El ascenso de Donald Trump en las encuestas se ha producido después de semanas en las que aprendió a ser más medido en aras de la campaña. El debate del lunes podría constituir la última prueba de si la nueva disciplina del candidato presidencial republicano podrá mantenerse cuando más la necesita.
El equipo de campaña de Trump ha restado relevancia a la preparación del candidato para el evento en Hofstra University, argumentando que no está interesado en estudiar carpetas de asuntos políticos ni de hacer simulacros de debates. Sus principales asesores -Steve Bannon, Kellyanne Conway y David Bossie- se han concentrado durante semanas en tratar de controlar su propensión a alejarse del mensaje.
Para prepararlo para el primer debate, organizaron actos para Trump en las últimas semanas en las que apareció ante públicos no compuestos por sus fervientes seguidores. Los resultados fueron dispares.
A comienzos de este mes, Trump, de 70 años, empleó un tono suave al dirigirse a una congregación afroamericana de Great Faith Ministries en Detroit y recibió una calurosa bienvenida de los concurrentes. Pero dos semanas más tarde, la recepción fue notablemente distinta cuando Trump utilizó una aparición en Bethel United Methodist Church en Flint, Michigan, para atacar a la candidata demócrata Hillary Clinton y fue interrumpido por la pastora Faith Green Timmons.
En líneas generales, desde que Bannon, Conway y Bossie tomaron las riendas de la campaña, Trump se atuvo a declaraciones preparadas en una pantalla de teleprompter y se abstuvo de generar titulares negativos con sus expresiones improvisadas.
Que Trump se permita o no ser provocado durante el debate de 90 minutos podría ser un indicador de cuál candidato es percibido como ganador. El evento será visto por decenas de millones de estadounidenses, pero sólo tendrá tres participantes: Trump, Clinton y el moderador Lester Holt, de NBC News.
El candidato republicano está aprendiendo a no dejar que las críticas o los enojos lo pongan nervioso, un punto débil que Clinton seguramente va a tratar de explotar, dicen los analistas.
Trump también debe mostrar más conocimiento de detalles políticos que en el pasado, tanto en cuanto a sus propios planes como a las críticas a los de su oponente.
Alentados por la impresión de que la carrera presidencial ahora está de su lado, los colaboradores de Trump se sienten confiados para este primer debate, dijeron los asesores del candidato, y piensan que se puede revertir el estrecho margen nacional a favor de Clinton.
El grandilocuente Trump, quien disfrutaba de encuentros de preguntas y respuestas con los medios de comunicación, ha estado más callado últimamente. En un evento del 16 de septiembre por la inauguración de su nuevo hotel en Washington, que en principio iba a ser parte de la campaña en forma de conferencia de prensa, el magnate, en cambio, mantuvo a la prensa arrinconada en la parte posterior del salón y evitó contestar las preguntas formuladas a los gritos por encima de las cabezas de sus invitados.
Si bien dominar la capacidad de morderse la lengua claramente fue de ayuda en las encuestas, en el debate Trump no podrá darse el lujo de recurrir a un teleprompter o de evitar temas que no le resultan familiares.