¿Las pruebas de comprobación de calidad de activos y de resistencia bancaria llevadas a cabo por el Banco Central Europeo y la Autoridad Bancaria Europea marcarán un momento crucial en la crisis de la eurozona? Hasta cierto punto. A comparación de lo que sucedía con anterioridad, son una mejoría. Pero no representan una solución completa para el sector bancario, y menos aún para los problemas más profundos de la economía.
La evaluación optimista es que el BCE por lo menos ha hecho lo suficiente para reparar el sistema bancario. Hay dos cosas que decir acerca de este juicio: en primer lugar, el BCE ha dado un vistazo de cerca a la calidad de los activos en el sistema; y, en segundo lugar, las "resistencias" impuestas en las pruebas son difíciles. Parecen comparables a las impuestas por la Reserva Federal sobre los bancos estadounidenses. El BCE llegó a la conclusión que 25 instituciones, nueve de ellas italianas, tendrían que añadir un total de 25 mil millones de euros en capital. Este número ya se ha reducido a 13 mil millones de euros debido a la recaudación de capitales llevada a cabo este año.
Tal vez la posibilidad más importante omitida por esta evaluación es la del incumplimiento soberano. Esto lleva a una preocupación fundamental: los requisitos de capital ponderados por riesgo, en los que se basa el análisis, implican emitir juicios acerca de la seguridad de los diferentes tipos de activos. Esto es especialmente problemático en la eurozona, donde la falta de un respaldo fiscal unificado para los bancos significa que los gobiernos nacionales tienen la responsabilidad de rescatar a las instituciones en problemas. Además, la solvencia de los miembros altamente endeudados de la eurozona es más dudosa que la de los países con monedas propias. Dado que una crisis bancaria sería aún más difícil de manejar en la eurozona que en otra parte, sería conveniente que sus bancos tuvieran mayores reservas de capital, lo cual les daría una mejor oportunidad de prevenir una crisis. Esto es particularmente importante cuando el apalancamiento real es mucho más alto de lo que sugieren los coeficientes de capital ponderados por riesgo.
Afortunadamente, los bancos con la menor cantidad de capital en relación con los activos reales se encuentran en países relativamente solventes, como los Países Bajos, Francia y Alemania. No obstante, el apalancamiento es de 20 a 1 en España e Italia; 25 a 1 en Alemania y Francia; y de 30 a 1 en los Países Bajos. Es cuestionable si esto es suficiente capital para absorber pérdidas.
El apalancamiento alto también deteriora la capacidad de los bancos para financiar el crecimiento. Una institución responsablemente administrada pero muy apalancada, trataría de hacer préstamos altamente garantizados, contra propiedades, por ejemplo; o trataría de mantener activos con alta calificación. Es probable que esto perjudique la inversión productiva que necesita la eurozona.
Por estas razones, hay que poner en duda si el capital de los bancos de la eurozona es suficiente para impulsar la economía. Pero esto sólo es parte de un problema aún más grande: la dramática debilidad de la demanda agregada y el lento deslizamiento hacia la inflación ultra-baja y, muy posiblemente, la deflación. Los bancos más sólidos no necesariamente generan un aumento más rápido de la demanda. De hecho, la causalidad va mucho más en la dirección opuesta.
Dos ex funcionarios del BCE han expresado puntos de vista muy diferentes sobre cómo los legisladores deben responder. Otmar Issing, ex economista jefe del banco, sostiene que la política monetaria ya está demasiado relajada desde el punto de vista alemán y que sería un error que también Berlín relajara la política fiscal. Lorenzo Bini Smaghi, un ex miembro de la junta ejecutiva, sostiene que es necesaria una mayor demanda en Alemania para evitar que la economía europea caiga en la deflación. El punto vital es que la eurozona tiene una única autoridad monetaria, que debería poder asesorar toda la economía de la eurozona.
Entre el primer trimestre de 2008 y el segundo trimestre de este año, la demanda nominal de la eurozona aumentó en sólo un 2.5 por ciento. El Producto Interno Bruto nominal creció un 5 por ciento durante ese período. Ahora asumamos que el crecimiento real tendencial fue de sólo un 1 por ciento y la inflación del 2 por ciento (en línea con los objetivos del BCE). En ese caso, el PIB nominal debería haber estado creciendo a un 3 por ciento al año. Para el segundo trimestre de 2014, el PIB nominal fue de 13 por ciento por debajo de este objetivo. Bajo el Sr. Issing, el BCE tuvo en cuenta los agregados monetarios también. En los seis años hasta el 30 de septiembre de 2014, el dinero en sentido amplio (M3) aumentó un 9.6 por ciento, para una tasa compuesta anual del 1.5 por ciento. En ambos aspectos, el BCE ha fallado.
Lo mismo sucede con la inflación. Supongamos que el BCE tiene la intención de alcanzar su meta de inflación de cerca, pero por debajo, del 2 por ciento. Cuando un número de importantes países miembros necesiten mejorar su competitividad, su inflación debe estar muy por debajo de los niveles alemanes. Si eso sucede mientras el promedio se mantiene cercano al 2 por ciento, la inflación subyacente debe superar el 3 por ciento en Alemania (y en otros países con superávit). De hecho, es sólo del 1.2 por ciento en Alemania. Esto sugiere que la demanda interna es demasiado débil en la eurozona en su conjunto, incluso en los países con superávit, el más importante de los cuales es, por supuesto, Alemania.
Es fundamental no darles demasiado peso a estas pruebas de resistencia bancaria y comprobación de calidad de activos. Es cierto, son mejorías reales. Pero no significan que ahora los bancos de la eurozona impulsarán el crecimiento. Aún tienen muy poco capital para hacerlo. Sobre todo, la eurozona carece de una estrategia creíble para reavivar la demanda.
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