Al volver a San Francisco después de unos años de ausencia me doy cuenta de cuánto ha cambiado. Como sea que describas lo que está sucediendo – auge, burbuja o avalancha de dinero en lo que se conocía como la nueva tecnología antes de que "nuevo" se convirtiera en una palabra redundante – seguramente ha ampliado la realidad de la ciudad.
Alguna vez hubo una brecha enorme entre el sur y el norte de California – entre Hollywood y Silicon Valley. Al sur estaba la fábrica de los sueños de fantasía e imaginación, en el norte estaba la ciencia, el hardware como los transistores y los capitalistas de riesgo que trabajaban en parques empresariales en Sand Hill Road y vivían en los suburbios en expansión.
San Francisco era una linda, pero poco emocionante, ciudad turística. Ahora se parece más a Hollywood, llena de personas que escriben guiones y practican cómo venderlas. "Las compañías globales de este 'nuevo mundo feliz' han creado algo que no existía antes. No sólo le ahorran dinero a la gente", le dijo un hombre de mediana edad a un joven empresario en una mesa cercana a la mía en un restaurante el lunes por la mañana.
Las nuevas empresas deben ser algo más que "más rápidas, mejores y más baratas".
Más tarde ese mismo día, un capitalista de riesgo describió la decisión de su propia firma de rechazar a Uber cuando la empresa estaba recaudando dinero en sus inicios como "un lamentable fracaso de la imaginación". Los socios debieron haberse dado cuenta de que detrás del discurso a favor de un servicio de transporte a través de una aplicación de teléfonos inteligentes en San Francisco había una plataforma lista para revolucionar el transporte mundial. En lugar de pensar en los obstáculos legales, debieron haber echado a un lado la incredulidad. Silicon Valley se encuentra en uno de esos momentos históricos en que se pone en marcha un grupo de tecnologías – y funcionan conjuntamente – de maneras inesperadas.
En este caso, la interacción de la inteligencia móvil, robótica y artificial está produciendo una oleada de aplicaciones y dispositivos, desde el software activado por voz hasta los automóviles sin conductor. La máquina sabe lo que usted desea y dónde se encuentra y constantemente está aprendiendo cómo ser útil.
Andrew McAfee, coautor de La Segunda Era de las Máquinas, describe la experiencia de ser transportado en uno de los automóviles sin conductor de Google como pasar "de aterrado a emocionado a aburrido en 15 minutos".
La máquina no sólo conduce apropiadamente sino con tediosa previsibilidad, observando siempre el límite de velocidad y desacelerando al paso de todos los obstáculos, como si constantemente intentara pasar una examen de conducción. Detrás de las innovaciones que de pronto han llegado a volverse rutinarias, como el reconocimiento facial y de voz, se encuentran rápidos avances en el reconocimiento de patrones y formas emergentes de inteligencia artificial.
La capacidad de las computadoras para analizar las bases de datos y comprender lo que dicen las personas, lo que quieren decir y lo que desean está evolucionando más rápidamente de lo que muchos investigadores habían anticipado. Como resultado de esto, muchos inversionistas están dispuestos a invertir dinero en empresas de nueva creación que aparentan poseer tecnología e ideas empresariales que al menos formarán parte del 'nuevo mundo feliz'.
El miedo a perder una oportunidad es mucho mayor que el miedo a perder dinero, como advirtió recientemente Bill Gurley de Benchmark Capital. Las famosas burbujas de inversión de la historia a menudo se forman alrededor de semejantes combinaciones de dinero fácil e invenciones fantásticas, y algunos de los capitalistas de riesgo de hoy en día sufrieron la debacle de las puntocom del año 2000.
Si se les incita a hablar de ello, los optimistas responden que los 48 mil millones de dólares invertidos por los fondos de capital de riesgo estadounidenses el año pasado son sólo la mitad de la cantidad disponible durante el último apogeo hace 15 años. Esto ignora el hecho de que una gran parte del nuevo dinero no proviene de los fondos de riesgo, sino de otros inversionistas, incluidos fondos mutuos como T Rowe Price y Fidelity.
El 75 por ciento de las recientes rondas de recaudación de fondos realizadas por "unicornios" – empresas "startup" valuadas en mil millones de dólares o más – fueron dirigidas por inversionistas "no tradicionales", según un reciente estudio de Fenwick & West, un bufete de abogados de Silicon Valley.
Wall Street necesita a Silicon Valley más que a la inversa. Las grandes rondas tardías de financiación les permiten a las empresas "unicornios" permanecer privadas durante más tiempo en lugar de ser adquiridas o buscar ofertas públicas iniciales.
Pueden seguir adelante con sus esfuerzos de transformar al mundo sin que el mundo las pueda cuestionar.
¿Es de extrañarse que muchos de los jóvenes empresarios de la tecnología, y los ingenieros empleados por ellos con grandes salarios y paquetes accionarios, se sientan tan bien consigo mismos como las estrellas de cine? "Estos tipos no les temen a las grandes compañías tanto como deberían. Piensan que pueden ganar lanzándoles piedras", dice un capitalista de riesgo.
Están creando una nueva realidad, o al menos parecen estarlo haciendo – lo cual es suficiente para atraer el dinero. Por supuesto, no durará para siempre. Podrían perecer manadas de unicornios, dejando a muchos preguntándose por qué fueron tan crédulos. Pero Silicon Valley es un lugar divertido.
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