A diferencia de lo que las encuestas reflejaban sobre el sentir ciudadano, que era la preferencia mayoritaria por continuar la construcción en Texcoco, los resultados de la consulta sobre el nuevo aeropuerto fueron favorables a Santa Lucía, al ser la opción elegida por la mayoría de quienes participaron en el ejercicio que diseñó y organizó el equipo de transición. El margen de ventaja no fue menor: 69.9 por ciento votó por Santa Lucía y 29.1 por ciento eligió Texcoco, según los resultados que se dieron a conocer el domingo por la noche, en la sede del gobierno electo.
¿Significa esto que fallaron las encuestas? La respuesta va en dos vías: no fallaron, pero sí fallaron. Me explico. La gran mayoría de las encuestas dadas a conocer antes de la consulta reflejaban la opinión de la población adulta en su conjunto o, en algunos casos, de la población que tiene una línea telefónica en su hogar. Ambas metodologías confirmaban una tendencia favorable a Texcoco. Muy pocas encuestas, sin embargo, emplearon el fraseo de la pregunta que finalmente se utilizó en la consulta. Una excepción fue la encuesta de El Financiero, publicada el martes pasado, que mostraba que el planteamiento de la pregunta de la consulta sí arrojaba resultados favorables para Santa Lucía (53 por ciento) sobre Texcoco (46 por ciento). En este sentido, las encuestas estimaban las preferencias de una población más amplia y no se puede decir que hayan fallado. La coincidencia en resultados de hecho podría tomarse como una validación de los estudios demoscópicos entre sí.
Pero el resultado de la consulta no solamente fue producto del fraseo de la pregunta, sino de la participación que se registró, que fue alrededor del 1 por ciento de la lista nominal de electores en todo el país: poco más de un millón de participantes. De acuerdo con el sondeo que hicimos en El Financiero, al segmentar los resultados por el subconjunto de entrevistados que sabían dónde y cuándo votar, la preferencia por Santa Lucía se ampliaba, como se apuntó en la publicación del martes 23 de octubre: Santa Lucía obtenía 63 por ciento de las preferencias de esos "votantes probables", mientras que Texcoco se llevaba el 35 por ciento, una proyección no muy lejana de lo que finalmente resultó en la consulta. La mayoría de las encuestas falló al no aportar resultados segmentados o proyecciones tomando en cuenta algo que ya se esperaba: una participación muy baja. Si la política de hacer consultas continúa, como ya se espera del nuevo gobierno, será muy importante que los encuestadores incorporen ese tipo de estimaciones en sus ejercicios demoscópicos. En esta ocasión, salvo El Financiero, nadie más lo hizo.
Eso no quiere decir que la consulta sobre el NAIM haya sido impecable. Casi lo contrario. El equipo de transición echó a andar un ejercicio de consulta improvisado, poco transparente, con varias limitaciones y con potenciales sesgos, y la defendió bajo el aura de la democracia participativa. No obstante, en la democracia, para aceptar los resultados, hay que aceptar primero las reglas de juego, lo cual no fue el caso. El equipo de transición argumenta que la ciudadanía se expresó en las mesas de votación, pero también hay que tener cuidado con ese término. Quien se expresó fue una porción de la ciudadanía que era mucho más probable de responder al llamado del Presidente electo a votar, en los lugares que el equipo de transición definió y bajo las características que éste mismo impuso. Habrá analistas que evalúen mejor la calidad de la consulta, pero, por lo pronto, y contrastando con lo que mostraban las encuestas, este primer ejercicio de democracia participativa probablemente quedará como el triunfo de la opinión minoritaria que se volvió mayoría en la consulta del Presidente electo.