"Visité por primera vez el Campamento Número 3 algunos días después del terremoto del 19 de septiembre", relata Carlos Jasso, en su artículo para This is Place, un nuevo sitio de la Fundación Thomson Reuters enfocado a problemas urbanos en el mundo.
Después de informar desde edificios derrumbados alrededor de la ciudad tras el sismo del 19 de septiembre pasado, este fue un tipo diferente de choque, relata el reportero. Fila tras fila de diminutas chozas de estaño amontonadas en un pequeño lote escondido detrás de una valla alta en el barrio de clase media de Lindavista.
Aquí, cientos de familias que perdieron sus hogares en un terremoto hace 32 años están viviendo en condiciones deplorables, con hijos y nietos nacidos durante la interminable espera de los prometidos hogares subsidiados por el gobierno.
El terremoto de 1985 fue un momento decisivo para la capital mexicana. El número de muertos aún se disputa, pero se habla de al menos 5 mil. Algunos dicen que murieron muchos más.
Tres décadas después, cientos de sus víctimas aún viven en chozas en campamentos en la extensa ciudad de 20 millones y ahora el último terremoto ha dejado a miles de personas sin hogar.
En la primera impresión, el campamento es un poco amenazante, el olor a mariguana flota en el aire y los residentes advierten de ladrones y pequeños delitos y culpan a los recién llegados: personas que se han mudado para ocupar chozas de familias que han recibido nuevas viviendas.
Un fuerte sentido de comunidad prevalece entre los sobrevivientes del terremoto de 1985, necesario tal vez para las familias que comparten los baños al aire libre y usan cables eléctricos desnudos para calentar el agua para bañarse.
Y como en muchas de las personas más pobres de América Latina, hay ingenio. La mayoría de las familias tenían algún tipo de trabajo, muchos montaban pequeños negocios como puestos de comida que venden tacos o tiendas de fotocopias improvisadas en el camino.
Una mujer se ganaba la vida cobrando por papel higiénico y acceso a un baño.
Según los líderes del campo de Lindavista, sus chozas destartaladas albergan a unas 750 personas, divididas en aproximadamente 250 familias.
Hay casi 200 niños que son nietos de aquellos originalmente reasentados aquí, según los líderes locales.
Al menos seis de estos campamentos existen en la capital. El instituto de vivienda de la Ciudad de México dijo que desde 2016, ha entregado 173 viviendas a las víctimas del terremoto de 1985 y espera entregar 120 más antes de que finalice el próximo año.