Desde San Lázaro

El mañanero desgasta

En un balance de las conferencias celebradas ya como Presidente, diremos que el objetivo que busca no se ha cumplido, sobre todo por las contradicciones y los innumerables frentes que ha abierto.

A veces es necesario, y hasta cierto punto vital, no sólo para desahogarse, sino para inyectar ánimo a las actividades cotidianas.

Esas conferencias mañaneras de Andrés Manuel López Obrador le sirvieron cuando era jefe del Gobierno del DF para imponer la agenda política y social, incluso al mismo presidente Vicente Fox, quien no hallaba como contrarrestar el efecto de ellas, a tal grado que, en algún momento de su administración, quiso replicarlas sin éxito alguno.

El fijar el tema en la coyuntura tiene diversos efectos, incluso el de tender cortinas de humo cuando se quiere que algún tema desaparezca del interés de la opinión pública.

Como ha pasado ahora con el impacto brutal a las finanzas públicas con la cancelación del NAIM.

La pregunta ahora es, ¿seguirán teniendo la misma utilidad las mañaneras cuando AMLO ya logró ser presidente?

La respuesta no acepta ambivalencias. Son más los riesgos que las ventajas.

El desgaste diario de enfrentarse a los somnolientos reporteros y a sus cuestionamientos, provoca, en la mayoría de los casos, respuestas improvisadas, ocurrencias o de plano deja ver el espíritu beligerante del tabasqueño; y ya no hablamos de su salud, que al ritmo que lleva no es difícil que tenga serios contratiempos.

Todavía no le cae el veinte a López Obrador que ya no es candidato, sino que posee todas las atribuciones que enumera la Constitución, lo que significa que es Presidente de todos los mexicanos y no sólo de sus seguidores.

Pensamos que después del periodo de transición iba a dejar su discurso separatista y de polarización; sin embargo, ya como Presidente formal lo ha recrudecido.

Un día se pelea con los gobernadores, otros con el Poder Judicial, luego embate contra periodistas y empresarios.

No deja títere con cabeza. No sabemos si en las mañanas amanece de mal humor o de plano su ADN es de un rijoso empedernido.

Con las conferencias mañaneras nos damos cuenta de inmediato del perfil psicológico del titular del Poder Ejecutivo.

No será mejor utilizar las benditas redes sociales o el boletín de prensa cuando quiera informar algo en el día, y dejar las conferencias de prensa para tocar temas relevantes que requieren una postura oficial del gobierno.

En un balance de las conferencias celebradas al día de hoy por AMLO, ya como Presidente, diremos que el objetivo que busca no se ha cumplido, sobre todo por las contradicciones y los innumerables frentes que ha abierto, confundiendo con ello hasta a sus propios simpatizantes, que por más que lo quieren defender, pues nomás no se deja.

El diferendo que existe sobre las percepciones que ganan los jueces, no se trata sólo de ajustar la nómina, sino de violentar la autonomía e independencia del Poder Judicial para someterlos a los designios del poder.

Lejos de bajarle de nivel a la discusión y tender puentes de diálogo y entendimiento, el Presidente de la República se sube al ring, por preguntas de reporteros agudos, y vuelve a sorrajarle a la división de poderes, a la gobernabilidad y la democracia.

¿Servirá de algo mantener un golpeteo salvaje y cotidiano contra las instituciones?

¿Esto es lo que necesita México en momentos donde la inseguridad pública, el desempleo y un entorno internacional agobian al país?

Si de por sí ya tenemos escollos casi imposibles de superar, qué necesidad, diría el divo de Juárez, tenemos para pelearnos entre nosotros mismos, azuzados por el Presidente de México.

AMLO debe moderarse y mostrar esas cualidades de estadista que, dicen sus adeptos, tiene.

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