Repensar

Agricultores acalambrados

Alejandro Gil Recasens opina que los agricultores estadounidenses están pasando por un momento complicado, ya que han observado que Canadá y México se pusieron a buscar nuevos socios.

Quienes se dedican a la agricultura enfrentan mayor incertidumbre y riesgo que en otras ramas. Los sembradíos son vulnerables a los fenómenos climáticos y a las plagas, lo que hace variables los volúmenes que logran conseguir y el importe al que pueden venderlos. Al mismo tiempo, sus productos son "de primera necesidad", por lo que las poblaciones demandan abasto oportuno y suficiente. Esa es la razón por la que en todas partes los gobiernos subsidian a los agricultores.

La cosa se complica cuando quieren vender en países en que hay mayores apoyos. Exigen montos equivalentes y cuando los obtienen, sus competidores ya mejoraron los suyos. En ese torneo la Unión Europea y Estados Unidos salen siempre campeones, por la sencilla razón de que pueden sostener altas subvenciones por tiempo indefinido.

El sector es el que ha tenido mayor dificultad en abrirse a las importaciones. Como ningún otro, necesita tratados que emparejen la cancha o cuando menos mantengan el flujo de intercambios bajo reglas acordadas.

Tormenta perfecta

Los agricultores estadounidenses están pasando por un momento complicado. Primero vieron frustradas la firma de los acuerdos Transatlántico (TTIP) y Transpacífico (TPP). Luego han observado que, ante el retraso en la modernización del TLCAN, Canadá y México se pusieron a buscar nuevos socios. La guerra de tarifas desatada por su presidente los hizo entrar en pánico, no obstante la ayuda de 12 billones de dólares que promete.

A todo eso hay que agregar que en el Capitolio se ha estancado el proceso para renovar la llamada Ley Granjera.

El Comprehensive Omnibus Farm Bill es un complejo paquete legislativo que abarca la supresión, creación, adiciones o enmiendas de normas y la cancelación, reautorización o establecimiento de disposiciones temporales.

En 1933, durante la Gran Depresión, la mayoría de la población vivía en zonas agrarias. Con la caída generalizada de los ingresos, mientras que en las ciudades escaseaban los víveres, en el campo quedaron imposibilitados de venderlos, a pensar de que los ofrecían casi sin ganancia. Pronto ya no pudieron cubrir sus hipotecas o conseguir semillas y fertilizantes. Para evitar un desastre (como parte del New Deal) el Tío Sam empezó a compensar a los agricultores por dejar de sembrar en una parte de sus tierras y les compraba y almacenaba tonelajes masivos de maíz, trigo, frijol de soya, algodón y leche para controlar su entrada al mercado y mantener precios estables. Al mismo tiempo se estableció un plan de nutrición en las zonas urbanas.

Durante las siguientes seis décadas el Farm Bill se renovó cada cinco años, añadiéndole nuevos elementos, como créditos o soportes para la comercialización y el desarrollo rural. Pero sobre todo, se incrementaron los presupuestos para el sustento de los pobres de las urbes, porque fue la condición que pusieron los legisladores que las representaban. En los setenta esos programas se integraron en uno solo de vales de comida (food stamps).

En 1996 los conservadores ganaron el control del Congreso y suspendieron las retribuciones por no plantar y la adquisición de granos, sustituyéndolos por un seguro obligatorio de cosechas subsidiado. Sin embargo, dos años después se establecieron abonos directos, calculados sobre la superficie no utilizada en el decenio previo, independientemente de las condiciones del mercado. De esa forma evitan que se les acuse de competencia desleal.

El Farm Bill es cada vez más criticado. Impacta significativamente en el déficit fiscal. Los pagos no se justifican cuando hay precios altos. Se volvió elitista: 62 por ciento de los rancheros no reciben nada, mientras que el 10 por ciento de los beneficiarios (inclusive algunos legisladores) se llevan el 75 por ciento de lo desembolsado. Tres cuartas partes del dinero se va a las ciudades. El presidente Barack Obama duplicó el costo de los cupones de comestibles y entre los 40 millones que los reciben hay mucho abuso.

A fines de septiembre expira la versión de 2013. En la Cámara de Representantes treinta republicanos libertarianos supeditan su voto a que primero se acepten modificaciones a las leyes migratorias. Los demócratas, en bloque, se oponen a los requisitos propuestos por la administración para los que reciben ayuda alimentaria (que se capaciten, busquen empleo o hagan trabajo voluntario).

La aprobación podría llevarse muchos meses. Por eso a los granjeros les urge que se termine la negociación del TLCAN. Son nuestros aliados pero no los hemos activado. Why?

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