se toman pocas medidas, o ninguna, para finales del siglo las temperaturas medias pudieran aumentar 4 grados centígrados, o más, por encima de los niveles preindustriales.

Conscientes de los largos plazos de espera necesarios para tomar medidas efectivas, tanto para mitigar el cambio climático como para adaptarse a él (donde sea inevitable), las personas racionales actuarían de inmediato.


Los principales obstáculos para dicha acción son tres. Primero, los intereses económicos específicos, especialmente dentro de la industria de los combustibles fósiles, comprensiblemente se oponen a actuar y, no infrecuentemente, a la ciencia que sugiere que es necesario.

Segundo, los partidarios del libre mercado, quienes desprecian tanto a los gobiernos como a los ambientalistas, rechazan la ciencia, debido a sus detestables (según ellos) implicaciones políticas. Tercero, pocos desean molestarse, y mucho menos perjudicar su nivel de vida, por el bien del futuro, o el de la gente en los países más pobres.

Entonces, ¿cuál es la evidencia del impacto de la inacción sobre los más pobres? Los autores del FMI comienzan con nuestro conocimiento de que las temperaturas más elevadas hacen que una variedad de desastres relacionados con el clima serán más probables porque habrá más energía en el sistema climático. Dichos efectos incluirán una mayor frecuencia, y un mayor daño, de ciclones, de inundaciones, de olas de calor y de incendios forestales.

Además, la mayor frecuencia de eventos climáticos extremos también causará relativamente más daño a los países más pobres. Esto ocurre por dos razones: estos países están ubicados en las regiones del mundo con mayor probabilidad de ser afectadas negativamente; y son menos capaces de protegerse contra el impacto o de manejarlo.

Para el país en desarrollo de bajos ingresos medio, con una temperatura promedio de 25 grados centígrados, el efecto de un aumento en la temperatura de un grado centígrado es una disminución en el crecimiento de ese año en 1.2 puntos porcentuales. Además, el impacto es duradero.

Estos costos provienen de los efectos adversos del calor sobre la productividad, sobre la producción agrícola, sobre la salud e incluso sobre el conflicto. El calor extremo es costoso.

La adaptación al clima extremo sigue siendo muy difícil para los países pobres. Este otoño hemos presenciado el impacto mucho más dañino de las grandes tormentas en los países más pobres, como los del Caribe, que en los mucho más ricos, como EU.

Con los aumentos de temperatura proyectados para 2100 bajo un cambio climático sin mitigación, los ingresos anuales reales per cápita de un país de bajos ingresos representativo serían un nueve por ciento más bajos de lo que habrían sido. Esto impondría grandes costos a sus grupos vulnerables.

No debiéramos dejar que lo urgente nos impida pensar en lo importante.

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