Era una habitación diminuta, con un ligero mal olor, un piso húmedo, sin ventanas ni sillas.
Era, de hecho, el baño en un sitio de conferencias inteligentes donde yo estaba a punto de participar en un panel de discusión para un grupo de gente de negocios hace unas semanas.
Había llegado unos minutos antes para realizar una maniobra familiar pero difícil: quitarme mis cómodos zapatos planos y reemplazarlos con un par de zapatos de tacón que llevaba en el fondo de mi bolsa.
Sé que parece bastante sencillo, pero en mi experiencia no lo es. El riesgo de colocar un pie descalzo en algo desagradable es grande. Y siempre existe la posibilidad de acabar con una bolsa mojada o con un dobladillo empapado.
Evité todos esos horrores ese día, sólo para descubrir que había sido una absoluta pérdida de tiempo.
Había otras seis personas en el panel de discusión, cinco hombres y una mujer. Tres de los hombres vestían traje y corbata, pero los otros dos estaban en mangas de camisa enrolladas y la mujer llevaba botas y una falda.
La audiencia estaba vestida de la misma manera y, si hubiera hecho mi presentación en mis zapatos planos, estoy segura de que nadie lo hubiera notado. Era otro recordatorio de que actualmente nadie sabe cómo vestirse en el trabajo. Esto es obvio cuando miro alrededor de mi oficina en Londres.
Las mujeres se visten como quieren, usando desde pantalones de mezclilla hasta faldas cortas. Si bien la mayoría de los hombres no usan chaqueta ni corbata, todavía hay algunos que van de traje. La elección de calzado abarca desde zapatos planos a zapatos deportivos y zapatos de vestir de hombre.
Solía pensar que esta actitud rebelde ante las reglas de la vestimenta de oficina era uno de los beneficios de trabajar para un periódico. Cada vez que entro en un gran banco o bufete de abogados, me sorprende cuánto tiempo dedicaron los que trabajan en estas instituciones para lucir como si hubieran salido de un anuncio de Armani.
Pero aparentemente mi oficina es muy normal. Sólo uno de cada 10 empleados británicos usa un traje en la oficina, según una encuesta realizada recientemente por el grupo hotelero Travelodge.
Sólo la mitad de las empresas del Reino Unido tienen una política de vestimenta y en tres cuartas partes de éstas, llevar ropa informal es la regla. Es tan raro ver un traje en muchas oficinas que la gente piensa que el usuario debe tener una entrevista de trabajo.
Esta tendencia se destaca en una historia que leí con gran emoción en el Washington Post hace unas semanas, que decía que las mujeres estadounidenses finalmente estaban abandonando sus zapatos de tacón. Las ventas de tacones altos cayeron 12 por ciento el año pasado, mientras que las ventas de zapatos deportivos de mujer subieron 37 por ciento.
Esto tiene sentido considerando la cantidad de personas que caminan a su oficina donde la vestimenta casual es cada vez más aceptable. Y como una acérrima enemiga de los tacones altos, esta noticia me parece positiva. Pero desearía que fuera la historia completa.
Tal vez los pantalones de mezclilla sean cada vez más aceptables, pero la batalla sigue. Todavía hay muchas ocasiones en que usar vestimenta formal de oficina sigue siendo la apuesta más segura: una primera reunión con alguien importante, un almuerzo con un jefe propenso a usar trajes, dar testimonio ante el Parlamento.
Cuando Christopher Wylie, el denunciante colorido en el centro del escándalo de Cambridge Analytica/Facebook, se presentó ante un comité de Westminster la semana pasada, todavía tenía su cabello color rosa brillante y su anillo de nariz. Pero esto lo compensó vistiendo traje y corbata de colores oscuros. Creo que tomó la decisión correcta, pero eso no nos ayuda a los demás.
Debido a que cada vez hay menos reglas sobre la vestimenta de oficina, ahora es más difícil saber si estás vestido apropiadamente. Actualmente existe una gran posibilidad de que la persona que estás a punto de conocer haya decidido vestirse al estilo de Silicon Valley.
No es mucho más fácil para los hombres. Un colega que normalmente no usa corbata me confesó el otro día que había estado contemplando la idea de volver a usar corbata. Por un lado, hacía frío y por otro, no le gustaba la apariencia de su cuello. Pero al final se había resistido. "Pensé que podría hacerme parecer un poco anticuado".
Por nuestro bien, yo sigo esperando el día en que el traje y los tacones de aguja se hayan ido por el camino del sombrero de copa. Si los banqueros insisten en ellos, está bien. Sin embargo, la vida laboral será mucho mejor si los demás podemos elegir cómo queremos vestirnos.