CIUDAD DE MÉXICO, El cadáver político priista en que se convertía Ángel Aguirre, Los Chuchos lo levantaron en Guerrero para inyectarle adrenalina política en el corazón, reanimarlo y confrontarlo con el primo con que compartió departamento en la colonia Portales del DF en su época de universitarios.
Aguirre otra vez revivió −ya en los últimos 22 años había estado al menos dos veces al borde de la muerte electoral−. Y se levantó indomable para humillar en las urnas en 2011 a su primo priista Manuel Añorve, quien sobrevive por el oxígeno de Manlio Fabio Beltrones.
Sin el apoyo de Marcelo Ebrard, entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México, que veía cerca la posibilidad de superar a Andrés Manuel López Obrador rumbo a la candidatura presidencial, el crecimiento de Aguirre en campaña quien sabe si hubiese sido igual. Pero una vez aplastado Ebrard, el gobernador Aguirre –quien ya había gobernado Guerrero− condujo su apoyo en las elecciones presidenciales en favor del candidato Enrique Peña Nieto, del PRI.
Ayotzinapa era el cuarto colapso en la vida de Aguirre. Todavía así, casi abatido, se aferró a la silla del Palacio de Gobierno y sólo la presión social lo hizo soltarse. Desvalido, fuera de la cancha política, tomó aire y otra vez Los Chuchos, que gozan del dominio del partido, se metieron en Guerrero para rescatarlo en medio de la refriega por la desgracia ocasionada por el alcalde de su partido, José Luis Abarca, y María de los Ángeles Pineda, la esposa de éste, quienes en Iguala mandaron matar y desaparecer a estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos.
–Tienes que negociar con Ángel– condicionó Jesús Ortega a Armando Ríos Piter, joven aspirante a gobernar el convulso estado. Lo de la dirigencia de Ortega ya es historia, pero aún, en el peor momento del PRD, mueve los hilos de todo lo que se hace en ese partido.
–Prefiero no competir– contestó Ríos Piter, apodado El Jaguar de la Costa.
–Tú tienes la última palabra.
Y optó por dejar la candidatura a pesar de ser puntero en encuestas.
Ángel Aguirre, cuyo nombre es antítesis en Guerrero, porque como gobernador interino cuando fue el huracán Paulina en 97, se sabe, andaba de parranda y no estuvo para asistir a los afectados. Un año después una matanza de 11 personas supuestamente por ser guerrilleros del ERPI lo hace tambalear, pero nada lo doblega.
Se sumaron peores tragedias. El PRD, sí el PRD, lo acusó de matar a más de 60 militantes de éste partido durante su conformación y hasta llevó la queja a la ONU. Pero el tiempo pasa rápido y Los Chuchos salieron a defender con ímpetu el brinco de Aguirre a sus filas en 2011, aun cuando como universitarios integraron uno de los fuertes movimientos estudiantiles y antisistema habidos en la UNAM.
Fernando Belaunzarán, ahora diputado federal por el PRD, en su cuenta de Twitter escribió a sus seguidores, que reclamaban el rescate de Aguirre: "es no saber de política. La política se hace con lo que hay". Las advertencias no faltaron. "Al tiempo", le contestaron. Y hoy, que ha ocurrido el peor de los acontecimientos después de la matanza en Tlatelolco, bajó su perfil y prefiere no hablar del caso.
Estilo bohemio y amante de las canciones de Álvaro Carrillo, estómago abultado, aspecto como el de Pedro Picapiedra, Ángel Aguirre es líder natural. En los años en que empezaba la secundaria, su estado vivía la llamada Guerra Sucia, operación militar que acabó el movimiento de los líderes guerrilleros Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, quienes decían buscar la liberación del yugo del cacique mayor, llamado Caballero Aburto.
Reafirmó su liderazgo en la prepa, y en la UNAM, como cabeza de la sociedad de alumnos para posicionarse años después como rejego político de Guerrero, donde la pobreza alimentaria, de justicia e institucional y de presencia del narco lo mantiene imbatible. "Aún no ha nacido el que me dé en la madre", le gusta desafiar.
Hoy, Ángel Aguirre libra quizá la más grandes de sus batallas, bajo investigación, con familiares en la cárcel acusados de desvío de recursos públicos y sin partido.