El amplio abanico de sentimientos políticos que se leen, que se observan y que se escuchan en estos tiempos, muy probablemente estén flanqueados por el antipriismo en un extremo y por los anti-AMLO en el otro. Como buen deporte, la política tiene partidarios que celebran y aplauden cada jugada de su equipo, aunque sea mala, y detractores que abuchean y rechiflan todo lo que hace el equipo contrario, aunque sea bueno. Así es la rivalidad.
En este espacio ya le había platicado una manera de medir con encuesta estos públicos anti, que en junio de 2017, a poco más de un año de la elección presidencial, representaban alrededor de un tercio del electorado: los antipriistas registraban 36 por ciento, mientras que los anti López Obrador representaban 32 por ciento. ("Los anti", 4 agosto 2017). Las preguntas que se utilizaron son: "¿Se considera usted antipriista?" y "¿Se considera usted anti López Obrador?", con opciones de respuesta sí o no.
Quizá ya es tiempo de dar seguimiento a esta medición. ¿Ha crecido, ha disminuido o se ha mantenido la proporción de electores anti-PRI y anti-AMLO? ¿Qué implicaciones tienen esos cambios, si es que los hay?
Lo primero es que, efectivamente, ha habido algunas variaciones, sobre todo del lado de los anti-AMLO. Si bien en junio pasado representaban 32 por ciento, en las encuestas de octubre y noviembre se registró un 26 por ciento de antipejistas, y en la reciente encuesta, realizada a finales de enero y publicada en estas páginas en martes 6 de febrero, el público anti López Obrador registró 20 por ciento.
Evidentemente, los sentimientos anti-AMLO han disminuido de manera importante. Si se trata de ganar con goles, la frase 'ódiame más' con la que muchos futboleros en nuestro país están familiarizados, quizá no perjudica al equipo, sino que puede incluso ayudar a fortalecer el sentido de identidad; pero cuando se trata de ganar con votos, 'ódiame más' puede resultar nocivo. Quizá por ello la precampaña del tabasqueño ha promovido el símbolo 'AMLOve'.
Del otro lado, el sentimiento anti-PRI se ha mantenido más o menos estable. En junio era 36 por ciento, hacia octubre se registró 35 por ciento, en noviembre 38 por ciento y ahora en enero 35 por ciento. La base del antipriismo se ve más sólida. La pregunta para el candidato presidencial (y de hecho para todos los candidatos a los diversos puestos de elección este 1 de julio) es si eso se puede revertirse y cómo.
Los públicos anti-PRI y anti-AMLO son realmente opuestos en muchos sentidos. Los primeros son de izquierda, los segundos de centro y derecha. Los primeros abanderan el combate a la corrupción; los segundos no tanto. Pero también tienen cosas en común: los anti de ambos lados suelen ser más jóvenes y más escolarizados.
Pero hay un factor adicional que no comenté en la columna de agosto sobre los anti y que hoy cobra una particular relevancia para dimensionar a los públicos opuestos, a esos que marcan esta férrea rivalidad con miras a las campañas. Hay un subconjunto que es anti-PRI y anti-AMLO; es decir, rechaza a los dos.
Si tratamos de clasificar al electorado en su conjunto con base en los datos que arroja la reciente encuesta nacional, los anti-PRI y anti-AMLO representan 11 por ciento del total. Ese es un público natural para el Frente o para las opciones independientes.
Por su parte, los anti-PRI que no son anti-AMLO representan 24 por ciento. Y los anti-AMLO que no son anti-PRI registran 9.0 por ciento. Si usted hace la suma, queda un 56 por ciento del electorado, la mayoría que no está dentro de ninguna de estas opciones anti. Quizás tengan otros sentimientos opuestos que no estén reflejados aquí, pero, por lo pronto, podemos pensar que son el público que estará expectante, que podrían aplaudir una buena jugada independientemente del equipo que la haga, y abuchear una mala jugada de cualquier lado.
O bien, podrían simplemente no ir al estadio para aplaudir o abuchear. Ya veremos.