Con énfasis en el rigor y la ética, Raymundo Riva Palacio acaba de publicar, ahora en Grijalbo, una versión actualizada de su Manual para un nuevo periodismo.
Conozco a Raymundo desde hace muchos años, tantos, que es mejor no contarlos. El caso es que los dos estábamos allí, en los pupitres de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Los compañeros de aquel salón veíamos a nuestro condiscípulo con una mezcla de admiración y envidia, sentimientos emparentados por más que parezcan distantes.
La razón era que Raymundo era el único que ejercía. A riesgo de equivocarme, diré que él entonces cubría carreras de autos y partidos de futbol americano para El Sol de México.
Usaba rompevientos coloridos y pantalones de mezclilla, tenis y una melena abundante, que quizá sea lo único que hoy extrañe de aquella presencia.
Raymundo realizaba los ejercicios de redacción con una velocidad insólita. Cuando los demás estábamos pensando en cómo resolver el primer párrafo, él estaba ya entregando el texto. Era odioso y admirable verlo preguntándole al maestro si ya podía irse.
Hablaba en volumen bajo, casi siempre, y se reía de casi todo. A veces traía una barba desordenada. Era el periodista que todos queríamos ser, lo que incluía cierto desparpajo frente a la vida y una voracidad lectora de la prensa.
Un abismo nos separaba: los demás queríamos ser periodistas y él ya lo era. Chin. Nunca falta alguien así.
Tomó vuelo Raymundo. De medio en medio, golpe a golpe, como el caminante de Machado que nos regaló Serrat, ganó prestigio y nombre. Siempre investigador, revelador, analítico, el reportero que lleva dentro sigue allí, acompañado del columnista y del directivo de diarios y alguna vez de Notimex. Siempre, también, inquieto, ha iniciado al menos una decena de proyectos periodísticos, de los que luego sale para comenzar otro. Camino hecho de desafíos.
Raymundo ratifica en la Introducción de su Manual que, en periodismo, "regresar a lo básico es fundamental para aprovechar mejor y a plenitud la maravilla de la comunicación horizontal y de las tecnologías que vuelven nómadas a los ciudadanos, sin olvidar que el qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué (las preguntas trazadas por Rudyard Kipling) seguirán siendo herramientas claves en un mundo donde quien busca la información la quiere en el momento que desea, con la jerarquía que escoja, en la plataforma de su conveniencia pero, siempre, en espera de que la calidad de la información sea mejor".
En síntesis, de eso trata su libro. De cómo el periodista debe retornar a lo esencial de su oficio (investigar, informar, escribir con pulcritud) para seguir siendo un personaje clave en el mundo de la información, sin que las nuevas tecnologías alteren esa sustancia.
En consonancia con este principio, el libro es esencial para quienes ejercen el periodismo y para quienes aspiran a hacerlo.
"No se vale, Raymundo, le dije un día al salir de la escuela, tú escribes muy rápido. El maestro debería darnos media hora de ventaja". Y él, con esa sonrisa de entonces que todavía persiste, me dijo, sin ánimo de dictar cátedra: "Es importante escribir rápido, pero es más importante escribir bien".
Sin Frases Hechas
Manual para un nuevo periodismo
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