Los brasileños han elegido como presidente a Jair Messias Bolsonaro, un hombre fuerte derechista con una inclinación por la hipérbole similar a la del Sr. Trump, quien afirma tener creencias económicas liberales. Su elección marca un cambio radical para el país y el continente, y es el fin de la "marea rosa" de los líderes izquierdistas que recientemente dominaron ambos.
Para sus partidarios, el Sr. Bolsonaro es como su segundo nombre lo sugiere: un mesías que liberará a Brasil del creciente crimen, la corrección política y el estancamiento estatista. Para sus críticos, es un fascista. Sin embargo, para muchos brasileños, el excongresista, quien antes era un desconocido, fue simplemente el mal menor en las elecciones del pasado domingo. Después de dirigir Brasil durante la mayor parte de este siglo y durante su peor recesión y el mayor escándalo de corrupción de su historia, el Partido de los Trabajadores, el rival en este caso, simplemente no era elegible. Era hora de un cambio.
¿Qué tipo de cambio le traerá el Sr. Bolsonaro a la octava economía más grande del mundo? Brasil necesita verdaderamente reformas y su economía necesita liberalización. Sin embargo, si el Sr. Bolsonaro implementará esos cambios es un ejercicio ciego de esperanza y temor, pues ha revelado muy poco acerca de sus planes.
Los mercados han dejado claro su punto de vista, pues se han recuperado en el último mes. Su expectativa es que el excapitán del ejército irá más allá de su plataforma basada en la ley y el orden y buscará una reforma radical del abultado gobierno brasileño. Esto es más que una ilusión vana. La administración anterior preparó el terreno en el Congreso para que una reforma de pensiones, la cual es urgentemente necesaria pero impopular, tenga buenas posibilidades de aprobarse cuando el Sr. Bolsonaro asuma el cargo el 1º de enero. Brasil también está al borde de una bonanza cíclica, así que una economía propicia podría dale el espacio político para hacerlo.
Pero lo que es más importante aún, el Sr. Bolsonaro — quien admite no poseer conocimientos de economía — ha escogido a Paulo Guedes como su ministro de finanzas. El doctorado en economía de la Universidad de Chicago y financiero ha avivado las esperanzas de que Brasil está al borde de un ciclo virtuoso de reforma, privatización y crecimiento económico.
Hasta ahí llega la certeza. El Sr. Guedes no tiene experiencia en el gobierno, por lo tanto, la pregunta es cuánto tiempo mantendrá el rumbo. Lo mismo podría aplicársele a la reciente conversión del Sr. Bolsonaro al liberalismo. Por último, el Sr. Bolsonaro no tiene experiencia ejecutiva, así que no está claro cuán bien manejará el Congreso. ¿Qué sucede cuando un exoficial del ejército con tendencias autocráticas no puede conseguir lo que quiere?
Eso nos lleva a la mayor preocupación sobre el Sr. Bolsonaro: la posibilidad de que pueda ser un peligro para la democracia. Sin embargo, no se debe subestimar la fortaleza institucional de Brasil. Consideremos, por ejemplo, la enorme investigación de corrupción "Lava Jato". Para poner esto en términos estadounidenses, es como si los líderes de la Cámara de Representantes y el Senado hubieran sido condenados por corrupción, un expresidente estuviera encarcelado y otro impugnado, mientras que el presidente actual enfrenta cargos criminales, todo mediante una investigación independiente del FBI desde Wichita, Kansas.
Las preocupaciones sobre la aptitud del Sr. Bolsonaro son numerosas y comprensibles. Ha logrado llegar a la presidencia mediante provocaciones con comentarios escandalosos, incluso alabando a la dictadura. Los partidarios deben considerar que las críticas inevitables que vendrán son parte intrínseca de la democracia, no insultos personales o complots comunistas.
Sin embargo, la responsabilidad de calmar los nervios tras una campaña venenosa recae sobre el Sr. Bolsonaro. La libertad de expresión, el Estado de derecho y la separación de poderes son fundamentales para el liberalismo económico que dice defender.