Desde San Lázaro

Meade o Anaya

El 20 por ciento de la ciudadanía en edad de votar decide dos semanas antes de los comicios y hay un 10 por ciento que lo hace a pie de casilla.

Con la salida de Margarita Zavala se comenzará a perfilar el resultado final de la elección presidencial, que aún no está definido.

En las próximas seis semanas, a partir del segundo debate, ocurrirá entre los electores que aún no definen el sentido de su voto, una serie de decisiones que no necesariamente son como lo apuntan las encuestas.

Esta opinión, desde luego contraria a lo que señalan los analistas y obviamente los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, se basa en un aspecto fundamental sobre la decisión que hacen los electores en torno al sentido de su voto.

El 20 por ciento de la ciudadanía en edad de votar decide la intención de su voto dos semanas antes de los comicios, y hay un 10 por ciento que lo hace a pie de casilla. Es decir, no hay nada para nadie ya que ese universo de indecisos inclinará la balanza hacia el lado del ganador de la elección.

La salida de la ex primera dama de la contienda presidencial le quita a un sector de la población el conflicto personal de tomar una decisión en favor de determinado candidato. Al ser sólo tres -quitemos al Bronco- y no ser simpatizante del Andrés Manuel López Obrador, pues sólo tiene dos opciones, la cual se ira decantando conforme a diversos factores que se den en la recta final de las campañas.

¿Cuáles son éstos? El principal: la habilidad que tengan José Antonio Meade o Ricardo Anaya de conectarse emocionalmente en función de su personalidad, oferta política y de su trayectoria personal, en la cual es definitivo no tener cadáveres en el clóset.

Hasta ahora, ninguno de los dos ha conectado con ese electorado ciertamente apático, pero no dormido, por lo que es vital para sus aspiraciones que despierten su interés.

Meade es el que está haciendo esfuerzos consistentes en ese sentido, al mostrarse menos rígido y más empático. En las últimas entrevistas con medios de comunicación y en sus eventos públicos, ha mostrado un discurso renovado y una imagen diferente, lo que seguramente le granjeará nuevas simpatías.

A Anaya se le observa en la misma tesitura. Un político con un buen discurso, pero frío y una imagen anodina. Da la apariencia de un joven viejo.

En el otro aspecto, el de la honradez y conformación del patrimonio personal y familiar, definitivamente José Antonio está limpio, en contraste con Ricardo, quién además de la triangulación de recursos para lavar dinero, tiene otras propiedades que ya están en la mira, no sólo de sus adversarios, sino de las autoridades correspondientes.

Yo no estaría tan confiado si fuera AMLO, ya que se puede llevar la sorpresa de su vida al sufrir una nueva derrota, precisamente provocada por los que aún no definen su preferencia electoral.

El espejismo de las encuestas ha servido como un instrumento de promoción. Un instrumento más de campaña. Tal vez igual de eficaz que el spoteo indiscriminado, pero definitivamente no corresponde a un evento que sucederá dentro de 45 días.

Todos se van con la finta de la consistencia en los estudios demoscópicos, que han señalado desde hace varios meses al Peje como el puntero. Sin embargo, nadie analiza otros factores que definitivamente harán cambiar el resultado.

En la gran mayoría de los casos, las encuestas son de quien las paga y de quien las trabaja, y es una total mentira que las muestras que usan para soportarlas indiquen una preferencia a nivel nacional.

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