Desde San Lázaro

Baño de pueblo y polarización

El 1 de diciembre regresó al formato del día del presidente, pero toda la agenda fue diseñada para dejar que el pueblo participara en los festejos y establecer una simbiosis entre el gobernante y los gobernados.

Fue el día del presidente y así tenía que ser. Andrés Manuel López Obrador cristalizó un sueño que en varias ocasiones parecía inalcanzable. Fue perseverante hasta lograrlo. Ya lo había sido, el 21 de noviembre de 2006, cuando se autonombró presidente legítimo, luego de la derrota ante Felipe Calderón, pero esa es otra historia.

En dos discursos, uno pronunciado en San Lázaro y el otro en la plancha del Zócalo, AMLO tocó todos los temas que ha planteado a lo largo de 15 años, sin importar que varios de los datos esbozados fueran incorrectos o sesgados, eso fue lo de menos, lo importante era mostrarse como la opción salvadora de la patria.

Toda la agenda fue diseñada con dos propósitos, el dejar que el pueblo participara en los festejos y, con ello, establecer una simbiosis de causas: "Yo te doy, pero tu apóyame hasta el final", o el "yo no me pertenezco, yo soy de ustedes", frase que se ha escuchado a Hugo Chávez e incluso a Adolfo Hitler.

Con ese baño de pueblo se idealizó López Obrador, a lo largo de tantas batallas perdidas.

La larguísima perorata pronunciada en un abarrotado Zócalo, sirvió precisamente para dejar en claro el estilo de gobernar del presidente López Obrador, quien a través de las consultas populares buscará justificar las decisiones que tomará en su sexenio, como ya lo hizo con la cancelación inconstitucional del aeropuerto de Texcoco. En este contexto, la revocación de mandato es una falacia con la manipulación de las masas.

Por ello la necesidad de que en el Paquete Económico del próximo año se garantice el fondeo a los programas asistenciales y se canalicen recursos a esa base electoral, que le servirá para acuerparlo y proyectarlo a un proyecto político transexenal en el cual, ya lo prometió, no habrá reelección presidencial, pero si un continuismo de su modelo de gobierno, por lo menos para los próximos 18 años; y como se ven las cosas en la oposición, no es difícil que lo consiga.

El ejército de ninis, aunque se enojen por llamarlos así, y adultos mayores, serán esa dinámica fuerza, esas brigadas de resistencia y de lucha que acompañarán al presidente en una confrontación con los acomodados, con los fifís.

Ya de suyo, la polarización se acentúa desde el primer día de gobierno. Así lo recalcó en la plaza pública más importante del país.

Nadie le va a rebatir al presidente que primero sean los pobres, lo que es altamente cuestionable es que permanentemente descalifique a las clases pudientes hasta su estigmatización.

De eso han de haber platicado Nicolás Maduro, Evo Morales y AMLO durante la comida en Palacio Nacional.

En la ceremonia de transmisión de poderes en el Palacio Legislativo de San Lázaro fuimos testigos de la rudeza innecesaria aplicada a Peña Nieto, que por un gravísimo error de logística de su staff, como ocurrieron muchísimos a lo largo de su administración, lo dejaron chutarse el discurso de AMLO, al cual sólo faltó mentarle la madre al mexiquense. El desaguisado se hubiera evitado si al término de la protesta como presidente constitucional se hubiera retirado.

En calidad de qué se quedó Peña a escuchar el discurso. No tenía sentido ni propósito. Claro los epítetos endilgados en torno a la corrupción, el influyentismo, el aumento de la deuda pública y la creación de un comité de servicio para una minoría rapaz, y yo agregaría la frivolidad, son válidos, pero de eso a denostarlo con datos incorrectos y adjetivos groseros, fue un exceso.

A lo largo del 1 de diciembre sus nuevos aliados, Televisa y TV Azteca, principalmente, transmitieron en cadena nacional los pormenores del día del presidente. La exaltación y el orgasmo en la verborrea de los conductores llegaron al paroxismo.

Ahora viene la cruda realidad, ser presidente formal en lugar de ser candidato. Veremos, ahora sí, de qué tamaño es López Obrador, con el beneficio de la duda, arrancamos el nuevo sexenio.

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