CUMANÁ, Venezuela. Como los camiones de entregas están bajo ataques constantes, ahora los alimentos de la nación son transportados bajo vigilancia armada. Los soldados montan guardia en las panaderías. La policía dispara balas de goma a las multitudes desesperadas que toman por asalto las tiendas de abarrotes, las farmacias y las carnicerías. Una niña de cuatro años de edad murió de un disparo mientras pandillas callejeras peleaban por comida.
Venezuela se está convulsionando de hambre.
Cientos de personas en la ciudad de Cumaná, cuna de uno de los héroes de la independencia de la región, marcharon contra un supermercado en los últimos días, gritando en demanda de comida. Tomaron agua, harina de trigo, harina de maíz, sal, agua, papas, cualquier cosa que pudieron encontrar, dejando atrás solo congeladores vacíos y estantes volcados.
Y demostraron que incluso en un país con las reservas petroleras más grandes del mundo, es posible que la gente se amotine porque no hay suficientes alimentos.
Esta es precisamente la Venezuela que sus líderes prometieron evitar.
En uno de los peores momentos de la nación, en 1989 los motines se extendieron desde Caracas, la capital, dejando cientos de muertos a manos de las fuerzas de seguridad. Conocido como el "caracazo", fue provocado por los bajos precios del petróleo, los recortes en los subsidios y una población que repentinamente se vio empobrecida.
El acontecimiento quedó grabado en el recuerdo de un futuro presidente, Hugo Chávez, quien dijo que la incapacidad del país para proveer a su gente, y la represión del Estado frente al levantamiento, eran las razones de que Venezuela necesitara una revolución socialista.
Ahora sus sucesores se encuentran en un apuro similar, o quizás incluso peor.
La nación está buscando ansiosamente formas de alimentarse. El colapso económico de los últimos años le ha dejado incapaz de producir suficientes alimentos por sí misma o de importar lo que necesita del extranjero. Las ciudades han sido militarizadas bajo un decreto de emergencia emitido por el presidente Nicolás Maduro, el hombre al que Chávez seleccionó antes de morir hace tres años para seguir adelante con su revolución.
"Si no hay alimentos, habrá más motines", dijo Raibelis Henríquez, de 19 años de edad, quien esperó todo el día por pan en Cumaná.
Pero aunque los motines y enfrentamientos causaron alarma en el país, es el hambre la que sigue siendo la fuente constante de intranquilidad.
Un asombroso 87 por ciento de los venezolanos dice que no tiene dinero para comprar suficiente comida, según encontró la más reciente evaluación de los niveles de vida realizada por la Universidad Simón Bolívar.
Un 72 por ciento de los salarios mensuales es gastado simplemente en comprar alimentos, según el Centro para la Documentación y el Análisis Social, un grupo de investigación asociado con la Federación Venezolana de Maestros. En abril, concluyó que una familia necesitaría el equivalente de 16 salarios mínimos para alimentarse adecuadamente.
Si se le pregunta a los residentes en esta ciudad cuándo tomaron su última comida, muchos responderán que no fue hoy.
Lucila Fonseca, de 69 años de edad, tiene cáncer linfático, y su hija de 45 años, Vanessa Furtado, tiene un tumor cerebral. Pese a estar enferma, Furtado renuncia muchos días a la poca comida que tiene para que su madre no se salte las comidas.
"Yo era muy gorda, pero ya no", dijo la hija. "Estamos muriendo en vida".
Su madre añadió: "Ahora vivimos con la dieta de Maduro: nada de comida, nada de nada".
Economistas dicen que años de mala administración económica, empeorados por los bajos precios del petróleo, la principal fuente de ingresos de la nación, ha causado estragos en el suministro de alimentos. Los campos azucareros en el centro agrícola del país yacen improductivos por la falta de fertilizantes. La maquinaria no utilizada se deteriora en las fábricas estatales cerradas. Alimentos básicos como el maíz y el arroz, alguna vez exportados, ahora deben ser importados y llegan en cantidades que no satisfacen la necesidad.
En respuesta, Maduro ha reforzado su control sobre el suministro de alimentos. Usando decretos de emergencia que firmó este año, el presidente puso la mayor parte de la distribución de alimentos en manos de un grupo de brigadas ciudadanas leales a los izquierdistas, una medida que sus críticos dicen es reminiscente del racionamiento de alimentos en Cuba.
"Están diciendo, en otras palabras, recibirás comida si eres mi amigo, si eres mi simpatizante", dijo Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de la Violencia, un grupo defensor de los derechos humanos.
Todo fue una nueva realidad para Gabriel Márquez, de 24 años, quien creció en los años de auge cuando Venezuela era rica y los estantes vacíos eran inimaginables. Estaba de pie frente al supermercado destruido donde la muchedumbre había llegado en Cumaná, una interminable extensión de botellas y cajas rotas y estantes dispersos. Unas cuantas personas, incluido un policía, buscaban entre los escombros en busca de las sobras.
"Durante el carnaval, nos arrojábamos huevos unos a otros solo para divertirnos", dijo. "Ahora un huevo es como el oro".