Repensar

Complicada aprobación

Oponerse a la apertura de las importaciones es ahora la prioridad de las uniones gremiales estadounidenses, porque las compras a China y México se presentan como el origen de todo lo malo.

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Se comenta en estos días que Estados Unidos está por fin cediendo en algunos temas, lo que hace posible que la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) concluya antes de las elecciones en México. La semana pasada sostuve que no debería descartarse un atorón legislativo que retrasara la aprobación de lo que se acuerde. Abundo ahora sobre las circunstancias que lo explican.

En 1993 el TLCAN salió del Capitolio con más votos republicanos que demócratas, pero no se hubiera concretado sin los segundos. Bill Clinton forzó a muchos a manifestarse a favor y eso tuvo un costo político mayúsculo. En los comicios del año siguiente un buen número de ellos no lograron reelegirse, al ser tachados de traidores por los sindicatos. Decepcionadas de quien creían su aliado, esas organizaciones se alejaron del partido, lo que fue decisivo para que los del bando contrario capturaran ambas cámaras por primera vez en 40 años. Una facción conservadora, encabezada por Newt Gingrich, impidió luego que el presidente cumpliera otros ofrecimientos a su base.

Eso explica que varios miembros de aquella administración, que promovieron con entusiasmo la firma del Tratado, renegaron de él. Significativamente, el exsecretario del Trabajo, Robert Reich y la mismísima Hillary Clinton, que en su campaña para senadora por Nueva York de plano lo tachó de "amenaza para la seguridad nacional" y que, en su segundo intento por llegar a la Casa Blanca, coincidió con Donald Trump en la exigencia de revisarlo. Como lo demandó también su contrincante interno, Bernie Sanders.

Oponerse a la apertura de las importaciones es ahora la prioridad de las uniones gremiales. Alegan que todo lo que advirtieron se materializó. El programa para reentrenar a los obreros desplazados fue insuficiente. Los empleos se fueron a México y al sudeste asiático. Las empresas los chantajean con trasladar las plantas fuera del país si no aceptan las restricciones salariales. No se honró el compromiso de reducir el diferencial salarial entre México y Estados Unidos, ni han sido eficaces las denuncias sobre trabajo infantil, inseguridad y bajos sueldos, o las consultas respecto a la libertad sindical (previstas en el acuerdo laboral paralelo). Por eso exigen que todo eso se convierta en un capítulo del NAFTA y sea vinculatorio.

Ambiente hostil

Los pactos comerciales no son populares entre los demócratas. Hace tres años sólo 28 representantes se pronunciaron por dar a Barack Obama facultad para negociar el Acuerdo Transpacífico y casi ninguno protestó cuando Trump retiró a su país de las pláticas. En estos asuntos, no pocos congresistas de ese partido están del lado proteccionista. Por ejemplo, el senador Sherrod Brown, que se opuso al TLCAN desde 1993 y escribió el libro Mitos del libre comercio, ha hecho mancuerna con el Representante Comercial Robert Lighthizer para apoyar la línea dura del gobierno. Se entienden bien porque ambos son de poblaciones acereras de Ohio.

Charles E. Schumer, líder de la minoría en el Senado, mantiene una posición más radical. Su propuesta (a better deal) incluye la creación de una 'fiscalía comercial independiente', que defienda a los trabajadores y a las pequeñas empresas. También un 'consejo de empleo', para bloquear la inversión extranjera que impacte a la mano de obra o reduzca la participación de mercado de las industrias críticas.

Las políticas de 'Buy american, hire american' tienen respaldo bipartidista. Se pretende privilegiar a los proveedores locales y penalizar a los contratistas que externalicen puestos laborales.

Del lado republicano, los líderes de la mayoría, el representante Paul Ryan y el senador Micht McConnell, simpatizan con la continuación del Tratado, pero fuera de los congresistas de los estados fronterizos (Arizona, Texas) y agrícolas (Iowa, Kansas), no hay mucho entusiasmo por salvarlo. Es explicable: en noviembre los americanos irán a las urnas y en el noreste y el medio oeste hay un verdadero torneo de populismo entre los candidatos rojos y azules. Las importaciones chinas y mexicanas se presentan como el origen de todo lo malo. La aprobación del TLCAN renovado no será un día de campo. Tan pronto como en julio, si no les parece lo hasta entonces convenido, los legisladores podrían condicionar o negarse a extender la autorización para que el Ejecutivo siga negociando.

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