Desde apartamentos y coches hasta ataúdes, liposucciones y papel higiénico, hay pocas cosas que en Brasil no se puedan comprar en cuotas, en parte un legado de la pasada lucha del país contra la hiperinflación.
Mientras que los compradores brasileños han tenido una enorme influencia sobre esta 'cultura de crédito' que ha acumulado una enorme deuda durante la última década, las empresas también han solicitado excesivos préstamos, animadas por los bancos públicos y por la entidad financiadora de desarrollo estatal: el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
A medida que Brasil se hunde en la recesión más profunda y prolongada de su historia, la bonanza crediticia del país ha llegado a un aparatoso final, provocando una ola de bancarrotas y también la creación de las mejores oportunidades hasta el momento para los inversores en deuda con dificultades.
La semana pasada, la operadora de telecomunicaciones Oi solicitó protección bajo las leyes de bancarrota, la mayor en la historia de Brasil. La empresa, la mayor operadora de telefonía fija de Brasil, con sede en Río de Janeiro, se vio obligada a buscar protección de los acreedores en relación con 65 mil millones de reales (19 mil millones de dólares) en deudas después de que las conversaciones de reestructuración colapsaron antes de la inminente maduración de un bono de 231 millones denominado en euros.
Oi surgió de una fusión respaldada por el gobierno, y el recientemente derrocado Partido de los Trabajadores (PT) la animó a que aceptara negociaciones excesivamente ambiciosas para que se convirtiera en un "campeón nacional" capaz de competir con los participantes claves, mayormente extranjeros, del sector. Oi asegura que está operando con normalidad y que confía en que su plan de recuperación judicial tendrá éxito. Otros analistas opinan que la empresa o bien se venderá o se dividirá.
"En Brasil, se anticipa que las empresas con menores calificaciones encuentren los mayores obstáculos para lograr una refinanciación con condiciones adecuadas, eso es si siquiera lograran obtenerla", escribieron analistas de Fitch Ratings en un informe.
Para numerosas empresas ya es demasiado tarde. De acuerdo con los últimos datos de la firma de investigación de crédito Serasa Experian, 409 empresas brasileñas presentaron solicitudes de protección por bancarrota durante el primer trimestre de este año, más del doble que hace un año.
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Financial Times